“Hay que empezar de nuevo, recoser el vientre, levantar miradas, ahuyentar alientos, revolar trapecios (…) Hay que levantar un circo nuevo cada día”. Lo dice uno de los poemas de Pepe Viyuela, ese artista que inyecta dignidad a la palabra “payaso”, ese hombre que aún se detiene en la vida pulsante y sensible de las cosas. Tiene un cordón umbilical que le conecta a la comedia, al verso, a la conciencia política y a la solidaridad sin aspavientos. Casi nada. Todo lo cuenta con una paz pasmosa, con una oratoria sencilla y honrada: qué cierre de lista se perdió Podemos cuando Errejón salió derrotado en Vistalegre. Ahora protagoniza Encerrona en el Teatro del Barrio, el miércoles 20 de junio.
¿Que si es la vida la peor encerrona? Sí, de alguna manera Encerrona es una metáfora de la existencia. El personaje entra en el escenario de forma abrupta, sin haber querido entrar, y una vez allí se encuentra en un espacio rodeado de hostilidad. El público es lo más hostil: le miran y no apartan los ojos de él. Se ve obligado a tirar hacia delante hasta que hay un momento en el que sale, como nos pasa a todos. Tiene algo de la vida. Sin ser una encerrona, la vida sí es algo que nadie ha buscado. Aparece. Apareces un día aquí, sin haberlo pedido, y normalmente decides tirar hacia delante hasta que sale una puerta por otro sitio… y te vas. No sé si es una encerrona, pero desde luego es una faena vivir para determinadas personas. Estoy pensando ahora en los refugiados. Tienen unas condiciones de vida horribles que no han elegido para nada… que les han tocado. Hay mucho de azaroso en la vida, ¿no? Quizá deberíamos quitar la palabra “encerrona” y poner “lotería”. Algo de juego de azar. También hay cosas muy buenas que nos pasan y a veces no las merecemos.
Me preguntas por lo que nos exigen a nosotros cuando vivimos. Quizá sea ambiguo, pero estar a la altura. Altura moral, todo lo que tiene que ver con los casos de corrupción… la gente espera de nosotros que seamos honrados, que correspondamos, que estemos a la altura de las circunstancias en nuestras relaciones. En la esfera amorosa: fidelidad, verdad. En todos los planos… la honestidad y la honradez son valores fundamentales.
¿Que de qué no sabe reírse Pepe Viyuela, qué no me hace ni puta gracia, me preguntas…? No me hace nada de gracia el dolor. Ni el ajeno ni el mío. Es complicado. Hay que aprender, quizá, a usar el humor como defensa de esas cosas… pero el dolor inmediato… cuando pasan los años, y porque dicen que la comedia es tragedia más tiempo, tal vez uno puede empezar a darle un giro a las cosas y a empezar a bromear. Pero ahora mismo el tema de los refugiados no me hace ninguna gracia. Es sangrante, terrible, creciente y peligroso. Pienso también en las enfermedades, como tema del que no puedo reírme… pero luego me he sentado a hablar mucho con colectivos que viven con enfermos terminales, se refieren mucho a la necesidad del humor.
Yo siempre tengo esa duda. Pienso: si el humor, desde luego, es hiriente y se utiliza como arma arrojadiza o como abuso contra alguien… como en los colegios o en algunos trabajos, con otros compañeros… a la hora de reírte de los defectos de otros, pues creo que lo estamos utilizando mal. El humor en sí mismo no es ni bueno ni malo, pero puede emplearse mal. Hay gente que utiliza el humor con afán destructivo y eso lo detesto. Puede servir para autocriticarte y para criticar otras cosas desde un punto de vista constructivo. Es una buena herramienta de relación. Hasta en el Congreso de Ministros o en el Consejo de los diputados. Viene muy bien. Ser capaz de decir las cosas sin trivializarlas pero con cierta gracia… se agradece y todo el mundo participa de los debates de mejor grado.
Me preguntas por qué la legislación dificulta reírse del Rey y no de un hombre pobre. Pues porque el rey es un símbolo y cuando uno se ríe del rey se interpreta como un ataque a la monarquía. Que no entiendo tampoco por qué no se va a poder atacar a la monarquía. Son excesos de celo. A mí me parece un agravio comparativo que podamos reírnos de cualquier cosa y uno tenga miedo con hacer chistes o bromas con respecto al rey. O la Iglesia. Otra de las instituciones intocables. Dices que esa idea es contraria al humor, porque siempre se explica que debe ser jerárquico: reírse de los que están por arriba, no de los que están por debajo. Y sí, porque los bufones siempre han jugado ese papel. El papel de desmitificar y de recordarle al poderoso que en cualquier momento puede dejar de serlo. Es una práctica muy sana: tener a alguien que te haga tomar tierra. Hablamos a veces del síndrome de la Moncloa y de esa lejanía a la que te lleva a veces el poder. El humor es un gran modo de recordarnos nuestra fragilidad, nuestros límites y nuestra vulnerabilidad. No hay nadie invulnerable. Afortunadamente.
En su día defendí a los titiriteros en los Max 2016, y ahora me preguntas por los nuevos casos… Valtonyc, una obra de ARCO retirada… Pues desde que tenemos la mala suerte de contar entre nuestras leyes con la Ley Mordaza, siento que la libertad de expresión se está viendo muy amenazada. El humor no debe tener límites impuestos desde el poder. Los límites del humor debe ponerlos la sociedad. Cuando escuchamos un chiste o un comentario subido de tono o exagerado somos lo suficientemente inteligentes para despreciar y denostar ese tipo de humor. Si el humor es de mal gusto, por sí mismo se descalificará. Controlarlo, nunca. Tampoco el arte. Pero la parcialidad aquí está servida. Otra cosa es que lo que se diga sea una barbaridad, pero ya lo valoraremos entre todos.
Nadie debería ir a la cárcel por expresar una opinión. Las opiniones, los chistes y las mofas no matan a nadie, no estamos hablando de un atentado ni una bomba. No es un tiro, es un chiste. Puede ser grosero, malintencionado, puede ir cargado de mala idea… pero no vas a morir por eso. Creo que el Gobierno de Sánchez puede cambiar esto, o tiene trazas de ir por ese camino. Lo que no sé es si va a tener tiempo, si va a tener fuerza y apoyo parlamentario suficiente… pero creo que es algo que debe estar en la mente de todos.
Cuando me enteré de que acogíamos al Aquarius, estaba comiendo con mi hijo en un restaurante de aquí de la zona. Me levanté inmediatamente y me fui a la mesa de al lado, donde estaban unos amigos, para comentárselo. Me hizo sentir orgulloso de este país. No me sentía orgulloso de España hasta que acogimos al Aquarius. Hacía tiempo que no me pasaba, parecía que el nombre de España estaba asociado lamentablemente a la mezquindad, a la falta de solidaridad, a la falta de impulso… a un tipo de políticas grises y muy poco valientes, osadas… yo esto lo interpreté como un acto de valentía. Cuando todo el mundo occidental está asistiendo impasible a un hecho tan terrible… debería caérsenos la cara de vergüenza. Lo que ha sucedido es un gesto, y es un símbolo, pero yo creo que sitúa a España en un lugar de privilegio a la hora de poder hablar. Ya no solamente predicamos, sino que damos trigo. Se ha abierto la puerta, y se echaba de menos eso. Somos un país lo suficientemente rico para acoger a esas personas. Yo como ciudadano también quiero contribuir a eso, y le pediría al Gobierno que habilitara posibilidades para acogerlos personalmente dentro de las familias. Que fuera más fácil que las personas que lleguen, se integraran. En tu casa, en el piso que tengas vacío, en algún sitio donde poder ayudar, no solamente en centros de acogida.
No sé, en cuanto a lo que me preguntas, si la izquierda recuperará la idea de patria o la bandera. No creo, porque banderas, patrias y nacionalismos me parecen bastante conservadores y son excluyentes, se diga lo que se diga. Todo aquello que pretende apropiarse de un espacio, de un color… aquello que dibuja fronteras. Yo estoy muy orgulloso de ser español. Bueno, orgulloso no sé si es la palabra, pero estoy contento. Creo que tengo suerte de haber nacido aquí, y me gusta mi país, su geografía, su gastronomía, su folclore, y me gusta mucho la gente con la que he tenido la suerte de cohabitar y coexistir, pero me preocupa que esas cosas te gusten tanto que te lleven a pensar que son mejores que otras. Pensar que ser español es mejor que ser francés es un absurdo enorme. Y el principio de muchos problemas. Claro que estoy contento de haber nacido aquí… si hubiese nacido en el año 36, no estaría tan contento. Pero he tenido la fortuna de nacer en un país en paz y con prosperidad media, así que no voy a utilizar todo eso para creerme mejor que otros.
Para mí las banderas no son nada más que símbolos. Una bandera es un pedazo de tela. Unos colores impresos con los que nos identificamos unos millones de personas, o no… pero no es nada más. No es nada más. El concepto de “patria” y de “nación” deberían estar construidos desde la generosidad. Desde el decir “tengo este sofá, pues quiero que estés aquí y lo disfrutes conmigo”, no desde el “no te sientes aquí, que es mi sofá”. Yo quiero a este país, pero quiero poder compartirlo. Si aquí han estado romanos, visigodos, árabes… y ¿nosotros qué somos? Un compendio de todas las gentes que han pasado por aquí. Pero ese “nacionalismo” o “ultranacionalismo” que se da ahora en Norteamérica al rebufo del efecto Trump es lo más contradictorio del mundo. Un país construido a base de aluviones de personas que llegaban de una Europa pobre o mísera de pronto se convierte en un fortín, en un “es mío”. Bueno, eso me parece mal. Lo excluyente, el coto privado… eso no me gusta. Yo me siento patriota. Hay unos colores con los que me siento identificados, y cuando no estoy en España y veo mi bandera hay algo que se me remueve, inevitablemente. Pero es interesante la idea de compartir.
Me recuerda que el año pasado cerré la lista de Errejón. Sí, por Vistalegre. ¿Si me ha traído problemas…? Bueno, sigo en el mismo punto en ese sentido. Pienso que si no tienes la posibilidad, la libertad o la comodidad de expresar lo que piensas, tu país tiene un problema, no solamente tú. Si en este país da miedo posicionarse ideológicamente, habrá que hacer algo para que eso cambie. Es verdad que en el momento en el que la gente ya te coloca en un sitio, porque tú te has colocado, empiezan a caerte reproches, o comentarios… yo creo que es un precio que merece la pena pagar. Yo no he tenido que pagar un precio muy alto, he seguido trabajando, lo tengo que decir claro también. No es una dictadura ni muchísimo menos, aunque sí que hay gente que reprocha. O que te advierte: “¿Por qué te metes en eso?”… Yo creo que habría que disociar. No debería pasar nada. Lo que pasa es que en otro tipo de profesiones no se arremete tanto contra el posicionamiento de una persona. Pero al ser tan visibles por la televisión, o porque trabajas como actor… pues la gente te dice “no digas que eres de Podemos”. Si fuese abogado y no actor, no me habrían pedido que no fuese de Podemos.
Me sacas el caso de Willy Toledo. Está sometido a la marginalidad. Él no ha tenido ningún problema personal en decir lo que pensaba… ha habido momentos en los que se habrá pasado de frenada y habrá sido incorrecto, pero desde luego se ha emprendido contra él una caza. Se le ha vetado en muchos proyectos injustamente. Creo que habría que disociar de lo que es la ideología de la profesionalidad. Él estaría encantado de poder hacer cosas y las haría de maravillas y la gente que le contrata terminaría muy contenta del resultado, pero no lo hacen por no crearse problemas. “Este chico está muy mal visto, no lo voy a meter en el proyecto no sea que ya no lo compren”. Eso es terrible. Es el caso paradigmático ahora mismo en España.
¿Que cómo estaría el tablero político en España si Errejón hubiese ganado en Vistalegre y fuese el líder de Podemos? Buf, no tengo ni idea. Yo en Errejón, como individuo, tengo una confianza absoluta. Creo que es un hombre muy inteligente, muy honesto y creo que tiene un futuro espléndido como político. Es una gran esperanza para todos el hecho de que exista una persona tan joven con esas capacidades que él tiene. El hecho de que en Vistalegre no triunfara su candidatura no es más que un suceso normal, así son los procesos democráticos. No pasa nada. No sé qué hubiera pasado… Yo, de alguna manera, lo que pretendía cuando entré en la candidatura no era tanto apostar por él como por el movimiento. Apoyar a Podemos en general, hacer un llamamiento a la humildad. Quien quería que ganase era Podemos y queríamos recordar que en España hay espacio para un partido de esas características. Cuando el equipo de Íñigo me llamó para eso, se lo dije: “Mi posicionamiento no es tanto con Iñigo, sino con la unidad”.
Yo no me hubiese sentido defraudado si Errejón hubiese ganado y hubiese pactado con Pedro Sánchez. Sé que mucha gente sí. Pero creo que en política hay que ser muy consciente de hasta dónde puedes llegar, una cosa es tu utopía y tu ideología y otra cosa es… no sé, yo creo que la cultura del pacto tiene que ir haciéndose cada vez más grande.
¿Que qué pasaría si Pedro Sánchez me hubiese ofrecido a mí el ministerio de Cultura? Le habría dicho que no. No estoy preparado. Uno tiene que ser consciente de sus límites. Yo no sé si hablo tanto de formación o capacidades como de talante… Yo nunca he participado en política. He participado como ciudadano, pero nunca he militado en ningún partido. No tengo un conocimiento de cómo funcionan las cosas. Por supuesto ni en los partidos ni en los Ayuntamientos ni en las Consejerías ni en los Ministerios… sería una temeridad. Sería como subirme en un avión y que me dijeran: llévalo. ¿Que qué me parece la dimisión de Huerta? Lo que ha hecho evidentemente no es un delito, pero sí que ahora mismo la exigencia de transparencia y responsabilidad y teniendo en cuenta que es un Gobierno con ciertas debilidades, debe llevar hasta el extremo las tareas de limpieza. No sólo debe ser honesto, sino parecerlo, y mucho, así que creo que su dimisión vendrá muy bien y fortalecerá al Gobierno de Sánchez. Es un momento en el que él necesita mostrar firmeza y autoridad. A Huerta no voy a ser yo quien le condene, pero sí es cierto que ahora mismo hay que ser honrado y parecerlo muchísimo más.