El drama de Arantxa Sánchez Vicario: la niña prodigio que lo tuvo todo y lo perdió todo: amor y dinero
Rozó la gloria en el mundo del tenis, pero ha tocado fondo en el terreno personal. No tiene relación con su familia y su marido la ha abandonado tras dejarla en la ruina.
18 febrero, 2018 01:58Noticias relacionadas
Nada más cumplir los 4 años de edad Arantxa Sánchez Vicario (46) cogió su primera raqueta y comenzó a introducir su cabecita en una disciplina en la que más tarde se consagraría como la número uno del mundo. Los 29 títulos logrados en sus 17 años de carrera deportiva le otorgaron unas cifras astronómicas de ingresos que han sido los culpables de sus eternos problemas sentimentales. La peligrosa combinación de amor y dinero se interpuso en su vida y en su elección entre la familia o la pareja.
Este sábado saltaba a los medios la noticia de que Josep Santacana, marido y padre de los dos hijos de la extenista, le ha pedido el divorcio, la custodia de los menores y, además, abandonaba el domicilio familiar llevándose todos sus bienes y trofeos a un apartamento en el que vivirá junto a su nueva novia. Un revés inesperado para Arantxa pero más que augurado por el resto del clan Sánchez Vicario, que ya alertó a la deportista de las malas intenciones de su pareja y más aún después de que le otorgara todo el poder de su patrimonio al nombrarle gestor absoluto de sus ingresos y cuentas.
Sin embargo, y desafortunadamente para Arantxa, no es la primera vez que sufre un fracaso amoroso ni tampoco la primera vez que pierde dinero por una nefasta gestión económica. Ni siquiera cuando todavía seguía batiendo records en las pistas de tenis podía gozar de una vida acorde a su éxito deportivo.
Uno de los mayores puntos de inflexión en su trayectoria vital y profesional fue su boda con el periodista Joan Vehils en el año 2000. Contrajeron matrimonio en el Castillo de San Marcial de Cerdanyola de Vallés, en un enlace al que acudieron grandes personalidades del panorama nacional como José María Aznar (64) y Ana Botella (64). No perduraron como marido y mujer hasta que la muerte los separara, ya que anunciaron su divorcio apenas año y medio después de darse el 'sí, quiero'.
Fue en esa época, en plena resaca de la separación de su primer marido, cuando Arantxa tomó una gran decisión: retirarse de las pistas de tenis. En una multitudinaria rueda de prensa, la tenista dio a conocer que abandonaba su faceta profesional. En su discurso utilizó unas palabras que fueron muy analizadas y que tiempo después se entenderían con mayor claridad: "Me retiro para conquistar mi libertad", dijo, ya que sus padres controlaban hasta el momento todo cuanto hacía e ingresaba.
En ese momento la deportista quiso tomar las riendas de su vida y de cuanto había generado tras casi dos décadas entregada al máximo a su pasión. Después de continuas trabas para acceder a su situación económica real y tras consultarlo con asesores financieros, Arantxa comprobó que existían irregularidades en sus cuentas y que Hacienda le reclamaba dinero por una mala gestión en algunos de sus movimientos. Concretamente, le exigía 1,7 millones de euros por impago de impuestos durante 1989 y 1993, periodo en el que sus padres estaban a cargo de su patrimonio. Así que, una vez que obtuvo todos los datos, presentó dos demandas ante el juez contra sus progenitores por posible gestión fraudulenta de su fortuna.
Corría el año 2009 cuando interpuso la primera demanda a sus padres. Ya llevaba un año casada con Josep Santacana, lo que agravó aún más la situación con su familia, pues éstos sospechaban de las malas intenciones del marido de Arantxa, puesto que no tenía trabajo y por tanto ningún tipo de ingreso. El hombre solamente acumulaba deudas y unos 'antecedentes' con una expareja que ya auguraban el destino final que le esperaba a la tenista junto a él. Pero, debido a que, en el pasado, el clan Sánchez Vicario 'falló' a su niña prodigio, Arantxa ya solo confiaba en su marido, tanto que le otorgó el poder absoluto de la gestión de sus bienes -que hoy sufre sus consecuencias-.
La guerra de la deportista con su familia ha llenado decenas de publicaciones en diarios y tertulias en televisión, por este motivo decidió poner tierra de por medio e instalarse junto a su esposo en Miami. Con él tuvo dos hijos, Arancha y Leo, de los que ahora pide la custodia Santacana. Pero entonces todo parecía idílico. Vivían con todos los lujos posibles, primero en el barrio de Brickell, una zona llena de rascacielos y mucho poder adquisitivo, y desde el año pasado en la costa de Florida, en un ático con vistas al mar donde tenían como vecinos a personalidades tan eclécticas y modernas como David Guetta.
Parecía que tras afirmar que "sus padres la habían anulado como persona" era capaz de rehacer su vida. Pero llegaron los momentos de sequía. En los que sus 30 millones de euros se iban desvaneciendo poco a poco hasta el punto de tener que vender sus viviendas de Formentera y Barcelona e incluso el yate en el que tanto les gustaba navegar en la temporada estival. Su familia seguía advirtiéndole sobre su marido, eso sí, ella se enteraba de sus advertencias gracias a los medios, ya que entre ellos ni se hablaban.
Esa inexistente relación entre los Sánchez Vicario se escenificó en febrero de 2016, cuando Emilio Sánchez Benito, el padre de Arantxa, falleció tras años de lucha contra un cáncer y el azheimer que padecía. La extenista acudió a dar el último adiós a su progenitor, en lo que parecía una 'tregua' familiar, para homenajear al patriarca estando todos unidos. Pero cuando apareció en el lugar junto a Santacana, sus hermanos los expulsaron del tanatorio y uno de ellos, Javier, mantuvo, incluso, un forcejeo con su marido. A la salida, Arantxa explicó ante todos los medios congregados lo ocurrido dentro y declaró que su propia familia le había "vetado" la entrada a la despedida de su padre. En medio de esta terrible estampa, María Luisa Vicario, la viuda, sufría un desmayo y tuvo que ser atendida por una ambulancia.
Totalmente distanciada de los suyos, rodeada de personas que se aprovechan de su posición y ahora abandonada por su marido, quien además le ha robado su fortuna y quiere quitarle a sus hijos, Arantxa no levanta cabeza. Atrás quedaron los años dorados en los que su mejor y más fiel compañía era una raqueta, la única con la que tenía la felicidad asegurada.