El hijo de Eugenio que tanto se parece a él: “Mi padre nunca superó quedarse viudo con 37 años”
EL ESPAÑOL entrevista al vástago del cómico tras la nominación a los Goya de la película sobre su vida. Jofra aborda las luces y las sombras del artista.
22 enero, 2024 01:16A los 14 años empezó a anotar en libretas sus primeros chistes, llegando a atesorar hasta 50.000. En la década de los ochenta ya cobraba 500.000 pesetas -3.000 euros- por gala, actuó ante Pinochet y Cantinflas, y a punto estuvo de representar a España en Eurovisión en 1970 junto a su primera esposa, Conchita Alcaide.
Finalmente, el elegido fue Julio Iglesias (80 años) y su Gwendolyne. Hablamos de Eugeni Jofra Bafalluy, conocido artísticamente como Eugenio. Al igual que los (eu)genios, una sola palabra era suficiente para alcanzar la inmortalidad. Ahí están Cher (77), Madonna (65) o Raphael (80).
La vida del humorista vuelve a la actualidad por la famosa coletilla a la hora de empezar los chistes -Saben aquell…-, que da nombre a la película de David Trueba (54) nominada a 11 Goyas en la 38ª gala de los Premios de la Academia. El protagonista que encarna a Eugenio en la cinta es David Verdaguer (40), mientras que el gran amor de la vida del artista lo interpreta Carolina Yuste (32).
En la producción también aparecen Mónica Randall (81), Pedro Ruiz (76) y Lara Dibildos (52), que hace de su madre, Laura Valenzuela. Para hablar del fenómeno social que supuso Eugenio, EL ESPAÑOL se ha puesto en contacto con su primogénito, Gerard Jofra (54), que revela a este medio las luces y sombras de un hombre que de estar en lo más alto de la pirámide de la fama terminó cayendo al vacío.
Falleció en 2001 a los 59 años. "Murió de un infarto. Tuvo muy claro cómo y cuándo iba a morir. Por algún motivo, se le había metido en la cabeza cuál tenía que ser el final de su vida. Yo estaba a punto de ser papá primerizo, nació mi hija, se la presenté y falleció de un infarto fulminante en la pista de baile del Oliver y Hardy de Barcelona. Lo tenía todo milimetrado", confiesa Gerard.
¿Cuál fue el punto de inflexión para que su padre cayera en picado?
Sin duda, la muerte de mi madre. Con Conchita encontró todo lo que un hombre ansiaba, como el amor, la estabilidad, la compenetración, la amistad… Falleció cuando yo tenía 11 años y dejó a mi padre muy tocado con dos hijos pequeños. Antes de perder la batalla contra el cáncer le puso como misión que nos cuidara y eso hizo. Mi madre era un ser con mucha luz, un ángel como hay pocos, muy cariñosa, luchadora, generosa y no tenía prejuicios. Todo el mundo la quería.
Si se echa la vista atrás, Conchita es la artífice del éxito.
Su encuentro en aquel autobús de línea fue providencial. Mi padre tenía novia formal con quien se iba a casar, pero sufrió un shock emocional muy fuerte, se quedó tan prendado -de mi madre- que dejó a su prometida prácticamente en las puertas de la iglesia. Sabían que estaban hechos el uno para el otro y se casaron en 1967. Al poco tiempo nacimos yo y mi hermano, Ivens. Como buena andaluza mi madre tenía algo especial que cautivó enseguida a mi padre. Era muy echada para adelante y una trabajadora nata.
De no haber sido por ella quizás Eugenio no habría sido lo que fue.
Mi padre había estudiado dibujo en la escuela Massana de Barcelona y entró a trabajar en un taller como joyero. Mi madre era delineante y cantaba de maravilla. Mi padre quiso acompañarla con la voz y aprendió a tocar la guitarra para estar con ella en el escenario. Formaron el dúo Els Dos, con el que cosecharon muchos éxitos. Imagínate, estuvieron a punto de se ser seleccionados para ir a Eurovisión, pero ganó Julio Iglesias.
Por las noches tenían mucho éxito en el pub KM, pero como el repertorio de canciones no era muy extenso se les ocurrió que entre tema y tema mi padre contara algún chiste. Aquella fórmula empezó a cuajar. Cuando mi abuela cayó enferma y mi madre fue a cuidarla durante un par de semanas, Amadeu Molins, dueño del local, le sugirió que contara chistes uno tras otro.
Y así se gestó el mito.
Fue apoteósico. Con el dinero que mis padres ganaron compraron el pub Sausalito y en 1979 grabaron el primer casete de chistes que se agotó en todas las gasolineras españolas. Mi madre fue quien creó al artista. Y fue consciente de ello. Supo quedarse en un segundo plano.
Pero no disfrutó del éxito.
Lamentablemente falleció en 1980, un año después de lanzar al mercado la cinta de chistes. Se quedó viudo con 37 años y nunca lo superó. Mi hermano Ivens y yo siempre hemos dicho que murió de pena.
¿Cuándo empezó a trabajar con su progenitor?
Tenía 14 años. Me agarré a él como una lapa por supervivencia emocional. Me encargaba de toda la infraestructura y le acompañaba prácticamente en todos sus viajes. Recuerdo con mucho cariño las reuniones que tenía con Mingo, Gila, Usa o Chumy Chúmez y en las que me decía: 'Siéntate, calla y escucha'. El sentido del humor y la inteligencia de todos ellos fueron una escuela inmejorable.
Antes de fallecer, Arévalo contaba que le habían timado con sus casetes de chistes. Algo parecido pasó con Eugenio, ¿no es así?
Que en paz descanse Arévalo, uno de los grandes genios que ha dado este país. Tanto él como mi padre fueron los que más cintas vendían en nuestro país. Iba pasando el tiempo y los royalties no llegaban, hasta que se dio cuenta de que le habían estafado. Hubiera ganado un montón de millones, pero al fin y al cabo el dinero es energía, ya que lo ganas por un lado y lo pierdes por otro.
Qué duda cabe de que el concurso 'Un, dos, tres' supuso un revulsivo para numerosos humoristas como su padre, Bigote Arrocet, Antonio Ozores o Gila, ¿qué supuso para Eugenio participar en un programa que llegaban a ver hasta veinte millones de personas?
Todo. Lo supuso todo. Ten en cuenta que en aquella época en España sólo había dos canales y los programas más vistos concentraban muchos millones de personas. Siempre le estuvo agradecido a Chicho Ibáñez Serrador por haber contado con él. Salir en televisión influyó parra que vendiera más de un millón de casetes de chistes y que le llegaran a pagar hasta 500.000 pesetas por actuación. Creo recordar que en el año 1982 o 1983 llegó a hacer como 150 galas, así que multiplica.
Se habló de que despilfarró la fortuna en fiestas, drogas, el juego…
Las drogas no aparecieron en la vida de mi padre hasta seis años antes de fallecer. Había sufrido un primer infarto y tenía miedo, por lo que buscó refugio donde no debía. A eso se sumaron las malas compañías, los problemas de salud y la pérdida de su fuerza que le hicieron caer en una serie de cosas que provocaron que terminara por no conocerle. Nunca antes había probado nada y no entendía que los demás lo hicieran.
No se puede dinamitar la carrera de un tío que ha dado tanto por un país por los errores que haya cometido en los últimos años de su vida. No se debería ensuciar la imagen de Eugenio. Durante ese tiempo me convertí en su propio padre porque tenía que estar pendiente de él, aunque a veces resultaba imposible.
¿Por qué?
Se había casado con Isabel Soto -tercera esposa-. Ella le alejó de la familia. No pretendo juzgarla ni hablar mal de ella, pero no le hizo ningún bien. No quise ser partícipe de su historia de amor, ya que había averiguado que con anterioridad había arruinado a otro hombre. También aparecieron una serie de chupópteros que terminaron por jorobarlo todo.
¿Le ha servido de catarsis la película?
¡Por supuesto que sí! Me ha sanado estar en el rodaje porque he revivido mi infancia, que son los mejores once años de mi vida. He canalizado el dolor que me produjo la muerte de mi madre y me ha servido para aprender a canalizar las situaciones hasta sentirme mejor. En definitiva, me ha curado las heridas que arrastraba desde pequeño. He asesorado al equipo desde el principio, mantuvimos muchas conversaciones, les despejé infinidad de dudas y utilizaron los dos libros que publiqué hace unos años, Saben aquell que diu y Eugenio. Esto ha permitido que pueda desarrollarme mejor, a nivel personal y, por tanto, en lo profesional.
Desde hace unos ocho meses actúo dos noches a la semana en el Llantiol de Barcelona, donde explico chistes de mi propia cosecha que he ido apuntando a lo largo de mi vida -confiesa que tiene unos 25.000-. Como homenaje a mi padre cuento algunos de los más conocidos suyos, como el del ruso y el andaluz, el de las blancas y las negras, el del búho… Aunque ya he actuado muchas veces antes en un escenario, en esta ocasión me está sirviendo para creerme que soy yo, que después de 23 años me doy cuenta de que soy artista. No voy a competir con nadie, que el humor es una forma de vivir y algo imprescindible, y que si la vida es tan corta y la vida es eterna, para qué nos la complicamos tanto. He estado durante muchos años perdido.
A pesar de los pesares, también tiene una espinita clavada tras el estreno de la película.
Bueno, hay mucho ego concentrado. Es una pena que ni me nombren en conferencias, ruedas de prensa o charlas porque, al fin y al cabo, la vida de mi padre la conozco yo. Hice un guión con Albert Espinosa (50) y al final David Trueba lo rehizo y acabó uno completamente diferente del que es autor.
He de dejar claro que he dejado un montón de material original y que el germen de la película surge en 2018 cuando la Warner compró los derechos sobre mis libros. Por más que se haya empeñado la gente me niego a que se manche el nombre de mi padre porque se diga esto o aquello. Parece que sólo interesa lo malo. Y recalco, mi padre no se drogó hasta seis años antes de morir y lo hizo como consecuencia de su enfermedad y las malas compañías.
¿En qué anda involucrado?
Estoy cerrando convenciones. En breve voy a Bilbao a presentar un coche. Estoy pendiente a ver si se cierra la colaboración con un programa de televisión y, quién sabe, quizás haya una segunda parte de la película, ya que esta acaba en 1980. O una serie en Movistar+, que hace unos días estrenó el programa especial Eugenio solo hay uno.