Marta Rivera de la Cruz toma café a sorbos lentos apartándose con cuidado la mascarilla, que prefiere no quitarse para charlar -con la debida precaución que otros rehusan-. Cae la tarde en un Madrid hermoso y helado que nos coquetea a través de las amplias ventanas de su despacho: despejada y un poco lánguida, la tarde, en este rompeolas de todas las Españas que trata de reconocerse a sí mismo en medio de una pandemia devastadora.
Pero hay algo que permanece, y es su vocación de alegría. Su vocación de creatividad y ebullición. Las ideas imparables que están naciendo ahora mismo -mientras escucho a Rivera de la Cruz , mientras escribo esto- en algún piso de Lavapiés o en alguna biblioteca secreta y polvorienta. En alguna cafetería tintineante de cucharillas de café. Esa sensación de renovación constante es Madrid: una ciudad que nunca se conforma consigo misma. Una ciudad con el don de la improvisación y la sorpresa.
Conversamos con la consejera de Cultura de la Comunidad, que además es periodista, columnista, editora y escritora, que ha alumbrado novelas y libros de viajes y cuentos y obras infantiles y guiones, que hasta fue finalista del Planeta en 2006 y que conoce y ama el sector como sólo distinguimos los que lo amamos también.
Conversamos sobre este año doloroso y raro, sobre impulsos a la industria, sobre conocimiento de la ciudad que habitamos, sobre sus grandes emblemas y los libros y novelas que recuperar para salvarnos de la muerte o del tedio: ¿qué más hay, al final, que eso?
Es usted consejera de Cultura de la Comunidad de Madrid. ¿Cuáles han sido sus consejos en un año tan cruel y convulso como éste?
Primero, hemos entendido que la cultura tiene un músculo propio que la ha hecho seguir latiendo mientras todo esto sucedía: nos ha sorprendido gratamente a las personas que venimos del sector. Hay ganas de seguir, de aguantar y de producir, hasta desde casa. Ganas de usar el móvil cuando no se podía hacer nada más, en pleno encierro, para seguir transmitiendo cultura desde casa. Y después, que se puede hacer cultura segura. En lo peor de la pandemia nos preguntábamos cuándo volver al teatro o al cine, y podemos decir que en Madrid se ha conseguido. Se ha normalizado el uso de mascarillas en espacios culturales y Madrid es la región de Europa con la vida cultural más intensa.
Sí es cierto que los profesionales de la música tal vez han sido los más afectados y los que más se han quejado por no poder habilitar las salas.
Sí, el problema han sido las salas, porque música al aire libre sí ha habido, y en otoño hemos hecho una serie de noventa conciertos con música indie, flamenco fusión, mucho grupo joven… en las salas como tal, el modelo es complicado. Quizás porque siempre ha implicado bailar, saltar, tomarse una cerveza, tocarse. Todo eso de momento es imposible.
En octubre de 2019 presentaban Compromiso 179, un proyecto que consistía en visitar todos los municipios de Madrid para conocer “sus fortalezas y debilidades” en lo cultural y lo artístico. Pese al Covid, han logrado llegar a 61 de ellos. ¿Cuáles destacaría de los estudiados hasta ahora?
Íbamos muy bien, pero imagínate… 179 municipios… Madrid capital es enorme, pero también hay grandes pueblos como Móstoles, Getafe, Fuenlabrada… y luego está Madarcos, que tiene 58 habitantes. Hemos conocido a sus alcaldes, a sus representantes políticos, y hemos creado espacios de trabajo para ver qué se puede hacer en esas localidades, qué se puede aprovechar. Hasta que llegó la pandemia y paramos tres meses y pico.
Vamos a acabar el año con 62 municipios, que no está nada mal, porque no ha sido un “pasar por allí”. Hemos organizado visitas culturales, actividades turísticas y hemos creado líneas de colaboración con los alcaldes para hacer más cosas. Igual preparamos una ruta cultural que si vemos una iglesia con humedades nos hemos puesto a agilizar ese proceso.
¿Qué ha sido lo que más le ha sorprendido en esos descubrimientos de la propia Comunidad y de sus tesoros que pasan desapercibidos?
Me interesa mucho el patrimonio que tenemos en iglesias, que no ha sido muy conocido desde el punto de vista artístico. Son tantas tan preciosas, están tan bien acabadas… Pienso en Robledo de Chavela: la nave central de la iglesia del pueblo está decorada con dragones, y eso es inédito en España, sólo hay otra más en todo el país que tenga esa decoración en policromía. ¡Y es del siglo XV! Le vamos a sacar partido.
Respecto al patrimonio natural, también. Esta pandemia nos ha traído a los madrileños mucho conocimiento de nuestra comunidad. Los que antes cogían el coche un fin de semana y se iban a otras comunidades, han descubierto que a 50 km de casa tienen lo que buscaban.
Con respecto a lo que mencionaba de las iglesias, a ver si no hacemos muchos más ‘Ecce homo’. En España la restauración ha sido una asignatura pendiente. Ha habido mucha dejadez por parte de las instituciones.
No es que se nos dé regular, se nos da muy bien la restauración, pero se han hecho barbaridades irrecuperables. El patrimonio dañado es difícil de recuperar. Hay un plan que hemos puesto en marcha hace unos meses y es preparar fichas de patrimonio con lugares de interés patrimonial que se pone en conocimiento de la policía y los bomberos para casos de catástrofe. Para que sepan dónde hay que actuar en primer lugar. A la hora de rescatar, que vayan directamente a esa imagen del siglo XVI o a esa joya. Les alertamos respecto a los puntos sensibles. Creo que es muy interesante hacerlo a nivel nacional.
Este ha sido año Galdós, un escritor absolutamente nacional, absolutamente español, que sin embargo, abrazan ciudadanos de todo tipo, los que se sienten cómodos con la bandera y los que no. ¿Por qué? ¿Qué rasgos de Galdós cree que deberíamos recuperar para fomentar la cohesión?
Cierto, uno de los rasgos de Galdós es la universalidad. Era un hombre liberal, un hombre descreído, abierto en sus opiniones, le gustaba más escuchar que hablar, era un gran oyente en las tertulias, le gustaba pasear… por Madrid, por los tranvías… oía a las personas. Era el prototipo de madrileño aunque fuera un chico de Las Palmas. Sabes que lo mandaron aquí para separarlo de una novia que no les gusta mucho a sus padres. Y enseguida se adapta a Madrid.
Su producción es tan extensa, es tan increíble, que pienso… ¿qué habría hecho Galdós con ordenador? Creo también que fue un gran autor de personajes femeninos. Para mí son brutales. Y no sólo por Fortunata y Jacinta. Pienso en Marianela. Este año lo ha conocido mucha gente que no lo conocía. Galdós es nuestro Dickens, nuestro Balzac.
¿Cree que ha sido denostado?
Pasó de moda y se dejó de leer, pero se ha recuperado gracias a este centenario. A veces es como pasa en tu propia casa, que dejas de darte cuenta del paisaje hermoso que ves por la ventana. Pero Galdós está para leerlo y para hablar de él. Cuando ves sus amistades, su curiosidad por la cultura, su inteligencia musical -era un gran melómano- y su madrileñismo... Era un paseante, un flâneur.
Yo espero que este año le deje buenos réditos. Se ha incrementado la petición de libros de Galdós en las bibliotecas, se han hecho ediciones preciosas de sus obras principales… me decía el otro día Vargas Llosa que se ha vuelto a leer sus Episodios nacionales. Esa es una gran forma de recuperarlo.
El año que viene es el año de Pardo Bazán, una genia a la que los Clarín, los Zorrilla o los Valera llamaban “puta” o “gorda” impunemente, y a la que denegaron su ingreso en la RAE porque, decían, “no le cabría el trasero en el sillón”. ¿Es para usted un icono feminista?
Pardo Bazán fue seguramente una de las mujeres más libres de su tiempo. Era aristócrata, de familia conservadora y tradicional, pero se separó de su marido y tuvo amistad con hombres… ya no te digo amantes, sino ¡amigos! Eso es muy moderno: hace sesenta años los hombres y las mujeres no eran amigos. Eran otra cosa, pero amigos no eran. Se vino a Madrid a hacer vida intelectual y a escribir lo que le dio la gana. Los pazos de Ulloa era una novela muy cruda.
Ha sido mucho más olvidada que Galdós y muy injustamente. Fue una mujer muy maltratada por muchos hombres y no le importó absolutamente nada, pasó por encima de la crítica y del cotilleo. Estaba muy segura de lo que quería hacer. Era excepcional y admirable. Ejerció su libertad.
En cuanto a lo que comentábamos de la RAE, por la que fue rechazada como muchas otras mujeres brillantes, como María Moliner, ¿cree que habría que implantar un sistema de cuotas en la institución? Con la cooptación ahí no hay quien entre.
Bueno, es que son puestos vitalicios, que se renuevan a la muerte del académico. Esa entrada de mujeres por suerte se va normalizando pero se va haciendo con cuentagotas. Lo importante es que entren mujeres tan estupendas como las que han entrado, Carmen Conde, Soledad Puértolas, Ana María Matute…
Una autora estupenda como Rosa Montero se quedó hace poco a las puertas.
Con María Moliner pasó que no entró pero era su primera intentona. Me contaba Darío Villanueva que casi nadie entra a la primera, no es porque sean mujeres. Ella se murió antes… casi siempre se entra a la RAE como premio a una carrera. Pero sin duda fue una gran injusticia lo de María Moliner, con su diccionario de uso tan útil y elaborado por ella sola.
¿Cree usted en el feminismo de Lidia Falcón? La vi hacerle un guiño de apoyo en Twitter.
En el de Lidia Falcón y en todos, porque el feminismo no es un título que se pueda ganar. Se basa en el respeto a cómo vive cada una su reivindicación como mujer. A nosotras nos ha tocado vivir en un siglo en el que la mujer no ha encontrado obstáculos legales para entrar a ningún sitio, pero hacemos cribas y damos carnés… hay que volver al feminismo de María Moliner o de Pardo Bazán, que lo eran y no lo sabían.
Sabe que en realidad le estoy preguntando si apoya o no la Ley Trans de Irene Montero, que al final es por lo que Lidia Falcón ha ido ante la justicia, por un presunto delito de odio.
No podemos negarle la condición de feminista a una mujer porque discuta una parte de un contenido de una ley. Yo siento un respeto profundo por las personas trans. Me relacioné mucho con una persona trans que me explicó muchas cosas que me abrieron los ojos. Son personas muy valientes que tienen que enfrentarse a muchísimos prejuicios… la pelea es eliminar esos prejuicios.
Me molesta el reparto de carnés de feminista. Si te digo la verdad, aún no he leído con atención la ley para poder juzgarla, y con esos contenidos legales tan sensibles creo que hay que ser cuidadosa. Hay que conocerlos y preguntar qué significan algunas de las cosas que se dicen. A este ministerio de Igualdad ya le han echado para atrás textos por errores de redacción. Pero sí, tengo una cita con una persona próximamente para examinar con cuidado esta ley.
¿Por qué la gente cree que la cultura en España es de izquierdas?
La cultura en España no es de izquierdas, serán los que hacen la cultura. Hay una mayoría de personajes de la cultura que se han manifestado como que son personas de izquierda, pero las películas, los libros o la escultura… no son de izquierdas ni de derechas. No hay novelas de derecha o de izquierda ni cine de derecha o de izquierda.
No creo que nadie viendo una película de Almodóvar piense que eso es cine conservador, aunque haya omitido voluntariamente las referencias a Franco y haya hecho como que no existiera.
Puede que te entusiasme el universo almodovariano y las claves del cine de Almodóvar y luego no comulgar con sus ideas políticas. A mí me puede entusiasmar El jugador y luego no ser una persona que juega a la ruleta. No podemos compartir el ideario de las personas que admiramos. Yo disfruto a muchos artistas cuyos posicionamientos ideológicos están muy alejados de los míos. El problema es la etiqueta. En el caso del cine, la nueva generación de cineastas lo está empezando a superar… me molesta que los artistas estén constantemente obligados a pronunciarse sobre a quién votan. No tienen por qué decirlo.
Bueno, en el cine la guerra con el gobierno ha sido histórica desde, precisamente, el No a la guerra. Hubo un cisma muy claro.
Recuerdo que se habló de “cordón sanitario”, y eso me parece peligroso. Ahí está el público para juzgar. No puedes crear dos bandos para nada, y para la cultura menos. Aspiro a un país donde alguien de derechas se compre un libro de un autor de izquierdas.
Siendo usted escritora, ¿cuáles son sus grandes referentes literarios?
Pardo Bazán. Su novela Insolación es corta y redonda, tan moderna, tan reivindicativa… Pavese. Gabriel García Márquez. Vargas Llosa, por supuesto. Borges. Los hermanos Machado. Philip Roth.
“Si tu sectarismo te lleva a impedir un homenaje a Marsé y a Zafón, quizá debes dejar la Comisión de Cultura”, le dijo usted al independentismo catalán. ¿A qué autores o artistas contrarios a su ideología podría homenajear usted sin problema?
Marsé y Zafón son grandes reivindicadores de Barcelona y de la realidad barcelonesa. Marsé era un gran catalán que trabajó mucho su catalanismo. Pero ahora mismo si no eres independentista, ya parece que no eres catalán: se te lleva a la exclusión, y con la cultura aún más. Yo presidí la comisión de Cultura del Congreso durante tres años y cuando yo estaba allí se homenajeó a escritores de todo tipo.
Una vez se leyó un poema de Marcos Ana para abrir la comisión. Creo que en el Congreso tiene que estar la gente más librepensadora, más abierta y más generosa, que no tenga que ver con este tipo de mezquindades. En cuanto a lo que me preguntas… bueno, yo no tengo nada que ver con Manolo Rivas o con Bernardo Atxaga pero jamás renunciaría a ellos.
¿Vio Patria? ¿Le gustó o le pareció equidistante? Ya hubo cierta polémica con el cartel de HBO…
El cartel no me gustó, me pareció tendencioso, una promoción de la serie muy zafia. Había leído la novela y tengo una muy buena relación con Aramburu: le tengo cariño y lo admiro muchísimo. Ha puesto a disposición de las jóvenes generaciones un material fundamental, les ha abierto los ojos para entender muchas cosas que ignoraban sobre ETA. La novela es muy buena, y la serie… pues tiene el poder de la ficción televisiva. Ha habido cosas que me gustaron más que otras, pero retrata bien el ambiente de la época. Yo viví esos años del plomo.
Fui de esa generación que estaba comiendo y veía por televisión al último asesinado por ETA, al último secuestrado. Amigos míos se tuvieron que ir de Euskadi. Familias como la de el Txato, que tenían un negocio próspero pero que no eran ricos. Esas pintadas… ese acoso doméstico, esa violencia “de baja intensidad”, como la llamaban. Ese empezar a degradar a alguien y conseguir que todo el mundo lo desprecie. Esa cosa tan retorcida, tan organizada, tan sofisticada… eso creo que lo ha retratado la serie.
¿Por qué cree que Pablo Iglesias comenta tantas series pero ésta no la ha comentado?
Es una buena observación. No lo había pensado, pero es cierto.
¿Qué hay de C. Tangana como emblema de Madrid, ya que él se hace llamar “el madrileño”? ¿Puede ser un nuevo Joaquín Sabina? ¿Qué personajes para usted son cultura madrileña?
Pues no lo sé, cualquier artista como éste, muy conocido por los jóvenes, que se haga llamar “el madrileño” lo voy a aplaudir siempre. Aunque Sabina es Sabina… es el gran poeta de Madrid, con permiso de Pepe Hierro. Espero que vuelva pronto cantando su “Superviviente, sí, maldita sea”. Le necesitamos. Para mí cultura madrileña es Berlanga, es Alaska, son todos los empresarios de La Movida -los que abrían la sala Sol, la Clamores…-, es Antonio López pintando en la Gran Vía, son Los Secretos.
Es José Mercé cantando un día por sorpresa en un bar de la Latina, que pasas por el lado y le escuchas y dices: ¡ay! Entras a escuchar flamenco y sales cuando es de día, para ponerte las gafas de sol. Son las personas que le abren las puertas a los artistas que acaban de llegar a Madrid. La cultura madrileña es muy amplia y generosa, y está muy poco ensimismada… es muy abierta. Es Boadella dirigiendo los teatros del Canal. Los musicales conquistando la Gran Vía al estilo Broadway.
¿Y Rosalía como emblema español?
Es muy importante que cada época tenga unos artistas que rompan algo, que renueven, y ella lo ha hecho con el flamenco. Rosalía es embajadora de España y por supuesto, con una falta absoluta de complejos. Se ha atrevido, ha hecho todo lo que quería hacer y como quería hacerlo. Es una artista internacional, está en esa rueda de grandes discográficas y grandes conciertos… fui a verla al Wizink cuando no pensábamos que nada de esto iba a pasar. Y es transversal: encandila igual a mi sobrina de quince años que al público de mi edad.
¿Tauromaquia es cultura para usted?
Ahora mismo, tauromaquia es cultura.
¿Qué quiere decir con “ahora mismo”?
Yo soy muy rigorista. Hablo en términos formales: no soy taurina ni anti taurina, he ido a los toros de jovencita… iba a Las Ventas con los novios que tuve, pero como si hubiera ido al fútbol, ¿sabes? (ríe). No podemos olvidar que es una pieza del imaginario cultural español. A Picasso o a Lorca no los entiendes sin el toro, y eso no hay posición de corrección política que lo cambie. Quítale el toro al Guernica, a ver qué le queda.
¿Qué opina del caso Plácido Domingo?
Me gustaría que, si esto se juzga, acabara con una absolución. Pero pronunciarse sobre cosas tan delicadas que no han sido juzgadas es terrible, tanto por el agresor como por la víctia. Me gusta ver todo desde la distancia. Ya veremos lo que pasa al final. Ahora: no vamos a poder borrar lo que Plácido Domingo ha cantado.
Un poco como Woody Allen.
Bueno, Allen sí fue juzgado y exonerado. Y si recurrimos a la justicia, es para abrazar la justicia, nos guste o no la resolución.
¿Cómo de importante es que un presidente del Gobierno lea?
Es importante que lea un presidente del Gobierno y un presidente de una comunidad de vecinos.
Y una presidenta de la Comunidad de Madrid.
Por supuesto. Es importante que se lea y que se cuente que se lee.
¿Como Rajoy con el Marca?
Bueno, esas son cosas que se dicen en entrevistas, lo sueltas y ya está… ¡pero mi libro lo leyó, tengo poca queja...! (ríe).
A usted y a Eduardo Mendoza, aunque en el momento no se acordaba del nombre.
Pues sí.
¿Qué libros me recomienda?
Uno de Martín Casariego, una novela policíaca buenísima con un título genial: Yo fumo para olvidar que tú bebes. Y una de una autora americana, En propiedad privada, de Lionel Shrider. Son reflexiones sobre la posesión. El tener cosas… o personas.
¿Última película que vio en el cine?
Las niñas. Y me maravilló.