Al margen de sus compromisos profesionales, Máximo Huerta (53 años) está volcado en su madre, Clara Hernández. Su salud es delicada. Por ello, hace un tiempo el comunicador decidió abandonar su piso de Madrid, instalándose al lado de su progenitora en Buñol.
Desde 2020, la madre del periodista ha sufrido varios contratiempos de salud, tras ser diagnosticada de un tumor y, posteriormente, sufrir una dura caída por las escaleras que se complicó con el tiempo. Las visitas al médico son constantes y están cargadas de incertidumbre, tal y como confiesa Máximo Huerta en desgarrador texto que ha compartido en la mañana de este jueves, 2 de mayo, a través de su cuenta de Facebook. Hace apenas un día, el periodista revelaba que está poniendo el foco en esta red social porque es en la que se siente más cómodo.
"Hoy toca médico. Otra vez. Yo no sé ni cuántas consultas llevaremos -digo llevaremos porque cuando uno va, el otro también circula- desde hace unos años", expresa el que fuera ministro. "Ya me conozco los nervios, la inquietud, el malestar, el lo siento, el dónde he puesto el bolso, no encuentro la tarjeta de la Seguridad Social, dame las gafas... Etcétera", relata Máximo.
Aunque acompañar a su madre al médico se ha convertido casi en una rutina, cada visita es una situación de zozobra. "Vivir en un 'ay' constante es estar en alerta todo el día, como si los bomberos pasaran el día llamando, avisando del fuego, como si viviéramos en un simulacro de emergencia. Así un día. Otro", confiesa el escritor.
El texto sigue con una reflexión personal: "En su tiempo, cuando vivía en Madrid, iba a yoga, pero dejé de ir porque uno se lavaba poco los pies y a mí me daba un asco tremendo verle la planta de los ídem. Y sí, me cambiaba de sitio, buscaba el rincón, me figuraba imágenes en la mente y otros asuntos. Pero nada, la alerta, otra vez, me hizo dejar el yoga porque lo último que conseguía era relajarme".
En estos momentos difíciles y angustiantes, Máximo Huerta busca refugio en otras actividades. Además de escribir y atender su librería en Buñol, el periodista ha dado espacio al deporte. "Ahora estoy yendo al gimnasio -otra vez- para dedicarme a mí una hora", continúa en su relato.
A propósito de su rutina deportiva, comenta: "No por concursar en Mister Buñol ni por marcar camiseta -harto imposible-, sino por tener una isla propia durante un rato. Y si bajo peso, pues mejor. Porque no es cuestión de ir comprando la XL como solución a todo. Sobre todo porque las tiendas se han empeñado en ponerlo difícil. La talla grande siempre está al fondo de las perchas, bajo el montón, como si hubiera más XS que tallitas amplias por las calles. Parece que no ven las noticias".
Al final del texto, Máximo Huerta revela que mientras escribe estas líneas su madre "está respirando menos agitada" y comparte una breve descripción que da pistas sobre el escenario en el que se encuentra. "El bolso lo tiene en el halda y yo sigo en ropa de casa. Me ducho y nos vamos al centro de salud. Menos mal que vivimos en un pueblo, lo jodido que es todo en una ciudad", escribe en un intento de autoconvencimiento. "Uff... Benditas cercanías para todo", añade.
Para terminar, Máximo Huerta deja una especie de conversación que habría entablado con su madre. "¿Ya te has relajado un poco?", le pregunta el escritor. "Ya", responde "seca" Clara Hernández. "¿Bien?", insiste el comunicador. A lo que su madre sentencia: "Bien, sí".