Cuando eran jóvenes se pusieron el mundo por montera: sus ropas, sus formas, sus canciones y sus expresiones irritaron a los conservadores de acá y de allá. Eran histriónicos, deslenguados, temibles, libres, y, además, su vocación rupturista resultaba sexy y fresca, además de influyente: a cada gesto suyo, millones de chavales por todo el mundo abrían la boca y mostraban fascinación antes de correr a imitarles. La derecha -como representación del poder global, del establishment, del Viejo Imperio, de la monarquía y de la Iglesia- les temía de lo lindo.
A ver si iban a llegar estos cuatro desarrapados a desmontarles el chiringuito con sus consignas y sus himnos anarcas, que ya había avisado Gramsci de que toda guerra política es primero guerra cultural. “Que agiten las joyas los del palco”, guiñó en su día un John Lennon bien pícaro en un teatro de Londres delante de la mismísima Reina de Inglaterra, haciendo ver, sardónicamente, que a los privilegiados no les hacía falta ni esforzarse para aplaudir.
Sin embargo, las tornas han girado: de un tiempo a esta parte, algunos de los músicos internacionales -y nacionales- que más quebraderos de cabeza dieron a las élites retrógradas cuando eran rockeros púberes vienen desencantados del progresismo y han arrancado a tontear con la derecha a la madurez -o a la vejez-. A Churchill le atribuyen aquella frase matizada, más tarde, por Willy Brandt: “Si a los veinte años no eres comunista, es que no tienes corazón; si a los cuarenta lo sigues siendo, es que no tienes cerebro”. El listado de nombres que engrosa este artículo estará de acuerdo: el tiempo suaviza las revoluciones.
Pero hay algo más: muchos de ellos, por la actitud que muestran, parecen necesitar ir siempre a la contra del poder dominante, y si -según dice la derecha- ahora la hegemonía cultural es patrimonio de la izquierda, lo que a estos viejos rockeros les excita y les excitará hasta la tumba es no ir a favor del viento. Otro factor irrechazable a la hora de evaluar este viraje ideológico es el progresivo acercamiento de la izquierda a ese buenismo, ese puritanismo y esa corrección política que antes detestaba: han perdido punch los antiguos rebeldes, ahora acobardados por no pisar ningún callo, por no ofender a ningún colectivo, por no pasarse de rosca. La derecha, desencadenada, sí es capaz de meterse en todos los charcos: eso le da puntos de atrevimiento y de humor.
"Tíos coñazo"
Lo contaba Johnny Rotten, de Sex Pistols, un punkara de toda la vida: “Nunca pensé que llegaría a ver a los derechistas convertidos en tíos totales que le hacen la peineta al poder, y a los izquierdistas convertidos en tíos coñazo que se creen en posesión de la verdad y gimotean por todo, yendo por ahí avergonzando a todo el mundo”. Directa al pecho. Hace tiempo ya aseguraba que se consideraría “tonto de remate” si no votase a Trump: “Es la única opción sensata, más desde que Biden está subiendo en las encuestas”, aseguró.
A Morrisey, de los Smiths, ha llegado a molestarle ver al rapero Stormzy en la BBC: “El Gobierno difunde el multiculturalismo en vez de la cultura blanca” -y eso que él vive en California-. No se contuvo tampoco a la hora de echarle un capote a Weinstein: “Odio la violación, odio los ataques, odio la gente que se impone sexualmente a otros… pero en estos casos, miro las circunstancias y a veces pienso que la persona que se dice víctima simplemente está decepcionada”, golpeó, en alusión a las damnificadas del Me Too. Otro recadito acerca de la violencia sexual: “Me entristece que Berlín se haya convertido en la capital de la violación, sobre todo por sus fronteras abiertas”.
Los Simpsons le parodiaron pintándole de racista y obeso cuando apoyó el Brexit y se quitó el último pelo de la lengua xenófobo: “Quiero una Alemania alemana y una Francia francesa: si intentas que todo sea multicultural, al final no tendrás ninguna cultura”. No deja un jardín por explorar, aunque sea por epatar. Recuerden aquellas declaraciones delirantes en la BBC, cuando se alegró expresamente de la muerte de los toreros y apostilló: “Liberad a Cataluña de España. Liberad al toro de España. Liberad a todo el mundo de España”. Él será racista, pero ojo: animalista también.
De Loquillo a Elvis
Nuestro Morrisey ‘soft’ quizá sea Loquillo, que en su canción -inspirada en un poema de Luis Alberto de Cuenca, gran poeta conservador- Political Incorrectness, también lo dejó claro: “Sé buena, dime cosas incorrectas desde el punto de vista político (…) Que el multiculturalismo es el nuevo fascismo, sólo que más hortera (…) Dime atrocidades que cuestionen verdades absolutas, como ‘yo no creo en la igualdad’. Dime, dime cosas terribles, como que tú me quieres aunque no soy de tu sexo, que me quieres con locura y para siempre, como querían antes las hembras de la tierra”.
En ese poema musicalizado se escupe, con curiosa elegancia, a la globalización, al feminismo y a las luchas LGTBIQ. Tres por uno. Qué decir de ese Elvis visitando a Nixon para que le nombrase agente federal antidrogas: le aseguró que amaba a su país, que estaba de su lado, que había estado estudiando el "lavado de cerebro comunista" y que consideraba que los Beatles habían sido "un agente a favor del espíritu antiamericano".
O miren ese Johnny Ramone defendiendo a Reagan como si la vida le fuera en ello. O, sin irmás lejos, Sherpa despotricando sobre el PSOE y Podemos y explicando que "la derecha es más timorata", pero "la izquierda, cuando tiene poder, abusa de él". Sin olvidar a Ted Nugent, defensor de los republicanos, de la lucha sin cuartel contra la droga, de las armas y de la pena de muerte. Su pasión fue George W. Bush. En la convención de 2005 de la Asociación Nacional del Rifle, dijo a los delegados que quería "muertos" a violadores, ladrones y abusadores de niños.
Eric Clapton, que ahora es abiertamente 'antivacunas', la formó en 1976 cuando tras unas copas de más en un concierto acabó apoyando al controvertido político conservador británico Enoch Powell: "Creo que Enoch tiene razón... deberíamos mandarlos a todos de vuelta. ¡Fuera los inmigrantes! ¡Mantengan a Gran Bretaña blanca!".
Calamaro y Alaska
Calamaro, por su parte, renunció a la izquierda ya hace mucho, precisamente por su pasión taurina -tan mal vista entre los nuevos progresistas-. "El renunciamiento histórico de Antonio Escohotado, la posición incómoda de Fernando Sánchez Drago y la voluntad de mi querido artista José Antonio Morante para mí hablan más que los debates en donde se tiran los trastos por la cabeza", aseguró en las últimas elecciones generales. Expresó entonces que no se sentía representado por ninguno de los cuatro candidatos mayoritarios y que sentía más simpatía hacia Vox: "Prefiero el vértigo de los patriotas y reaccionarios". Otras veces se ha definido como republicano, ateo o comunista. Cualquiera sabe.
“Para los conservadores / Soy referente de izquierda / A veces la misma mierda / Tiene distintos olores”, lanzaba en un poema de réplica a las críticas de sus seguidores por haber guiñado a Vox. Alaska, icono de la Movida Madrileña, pasó a ser considerada de derechas por su estrecha amistad con Esperanza Aguirre y por su colaboración en la radio con Jiménez Losantos, aunque ella niega sentirse representada por ningún partido. "No he votado a la derecha nunca, pero eso no tiene nada que ver. En España la derecha no es un partido liberal laico... sigue ligada a determinadas actitudes relacionadas con la religión -yo soy creyente- y creo que es imposible porque hay posturas que nunca encajarían con la mía. De igual modo que la izquierda canónica tampoco", expresó en el programa de Risto Mejide.
"Si fuera totalmente fiel a mí misma no podría votar a ningún partido. El que me gusta en un aspecto, me echa para atrás en otro". Reconoció que la ley del matrimonio gay fue posible gracias al PSOE y que "el PP lo impugnó", pero que creía "en la libertad de comercio, con lo cual ya me enemista en un aspecto".