Dicen que detrás de un gran hombre hay siempre una gran mujer. En el caso de Nacho Vidal (49 años), podría decirse que ha habido varias. Al menos esa es la sensación que da viendo la serie sobre su vida que estos días se estrena en Atresplayer Premium. La primera fue su madre, Inmaculada, que tuvo que lidiar con un adolescente rebelde y caliente que detestaba los estudios (a los catorce dejó de ir al colegio y se puso a trabajar), pero pronto le cogió gustillo a eso de frecuentar discotecas y prostíbulos. En uno de ellos conoció a Sara Bernat, una joven de la que se enamoró perdidamente tras permanecer tres días encerrados en la habitación de un hotel. "Aquel polvo me dejó exhausto, casi sin fuerzas, y no pude evitar quedarme colgado", contó luego él. "Me había despedido un viernes de mi novia, con la que llevaba saliendo cuatro años, y volví a verla un martes para decirle que lo dejábamos".
Sara fue precisamente la persona que, a mediados de los noventa, le descubrió los espectáculos de sexo en vivo. "Sara siguió ejerciendo la prostitución y yo la llevaba con el coche a casa de los clientes", relató el catalán. "Para mí no era una cosa normal que mi novia se lo hiciera con otros y le dije: 'Nena, vamos a hacer algo'. Ella me comentó que podríamos meternos a trabajar en un peep show haciendo el amor delante de la gente". Aquello le pareció una "idea muy novedosa" a Vidal, que se presentó una noche en la sala Bagdad de Barcelona, regentada por Juani de Lucía.
Después de hacerle una prueba, la empresaria gaditana decidió contratarlo. "Cada vez que en los ensayos de los espectáculos llegábamos a la parte final, Nacho estaba supererecto y era una máquina", me explicó en una ocasión. "Pero el día del debut, al llegar a la parte del porno, se le encogió (el pene). Salía del escenario con mal humor y una gran frustración, porque al entrar de nuevo al backstage volvía a tener automáticamente una erección. Así estuvo dos semanas".
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Afortunadamente, el de Mataró terminó superando aquel bloqueo en el trabajo y se convirtió en uno de los principales atractivos del local. "Allí estuve trabajando dos años", explicó. "Sacaba diez mil pesetas por dos actos diarios y el domingo descansaba. Entre pase y pase tenía una hora para reponerme y yo la empleaba en irme con un amigo brasileño a un club donde había 150 chicas. Como sabían que trabajábamos en el porno, venían como cuervos. Elegíamos a dos y, cuando acababa el espectáculo, volvíamos a por ellas". A partir de ahí, a Nacho se le presentó la oportunidad de empezar a rodar películas porno. Fue entonces cuando descubrió que con una herramienta de trabajo de 25 centímetros se podía llegar lejos en la industria. "Siempre he querido destacar en algo", llegó a reconocer, "llegar a triunfar, ser conocido, dejar huella, ganar mucho dinero y trabajar solo por diversión. Haciendo porno lo he conseguido".
Su familia, capitaneada por un ingeniero industrial que se hizo rico regentando una empresa textil (y después se arruinó), no tuvo más remedio que aceptar su nueva faceta profesional. "Voy a misa cada domingo, pero también soy progresista. En la vida de mis hijos hay cosas que me gustan y otras que no, pero son sus vidas. Tengo que adaptarme a los nuevos tiempos, ¡no voy a tirarme de cabeza a un tren!", comentó a un periodista la madre del actor, que empezó actuando en largometrajes españoles de bajo presupuesto pero subió como la espuma después de que fijara en él Rocco Siffredi (58), quien llegó a reconocer que nunca había encontrado a otro hombre capaz de realizar sus hazañas sexuales.
Tal y como se cuenta en el libro Confesiones de una estrella porno, unas memorias escritas por el periodista David Barba, Vidal se convirtió entonces en el actor porno más cotizado de Estados Unidos, donde cobró hasta mil dólares por escena. Cuando se cansó de actuar, montó una productora y dio el salto a la dirección. Al mismo tiempo, hizo honor a su fama de conquistador también fuera del set de rodaje. "Soy tan romántico que sigo creyendo en el amor", dijo una vez, "pero todo el mundo sabe que soy una persona infiel, incluso mis novias". En pleno apogeo profesional, mantuvo una apasionada relación con la también estrella del porno Belladonna (41), que según él fue "mi chica favorita, mi actriz favorita, con la que más me gusta trabajar y la mujer con la que mejor sexo he tenido".
Después de romper con la estadounidense, el catalán anunció en la primavera de 2005 que abandonaba el porno por amor a Franceska Jaimes, una modelo colombiana con la que entonces llevaba saliendo un par de años, y con quien tendría dos hijos. Ambos vivieron juntos muchos altibajos, hasta que finalmente optaron por tomar caminos separados. "Franceska es muy fuerte mentalmente, muy fría", aseguró. "Normalmente soy yo quien la busco. Una vez estuvimos un año separados y no me llamó nunca. Aunque suene raro y humillante, me he sentido maltratado psicológicamente por ella. Quiere controlarlo todo".
Durante una de sus muchas idas y venidas con Franceska, el actor llegó a tener una hija con otra mujer. "Su madre me la arrebató y se la llevó fuera de España", comentó en una entrevista. "Me da pena terrible pero procuro no pensar demasiado para sobrellevarlo, porque si no te encierras en el horror y solo quieres morir (...). El día en el que la madre de Candela mintió y me denunció por malos tratos fue el peor de mi vida. Pasé delante de mi niña esposado y custodiado. Aunque la justicia demostró mi inocencia, me crucificaron. Eres culpable por el mero hecho de ser famoso".
Ya en el año 2015, Vidal dio a conocer públicamente la historia de su hija, una niña trans llamada Violeta, y quiso ayudar a visibilizar la dura realidad de los menores trans en una época en la que la organización ultraconservadora HazteOír comenzó a pasear por las calles de Madrid un autobús decorado con mensajes tránsfobos. "Cuando alguien me dice que soy un súper papá, yo le digo que no lo soy, que solo soy un papá, ya que no hay otra manera de ser padre. Yo no cambio a mi hija por nada del mundo. Mi hija es perfecta tal y como es”, confesó hace unos días el actor, que se define a sí mismo como "un padre sufridor", afirma mantener una relación cordial con su exmujer y, sobre todo, presume públicamente de hijos -con Candela retomó el contacto recientemente- cada vez que tiene ocasión.