Es su tercera obra, pero tiene los mismos nervios que siente cualquier escritora debutante. En esta ocasión, la frase del mítico Paco Umbral: "He venido a hablar de mi libro" cobra más sentido que nunca, porque Tania Llasera (42 años) habla con EL ESPAÑOL de su nuevo bebé literario, Mujer tenía que ser... Para todas ls que están hasta el coño.
El título lo dice todo, la bilbaína reivindica la libertad de las mujeres de vivir en su piel sin ser juzgadas, ni cuestionadas, y ahonda sobre temas como la maternidad, el cuerpo, el efecto de las redes sociales, la sororidad o la conciliación. Todo ello bajo su propio prisma, con un lenguaje atrevido y divertido a partes iguales.
Parafraseando el título de su libro, hoy usted diría que está hasta el coño de...
Hoy lo que estoy es superada de ilusión y de agotamiento. Ilusión por sacar un libro, y agotamiento porque es que estoy con siete sartenes a la vez. La carga mental es tal que ando estresada.
¿Cuál ha sido su camino para llegar a la Tania que escribe este libro, libre de complejos y estereotipos?
La Tania de ahora mismo no tiene nada que ver con la de antes. Es verdad que al tener una madre extranjera siempre me ha costado un poco pertenecer a un grupo, con lo cual siempre he ido mucho por libre y he hecho las cosas a mi manera. Siempre he ido a contracorriente. He necesitado muchos años de terapia para llegar al punto donde estoy ahora, para poder valorarme, verme, quererme y aceptarme tal y como soy, tanto mental como físicamente.
¿Qué trabajo interior ha hecho?
Empecé porque estaba muy perdida con la fama, me costó mucho digerirlo. Empecé por ahí y luego me costó también casarme y aprender la idea de que podía tener hijos y seguir trabajando de la imagen. Yo tenía como muy concebido que una vez que eres madre, como dejabas de ser apetecible. También me he trabajado laboralmente. Saber que puedo hacer más cosas que salir en televisión, que soy mucho más que un cuerpo... Esto me ha ayudado a fluir con la vida y a no fustigarse por cosas que no puedo cambiar, solo cambiar lo que realmente está en mi mano y no volverme loca.
En el terreno profesional le ha ido bien, pero ¿recuerda algún momento incómodo en el que se haya sentido juzgada por su físico?
En su día me pidieron que me operara las tetas y la nariz, y yo estoy convencida de que he trabajado mucho justamente porque soy distinta y porque tengo una nariz torcida y unas tetas pequeñas, y no soy como las demás. El cuerpo no es un ornamento, es un instrumento para vivir la vida. Pero claro que ha habido momentos difíciles, como cuando engordé y cambié de peso en 2014 por dejar de fumar. Ahí se me fustigó muchísimo. También se me ha movido como una muñeca de un lado a otro, se me ha medido físicamente o por la juventud, o por la maternidad... A las mujeres se nos tiene tan acostumbradas a ser enjuiciadas por nuestro físico, nuestra juventud, que ya ni lo vemos.
Parece que hay una fiebre por los retoques estéticos, muy auspiciada por la visibilidad que dan las redes sociales, ¿cómo lleva usted el paso del tiempo?
Si a ti te educan pensando que tu poder es la apariencia y la juventud, es normal que estés previniendo e intentando arreglarte. Yo estoy deseando que pase el tiempo por mi físico, que pase el tiempo por mi cara y tener canas, porque me parece que tiene mucha más personalidad. Estoy deseando llegar a ese punto, que tiene mucho de libertad. Espero ser una viejecita con rollo.
En el libro refleja mitificada que está la maternidad. ¿Qué castillitos en el aire se le han caído después de tener a sus hijos?
Muchos. Yo adoro a mis hijos, pero me aburre muchísimo ser madre, porque es muy redundante, repetitivo, está lleno de miedos e inseguridades, de culpa, de responsabilidad y ya no vuelves a ser la misma. La Tania de antes de tener hijos está enterrada, pero ahora soy una mujer mucho más completa, mucho más llena de amor, de humanidad, de comprensión y de empatía hacia las demás madres.
Hablando de madres, la suya está muy presente en el libro. ¿Ha sido ella el espejo en el que te has mirado?
Por supuesto, mi madre no es sólo mi mejor amiga, sino mi mayor y más fiel consejera, la que más quiere, la que quiere que yo florezca y la que más orgullosa está de mí. Además, es una mujer con la mente muy abierta, muy creativa, y también muy complicada. La admiro muchísimo.
Abandera el movimiento de neutralidad corporal, ¿en qué consiste?
No deja de ser una especie de versión del body positive, pero este es como quiérete todo el rato y la neutralidad corporal lo que quiere decir es acéptate tal y como eres. El cuerpo no tiene por qué ser ni bonito, ni feo, es un cuerpo que funciona y con eso ya es suficiente. Eso no quiere decir que te conformes con lo que eres, puedes trabajarte. La ideal es que hagas las cosas por ti, no por los demás.
¿Quién ha engañado a las mujeres con el concepto de 'superwoman' que trabaja, se ocupa de la casa, los niños y encima de estar estupenda?
En parte la sociedad, que le viene bien que estemos ahí ocupadas en todo menos en lo que tenemos que ocuparnos, que es cambiar el mundo. Y en parte también las redes sociales, que nos venden una versión edulcorada de la feminidad. La llave de la solución es la hermandad entre mujeres, la tribu, como yo lo llamo, y el ayudarnos los unos a los otros.
[Tania Llasera abandona Mediaset: "Han sodo 11 años que hoy llegan a su fin"]
¿No tiene la sensación de que a veces falta apoyo entre las mujeres?
Sí, y me da mucha rabia, porque además el feminismo está mal entendido en este país y se radicaliza mucho. Lo único que quiere decir el feminismo es que queremos los mismos derechos y las mismas oportunidades.
¿Educa a sus hijos en igualdad?
Obviamente los educo con los mismos derechos e igualdades, aunque cada uno tiene su propia personalidad, eso no tiene nada que ver con el género. Tienes que tunear y customizar la educación que das para que luego sea igualitaria y luego que abran la mente, que viajen, que vean, que hablen, que vivan la vida.
El capítulo Abordescentes se refiere a la bordería intrínseca a la adolescencia, pero ¿cómo fue la suya?
Yo fui la peor adolescente de toda España. Me escapaba de casa, tuve hasta encuentros con la policía... De hecho, no sé cómo puñetas he salido medio decente. Aunque tampoco me metí en drogas ni nada, pero porque nunca las he necesitado. De hecho, mi gran frase cuando me ofrecían era: "Voy servida. Gracias".
Al final del libro tiene una mención especial a su padre y a su marido, los dos hombres más importantes de su vida...
Mi padre es un tío adelantado a su época y siempre me ha respetado, me ha cuidado y me ha guiado. Es un gran ejemplo para mí. Y mi marido, me costó muchísimo encontrarle y me gusta mucho todavía. Después de diez años de casada y 14 de relación eso me parece un pequeño milagro.