Máximo Huerta (53 años) está pasando un verano feliz, tranquilo, sosegado, en su querido pueblo, Buñol, en Valencia. Allí se instaló, hace un tiempo, para cuidar de su madre, Clara Hernández, y montar su negocio, La librería de Doña Leo. En la Comunidad Valenciana, Huerta ha encontrado su sitio, su lugar, tras mucho tiempo buscándolo.
Este verano está siendo especialmente emotivo para el literato, pues gracias a los Juegos Olímpicos de París Huerta revive la apasionante historia de su última novela, París despertaba tarde. En ella, se narra cómo se vivieron en la capital francesa los Juegos de 1924. Entre recuerdos, nostalgias, cuidados a su madre y trabajo, Máximo suele reflexionar, diariamente, en su red social Facebook.
Dietario con perro a los pies, así se llama el apartado en que Máximo se desahoga. Este jueves, 8 de agosto, lo ha vuelto a hacer. El tema de este día es el verano, la falta de inspiración para escribir su próxima novela; la apatía por la que, reconoce, no está escribiendo en estos días de asueto y relax, de despreocupación. O puede que sí lo haga a partir de hoy.
Asevera, además, que su próxima novela será "muy bonita. Será muy buena, qué cojones. Que si no nos animamos nosotros, no hay motor". "Me levanto, paseo a Leo, desayuno y me siento en el sillón. Es como si hubiera estado toda la noche trabajando y necesitara un descanso. Otro café. Las pastillas. Leo tumbada frente al ventilador", arranca su nuevo texto.
"Mi cabeza dejando caer estas frases una tras otra, como una corriente de agua en una cascada, sin pensar, sin orden, solamente siguiendo el ritmo de los dedos y la simple inercia generada por el café. Hay que cosas que hacer pero ¿a quién le apetece? La Librería de Doña Leo abre a las diez y media. Las novedades están pedidas. Los caprichos en su estantería. La nueva lectura en la butaca", continúa.
"El libro que me ha emocionado en la estantería. Entonces, miro y digo: qué me apetece leer ahora. Me terminé ayer uno que ha sido divertidísimo y emocionante, difícil combinación porque los que son divertidos emocionan poco y los que emocionan tienen poca diversión. Pues nada, este es brillante. Se titula El factor Rachel, de editorial Libros del Asteroide, y sale en septiembre. He sido un afortunado por leerlo antes de tiempo -cosas de librero-, y estoy deseando tenerlo en la mesa de la librería para recomendarlo. Qué buen sabor de boca", agrega.
En este punto del relato, reflexiona Máximo sobre las expectativas tan elevadas, tan altamente exigentes que siempre deja un buen libro: "¿Y qué pasa cuando un libro te deja buen sabor de boca? Pues que te jode la vida o se la jode al siguiente. Pobre autor el que llega después. Las expectativas, el ritmo, la vida que ha quedado revoloteando en la cabeza, la necesidad de más".
Y pone Huerta, rápidamente, la solución: "Me voy a leer otro de esos que saldrán en breve y así no me veo obligado a juzgar. Aunque yo, lo sabéis, jamás juzgo un libro. Sé el trabajo que tienen todos. Sé lo frustrados que nos sentimos los autores cuando nos dicen "ay, el otro me gustaba más!" o "aquel es insuperable". Y qué haces, no escribir más? Marcarte un Françoise Sagan y pasar de escribir. Pues no, amigos, hay que seguir. Y buscar nuevas historias".
Tras esto, el literato y uno de los rostros más recordados de la televisión desvela que sí, que está trabajando en su próxima novela: "Yo ando ahora con la próxima. No escribo. La dejé parada porque en verano no sé escribir. Me da tal pereza que, si me lo puedo permitir, no toco ni una tecla de la novela. Esto que lees es otra cosa. Le tengo mucho respeto al nuevo texto. Mucho".
Apostilla: "Y como cada día trabajo dándole vueltas a la cabeza, sin parar de centrifugar, pensando, tomando notas mentales y no mentales, pues... creo que me estoy viniendo arriba. Será bonita. Será muy buena, qué cojones. Que si no nos animamos nosotros, no hay motor".
El empresario valenciano remacha su reflexión hablando de los piropos, de lo vacíos que resultan: "Porque los piropos, aunque haya quien crea que son acicate o que los necesitamos, a mí me suenan muchas veces a hueco. Son bonitos, agradables, etcétera. Pero no me los creo. Nunca. Sonrío y sigo. Y eso voy a hacer ahora. Cerrar este texto del Dietario con perro a los pies edición verano y ponerme a vaguear. O no".