La artista Raffaella Carrà ha fallecido a los 78 años, según ha confirmado la cadena pública italiana RAI. "Nos ha dejado. Se ha ido a un mundo mejor, donde su humanidad, su inconfundible risa y su extraordinario talento brillarán para siempre", ha expresado Sergio Japino.
Feminista, feroz, juguetona, alegre, con una energía inmensa: Raffaella siempre dijo que llegó a España cuando "recién había muerto Franco" y que quería insuflarle al país "un poquito de fiesta, porque no daña a nadie". Dejó claro que los hombres tenían "un poco de machismo todavía", pedía que la dejaran divertirse y aseguraba que no creía mucho en el matrimonio porque no le gustaba "ser la chica del jefe". "Prefiero sentirme libre, es la palabra que tengo más presente en mi vida: libertad de vivir, libertad de amar. Vive la vida y haz lo que te dé la gana", proponía.
La Carrá es un icono desde siempre: empezó a bailar a los ocho años, a los nueve ya formaba parte del elenco de la película Tormento del passato en un pequeño y simpático papel, y ahí arrancó a estudiar danza y cine dedicándose al arte en cuerpo y alma y brillando en todo lo que tocaba. Trabajó en varias películas francesas antes de dar el salto a Hollywood, allá en 1965: había firmado un contrato con la 20th Century Fox y llegó a aparecer en El coronel Von Ryan con Frank Sinatra, Edward Mulhare y Trevor Howard. Allá en América le tiraban los trastos: los cineastas comenzaban a hablar de ella, e incluso dibujaban mentalmente papeles a su medida. Sin embargo, aquella vida en Los Ángeles no la hacía feliz y regresó a Italia, donde la esperaban con los brazos abiertos y el público ansiaba seguir conociéndola.
En la tele se la rifaban. Era una auténtica show girl. Hilarante, elocuente, descarada, fresca, sensual. Querían a la Carrá hablando, no sólo luciendo palmito: no valía sólo como modelo o como bailarina o actriz, necesitaban que dirigiese programas, que charlase con unos y otros, que sedujese al espectador con esa gracia tan suya. En ese momento rompió moldes con todo lo que hacía, con cómo se desenvolvía, con cómo se expresaba: su fama estalló cuando se ‘atrevió’ a enseñar el ombligo en televisión y se rebozó cuando fue censurada por el Papa en su tema Tuca Tuca. España no quería quedarse atrás y la fichó para varios programas, como ¡Señoras y señores! o el especial La hora de Raffaella Carrá.
El mundo era suyo: fue Reina de Viña del Mar 1982, y en 1983 se convirtió en un auténtico fenómeno cultural con su programa Pronto… Raffaella? Por ella, la emisión pasó de cero a catorce millones de espectadores: era la chica favorita del mediodía de todo un país. Puro espectáculo. Así continuó siendo en sus siguientes proyectos, tanto en televisión -donde se hacía sin problemas con un 40% de cuota de audiencia- como en la industria musical. En la década del 2000 regresó a España y presentó el telemaratón Contigo para TVE, o la gala de celebración de los 50 años de TVE, o el Salvemos Eurovisión de 2008.
Seguía despertando infinito cariño y simpatía: para el país seguía siendo esa mujer arrolladora y carismática, con su melena corta rubia y sus guantes y vestido rojo, que cantaba, sin ningún pudor, “para hacer bien el amor hay que venir al sur, lo importante es que lo hagas con quien quieras tú”. Y ya saben: “Si te deja, no lo pienses más… búscate otro más bueno, vuélvete a enamorar”.