Hay que remontarse a la década de los años veinte del siglo pasado para ver la estrecha ligazón que se estableció entre Hollywood y la tauromaquia, que alcanzó el clímax tres décadas después con la Feria de San Isidro. Dentro del ámbito del toreo este evento es el más prestigioso a nivel mundial.
El diestro español Pepe Mora se convirtió en una estrella de cine cuando la Metro Goldwyn Mayer le fichó a raíz del escándalo ocurrido en Costa Rica donde mató un toro a pesar de la prohibición existente. Así lo reflejó en su momento el blog Cuentos de Cine. Una vez asentado en la colonia fílmica protagonizó una serie de películas mudas con el fin de rivalizar con el galán Rodolfo Valentino, ya que profesionalmente le bautizaron como Roberto Constantino.
El primer filme fue ¡Maldición!, cuyo director fue Mack Sennett, uno de los principales innovadores en el género del slapstick. Pero no sería hasta 1950 cuando los toros y el cine alcanzan su máximo esplendor de la mano de Ava Gardner y el diestro Mario Cabré durante el rodaje de Pandora y el holandés errante en la Costa Brava. Principalmente se rodó en Tossa de Mar.
La diva le fue infiel a Frank Sinatra, que cogió tal ataque de cuernos que embistió a todo el que se pusiera delante cuando llegó a nuestro país. Cabré era el primer torrero que conquistaba a la protagonista de La condesa descalza. Con el siguiente haría historia. Hablamos de Luis Miguel Dominguín, el padre de Miguel Bosé (68 años) con el que vivió uno de los romances más tórridos que se recuerdan.
Se conocieron en una fiesta, no hicieron falta las palabras. Química explosiva. Entre 1952 y 1954 la actriz le vio torear en multitud de ocasiones en Las Ventas, adonde llegaba elegantemente vestida con trajes chaqueta a medida realzados por los tocados en el cabello y un valioso collar de perlas.
En otras ocasiones, los enamorados eran meros espectadores como ocurrió en una de las corridas de 1954 donde vieron a Antonio Chenel 'Antoñete' y Emilio Ortuño 'Jumillano'.
Durante la época en la que vivieron su romance estuvieron amparados por los fotógrafos, que en la medida de lo posible mantuvieron en secreto gran parte de su historia de amor. Algo impensable en la actualidad. De todos los personajes que se han asistido a Las Ventas, Grace Kelly y Rainiero III de Mónaco fueron los que más distinción aportaron.
El matrimonio acudió a la Feria de San Isidro en dos ocasiones, en 1959 y 1964 y, por tanto, hace justo seis décadas que se les inmortalizó. Apasionados de este arte español, la exactriz y el príncipe disfrutaron del toreo de Antonio Ordóñez, Gregorio Sánchez o Manolo Vázquez. El operador de cámara Pepe Escamilla resalta el look de la princesa enfatizando su belleza natural y el mítico fotógrafo Cano les inmortaliza en actitudes desenfadas.
El matrimonio Grimaldi aportó una nota de glamour parapetados tras unas gafas de sol. Este no sería su primer contacto con los toros ya que durante su luna de miel en España en 1956 visitaron La Venta del Batán (Madrid).
La visita de 1964 a la capital estuvo marcada por la oferta tentadora de Alfred Hitchcock para protagonizar Marnie, la ladrona, que finalmente rodó Tippi Hedren (94), madre de Melanie Griffith (66). Al realizador británico le debía su nueva vida, ya que durante el rodaje y promoción de Atrapa a un ladrón (1955) conoció a Rainiero. Sin embargo, tras su boda en 1956, la princesa se retiró de la actuación.
También hace sesenta años, Audrey Hepburn y su esposo, Mel Ferrer, acudieron a Las Ventas para disfrutar de los festejos de San Isidro. Aquel 1964 el matrimonio celebraba una década de casados, la actriz estrenaba de forma apoteósica My Fair Lady y el intérprete estaba inmerso en el rodaje de El Greco en Toledo.
Los presentes pudieron gozar de la amabilidad del matrimonio que en ningún momento ejercieron de divos. A los que se les acercaron les sorprendió que Ferrer hablara tan bien español ya que desconocían que uno de sus ancestros era un aristócrata catalán. En otra ocasión les acompañó en la fiesta su amiga Aline Griffith, condesa de Romanones.
De todas las celebridades que han pasado por el coso madrileño a lo largo de su historia hay dos nombres que destacan por encima de todos por su afición a la fiesta: Orson Welles y Ernest Hemingway.
Se pueden contar por decenas y decenas las veces que el director de Ciudadano Kane (1941) acudió a ver a sus íntimos amigos Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordóñez. Con este le unió una amistad tan profunda que cuando Welles falleció escribió en su testamento que sus cenizas reposaran en la finca El recreo de San Cayetano que Ordóñez poseía en Ronda y que en la actualidad alquila su nieto Cayetano Rivera (47).
Tal era la pasión de Welles por la tauromaquia que en 1932, con solo 17 años, se atrevió a torear con el nombre de El Americano y en alguna entrevista confesó que "me hubiera gustado ser picador". Su exmujer, el mito erótico Rita Hayworth, también disfruto de algunas corridas junto a su entonces esposo, el príncipe Alí Khan, líder de los musulmanes ismaelitas.
Hablar de Hemingway es un punto y a parte. En 1923 acudió por primera vez a Las Ventas para narrar las corridas como corresponsal para el Toronto Star. En una de aquellas tardes tuvo el privilegio de ver a Chicuelo, Gitanillo de Ricla y Villalta. El artículo publicado lo tituló La corrida de toros no es un deporte, es una tragedia. Nueve años después sacó al mercado Muerte en la tarde, que los especialistas la han catalogado como el mejor libro de tauromaquia escrito en inglés.
En 1953 empezó su íntima amistad con Antonio Ordóñez, lo que motivó que acudiera en infinidad de ocasiones no solo a Las Ventas, sino también a La Maestranza y otros cosos españoles. Le hervía la sangre cada vez que veía la fiesta en el callejón. En 1960 publicó el reportaje El verano peligroso en la revista Life que relata la rivalidad entre Ordóñez y su cuñado Dominguín. Tras observar a los toros desde la primera fila
En mayo de 1953 la exemperatriz Soraya aterrizó en Madrid para disfrutar de una buena corrida de toros y, de paso, marcharse de juerga al Corral de la Morería. Paco Cano 'Canito' fue el único fotógrafo en retratarla sonriente y vestida de manera informal, tal y como ilustra el libro Mitos de Cano de Andrés Amorós.
Durante esos días estuvo muy bien acompañada por El Litri, Domingo Ortega y el doctor Mariano Zúmel. El sha de Persia repudió a Soraya porque no le pudo dar hijos, por lo que esta belleza persa vivió en una sempiterna tristeza. De ahí el valor de las fotos de Cano.
Poco antes del boom de La Dolce Vita de Fellini, su musa Anita Ekberg se paseó por
Las Ventas destilando elegancia con un vestido de lunares, guantes blancos y una
pamela a juego. Mientras veía la corrida de Antoñete, Rafael Ortega y Pepe Cáceres, que confirmaba aquella tarde su alternativa, Ekberg se relajaba bebiendo de la botella una Coca-Cola.
Otra leyenda de Hollywood con la cara lavada y mostrando su elegancia fue Lauren Bacall, quien acudió en 1959 para ver desde la barrera la novillada de Antonio Cobos, Emilio Redondo y Tomás Sánchez Jiménez. Viuda del legendario Humphrey Bogart, la actriz no derrochó mucha simpatía hacia los desconocidos que se la acercaban a saludar. Su carácter agrio y seco era legendario.
Las Ventas y La Maestranza son las plazas más importantes de nuestro país y, probablemente, del mundo. Pero, además de estas, hay otra menos conocidas que también han gozado de la presencia de otros olympiens hollywoodienses como Peter Viertel y Deborah Kerr.
El escritor y guionista y la protagonista de El rey y yo (1956) fueron testigos de momentos tan memorables como la alternativa de José Mari Manzanares en la plaza de Alicante donde Luis Miguel fue el padrino y El Viti, el testigo. Junto a ellos también se encontraban los actores Yves Montand y Alberto Closas.