A lo largo de la historia de la prensa del corazón, los playboys han sido clave para dar forma a destacados personajes de la sociedad -Baby Pignatari con Ira de Fürstenberg (82 años), Philippe Junot (82) y Carolina de Mónaco (65), Günter Sachs junto Brigitte Bardot o Porfirio Rubirosa con Zsa Zsa Gabor o Barbara Hutton- como le ocurrió también a Isabel Preysler (71) cuando una escapada furtiva con el millonario Juni Kalaw, diez años mayor que ella, la sentenció para siempre.
Sus padres, Beatriz Arrastia y Carlos Preysler, decidieron enviarla con 17 años a Madrid para alejarla de las malas compañías que frecuentaba su conquista. Previamente había salido con Bobby Santos o Louie Ismael, que le introdujo en los lugares más cool de Manila, como el Yatch Club y el Casino Español.
María Isabel Preysler Arrastia, a quien llamaban familiarmente Isabelita o Chábeli, se acomodó en casa de sus tíos, Tessy Arrastia y Miguel Pérez Rubio, un eminente diplomático con notables conexiones sociales que iban desde Carmen Franco y Cristóbal Martínez-Bordiú, marqueses de Villaverde -su hija Carmencita fue su primera amiga- hasta la familia Sáinz de Vicuña, entre cuyos miembros destacaban el empresario que introdujo la Coca-Cola en España, el fundador de la Inmobiliaria Urbis, un cónsul de Hendaya y Caballero de la Legión de Honor al servicio de Franco, un jugador de polo.
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Y por diferentes matrimonios entroncaron con los Primo de Rivera, el marquesado de Alhucema y los Bemberg, multimillonarios argentinos dueños de las cervezas Quilmes. ¿La historia es caprichosa? Sí, ya que Lesmes Sáinz de Vicuña Arrascaeta no solo cofundó los jabones Heno de Pravia, sino que era el bisabuelo de Miguel Boyer, tercer marido de Isabel Preysler.
A la pija de Filipinas, como solían llamar a la joven, le encantaba ir de fiesta en fiesta. En una de ellas, organizada por Tomás Terry en 1970, Julio Iglesias le hizo ojitos, con quien después acudiría a los conciertos de Juan Pardo y José Feliciano. No perdieron el tiempo. El 29 de enero de 1971 se casaron en Illescas (Toledo). Julio no era la celebridad planetaria de hoy en día. Había ganado el Festival Internacional de la Canción de Benidorm en 1968 con La vida sigue igual y acababa de representar a España en Eurovisión con Gwendolyne.
A pesar de sus compromisos profesionales en varios países y las infidelidades, al matrimonio le dio tiempo para procrear tres hijos, Isabel (51), Julio Iglesias Jr. (49) y Enrique (47). Isabel no terminaba de encajar en el ritmo de vida de su esposo y mucho menos le hacía gracia cuando se enteraba que algunas jovencitas le habían hecho tilín, por lo que en julio de 1978 ambos firmaron un comunicado que por aquel entonces era una iniciativa novedosa y que el propio artista llevó a la revista ¡HOLA!
Enseguida a Isabel se le quitaron las penas con Carmencita, la princesita de El Pardo, que también se había divorciado de Alfonso de Borbón, duque de Cádiz, con quien tuvo dos hijos, Francisco -fallecido con 11 años en 1984- y Luis Alfonso (48), duque de Anjou, pretendiente legitimista al trono de Francia como Luis XX. Vecinas en el mismo edificio de la calle San Francisco de Sales no tardaron en convertirse en las reinas de la noche.
Quien había sido cicerón de Isabel Preysler en la noche madrileña, su intimismo José Antonio Sáinz de Vicuña, se convirtió en el valedor del romance de la joven con Carlos Falcó, V marqués de Griñón. Antonio era un productor de cine que había programado antes de su estreno comercial un pase privado de Fiebre del sábado noche, en cuya oscuridad del patio de butacas el aristócrata y la socialité decidieron sellar su destino. Toda una declaración de intenciones cuando la novia formal del Grande de España era Sandra Gamazo, hija de Claudio Gamazo y Pimpinella de Hohenlohe y hermana de Ana, casada con el banquero y empresario Juan Abelló (81).
Los tortolitos se veían en secreto en un inmueble en una de las zonas más nobles de la capital. Las familias más pudientes del Madrid no podían creérselo. Carlos Falcó decidió casarse en marzo de 1980 con Isabel en la capilla de la ermita de Malpica de Tajo, en la intimidad y previo pago por la exclusiva a su revista favorita. El chalé de la calle Arga 1 en el exclusivo barrio de El Viso fue el nuevo epicentro de peregrinaje de los paparazzi, ya que Isabel había sentado las bases para ser la genuina reina de corazones. El ajetreo mediático se multiplicó tras el nacimiento de su hija Tamara (41), a quien ha estado preparando para que sea su digna sucesora en el ámbito rosa.
Lo que no estaba escrito en el destino de Carlos Falcó es que iba a probar su propia medicina ya que Isabel empezó a verse en secreto con Miguel Boyer, por entonces ministro de Economía, Hacienda y Comercio de España, casado con la ginecóloga Elena Arnedo, con quien tuvo la parejita: Laura y Miguel. Juan Luis Galiacho (59) explica en el libro Isabel y Miguel, 50 años de la historia de España que Petra Mateos, jefa de gabinete del político, fue la tapadera y cortafuegos para que el romance no fuera de dominio público. El runrún era imparable.
El marqués tenía la mosca detrás de la oreja. Nuevamente, Isabel puso en marcha la maquinaria para salir victoriosa. Negoció con Jaime Peñafiel (90), redactor jefe de ¡HOLA!, para salir en la portada del 19 de febrero de 1983 junto a su esposo para negar su infidelidad. El veterano periodista era consciente de la gran mentira "ya que a veces los personajes te utilizan y otras sabes que te están utilizando, pero te dejas porque interesa a la publicación. E Isabel me usó a mí y a la revista", confiesa a quien escribe estas líneas. Finalmente, en julio de 1985, en la portada de esa misma cabecera apareció el titular "Hemos decidido separarnos" a partir del comunicado enviado por la pareja.
Poco a poco Isabel y Miguel se convirtieron en miembros indispensables de aquel grupo de poder e influencia denominado la Beautiful People que congregaba a los más poderosos del país, como Mariano Rubio, Manuel de la Concha, Rafael del Pino, Paloma Giménez Altolaguirre, Carmen Posadas… El 2 de enero de 1988, Preysler y Boyer se casaron por lo civil en los juzgados de la calle Pradillo a las nueve de la mañana ante la atenta mirada de dos testigos amigos, José María Amusátegui y Margarita Vega-Penichet.
El nuevo matrimonio iniciaría una etapa de glamour sin precedentes cuando se mudaron a la inexpugnable mansión de 2.000 metros cuadrados de la urbanización Puerta de Hierro, cuyo terreno compró el exministro al empresario Fernando Fernández Tapias a finales de los ochenta por la friolera cantidad de 90 millones de pesetas -540.000 euros-. En noviembre de 1992, la socialité acaparó de nuevo la portada de ¡HOLA! para mostrar su morada que a partir de ese momento sería conocida como Villa Meona por sus 13 dormitorios y 14 baños, algo prácticamente inaudito en la prensa rosa patria.
En esa cándida imagen aparecía Isabel con sus dos hijas pequeñas, Tamara y Ana Boyer, nacida en abril de 1989. Es desde este sanctasanctórum en el que la Preysler medita concienzudamente sus apariciones públicas ya que, si no hay un cheque mínimo de 50.000 euros, la señora de la casa no se mueve. El matrimonio Boyer-Preysler fue el ejemplo paradigmático del lujo y la intelectualidad. Ella, codeándose con egregios nombres de la sociedad y él, rodeado de libros insignes. La cara y la cruz de una misma moneda. Juntos viajaron por todo el mundo y le dieron a Ana una esmerada educación.
Para Tamara, tío Miguel, como así le llamaba cariñosamente, fue un guía fundamental en su vida. En febrero de 2012 la normalidad del hogar se alteró cuando el economista sufrió un ictus. Su esposa le cuidó con mimo en casa porque una de las zonas se transformó en una especie de sala médica y de recuperación. Pero el destino le tenía preparado algo peor. El 29 de septiembre de 2014 se quedó viuda. Esta ha sido la única vez en tener este estado.