El fallecimiento de Lluís Llongueras -a los 87 años a causa de un cáncer de garganta- pone de relieve a uno de los grandes artistas del siglo XX. Cuando les dijo a sus padres que quería ser peluquero no dudaron en exclamar: "¡Estás loco, estás loco!". Su progenitor era modisto y le habría gustado que siguiera sus pasos.
De su Esparraguera natal se trasladó a Barcelona donde con tan sólo 17 años encontró trabajo como chico para todo en el elitista salón Can Dalmau mientras en lo personal causaba estragos entre las chicas a las que seducía con su charlatanería y gestos galantes. Antes de cumplir la mayoría de edad ya había perdido la virginidad.
Al año siguiente se alistó en el servicio militar y cuando regresaba a casa se dedicaba a peinar a domicilio. Para él, la mujer era un símbolo sagrado que supo reflejar también en la pintura, la escultura y la escritura. "Pero si volviera a nacer sería bisexual", confesó en el famoso Chester a Risto Mejide.
[Muere el peluquero Lluís Llongueras a los 87 años]
Era un picarón. En su más tierna infancia ya apuntaba maneras cuando se colaba en los probadores del negocio familiar para admirar la belleza del cuerpo femenino. Fue tan espabilado como visionario. En 1957, con 21 años, abrió su primer salón Llongueras que sería el embrión de lo que se convertiría en uno de los grandes imperios estilísticos a nivel planetario.
Era fácil ver su marca en Nueva York, Londres, Tokio, París, Buenos Aires... hasta que hace varios años vendió a Franck Provost, una de las grandes fortunas galas calculada en casi 400 millones de euros. Lo hizo porque quería disfrutar de la vida junto a su segunda familia, compuesta por su última mujer, Jocelyn Novella, y los tres hijos de ella, Adrià (29), Antoni (25) y Yasmín (23). Hasta bien entrados los cuarenta no había tenido vacaciones de verano.
A lo largo de su dilatada vida laboral consiguió varios récords inigualables, como la elaboración de la peluca más grande del mundo expuesta en el Museo Dalí como cortina de la habitación Mae West; igualó los sueldos entre ambos sexos; abrió el primer salón unisex en Europa en 1972; dos años más tarde inventó el difusor y en la década de los setenta creó el Método Llongueras con el que se han estado formando decenas de miles de profesionales.
Testigos de los inicios y desarrollo del imperio fueron su primera familia formada por su esposa Lolita Poveda y sus tres hijos, Esther, Cristina -fallecida en accidente de coche en 1991- y Adam. Mientras estaba casado empezó a mantener una relación paralela con Jocelyne, una mujer tan atractiva como inteligente que habla seis idiomas perfectamente. La joven trabajaba en su empresa. Tras más de dos décadas de relación, con tres retoños y una vez conseguido el divorcio le pidió de rodillas que se casara con ella en 2006. Desde entonces han vivido en una preciosa mansión en Pedralbes, la zona más pija de Barcelona.
En 2010 todo saltó por los aires entre los Llongueras. Su hija Cristina le despidió de su propia empresa, PEYMA (Peluquería y Maquillaje S.A.) mediante burofax, iniciándose de esta manera una guerra judicial para ver quién controlaría el susodicho imperio.
Dos años después firmaron la paz, pero no en lo emocional ya que la relación entre todos ha seguido siendo inexistente, tal y como se dejó patente en la boda del 'hereu', Adrià, con la empresaria Lara Ruiz. La pareja dio la bienvenida a su hija Lucía, de casi tres años. La pequeñita le dio mucha vitalidad ya que en los últimos tiempos su estado de salud estaba bastante debilitado. De la otra familia tiene doce nietos.
Los éxitos de Llongueras fueron celebrados más allá de nuestras fronteras. Sin ir más lejos, el inefable Alexandre, estilista de cabecera de Elizabeth Taylor, le otorgó en 1977 el título de Maestro Internacional en París. A destacar también la íntima relación que tuvo con Dalí desde 1961 hasta su fallecimiento en 1989. Cuidó de su característico bigote, le peinaba con esmero, le puso rulos y creó postizos para el tupé de su esposa Gala.
Tal fue su influencia a nivel internacional que un buen día apareció en su salón la Begum Aga Khan, la cuarta y última esposa del Aga Khan III, el líder espiritual de los musulmanes ismaelitas que solía pesarse una vez al año en un plato de una balanza mientras en la otra sus feligreses ponían oro y diamantes hasta igualar su peso. Pero no fue la única de la jet set internacional.
Ideó y perfeccionó la permanente de Cayetana de Alba y acudió a Zarzuela para enseñar a una de las asistentes de la reina Sofía (84) a hacer el brushing, que consistía en peinar con secador y cepillo. También tuvo entre sus manos a Raquel Welch o Bianca Jagger.
Hasta poco antes de la pandemia seguía creando en su estudio de varias plantas ubicado en el Putxet, una de las zonas más elitistas de la Ciudad Condal donde a pocas calles tiene su casoplón Ana Urdangarin, una de las hermanas de Iñaki.