Puede que su pasado como actriz le sirva para desenvolverse en un plató de televisión. Marcela Topor (38 años) conoció a Carles Puigdemont (53) en 1998 en una gira teatral que la llevó de su Rumanía natal a Girona, donde se celebraba la primera edición del festival de teatro amateur El Pati, consolidado con los años en la agenda cultural de la ciudad.
Sus conocimientos de actuación le pueden servir ahora para las entrevistas que hace en su propio programa, Catalán Connections, en un pequeño canal catalán. Le servirán incluso para sonreír sin ganas, como hizo antes de verano cuando le preguntó al cónsul de EEUU en Barcelona por la independencia y no recibió la respuesta esperada.
La primera dama catalana defiende los postulados independentistas con el fervor de un converso. Y lo hace tanto en su labor de entrevistadora, como de articulista o de primera dama.
La primera vez que Topor pisó España fue como actriz, entonces su actual marido era periodista. No hay que esperar nada del futuro, que siempre hace lo que le da la gana. De aquel primer encuentro surgió una relación que se consolidó rápido. Puigdemont viajó hasta Iasi, de donde es su mujer, para cortejarla. Se volvieron a ver una vez en París y la siguiente ya era en Girona. En 2000 se casaron: en Roses con celebración laica y en Rumanía por el rito ortodoxo.
El actual presidente de la Generalitat era entonces un periodista vocacional y subjetivo (no tiene estudios universitarios y siempre ha sido independentista) que había empezado su carrera con 17 años en Amer, el pueblecito donde nació. En pleno romance con su actual esposa dio un gran salto profesional: en 1999 le encargaron desde la Generalitat impulsar la Agencia Catalana de Noticies. Cuando la Mars, que es como llaman los amigos a Topor, aterrizó en Girona, tuvo las puertas abiertas al periodismo nacionalista subvencionado.
Periodista en inglés
Pero con el rumano y el inglés no se podía trabajar en un medio catalán y Topor dedicó un tiempo a labores de traducción. En pocos años el matrimonio impulsó un medio catalán en inglés, el mensual Catalonia Today, nacido en 2004 y destinado a los extranjeros que viven en Cataluña. Un medio que recibió casi medio millón de euros en subvenciones de 2004 a 2010. Aquí encontró Topor su lugar: periodista en lengua inglesa. Algo que pudo desarrollar mejor cuando en 2014 El Punt-Avui (también nacionalista subvencionado) se hizo con las licencias de televisión de Canal Català.
Poca audiencia (el 0,1%) para una cadena en el que Topor tiene un programa propio que no ha dejado ni cuando se ha convertido en primera dama. En Catalan Connections entrevista a personajes que le parecen interesantes, siempre en inglés, en un inglés correcto que los medios afines a su marido han calificado de perfecto. Porque todo lo que suele hacer este matrimonio llega a algunos medios revestido de un halo intocable. Ella es, según han dicho algunos periódicos, "dulce, alegre, positiva, educada, decidida, trabajadora" (Ara, 13-01-2016).
Incluso cuando su marido llegó a la presidencia, un periodista aseguró en TV3, entre risas y aplausos, que con una mujer "tan guapa y tan diferente" él siempre iría a casa a dormir. Es lo que hace Puigdemont: va cada día a Barcelona a trabajar desde Girona (120 kilómetros por trayecto), donde vive con su mujer y sus dos hijas (Magalí y María), con quienes intenta llevar una vida normal.
Porque Topor sigue con su rutina: se levanta temprano y lleva a las niñas al colegio (uno público municipal), trabaja y pasa la tarde con las pequeñas siempre que puede. Aficionada al teatro, alguna noche baja a Barcelona para ver una obra, aunque al hacerlo con su marido se ve con la obligación de saludar a los actores y atender a la prensa, algo que no le gusta.
Urbanización elitista
Viven en una elitista zona de la ciudad, la urbanización Girona Alta, al lado del golf. Allí, los vecinos están encantados. "La verdad, es un gusto tenerlos de vecinos", comenta a JALEOS una vecina. "Son muy discretos, no se les ve ni a ella ni a él", añade, "y si los ves es a primera hora, hacia las 8.30 de la mañana. Y además siempre hay Mossos por la calle, también discretos".
Meses antes de llegar al cargo de presidente, los Puigdemont intentaron vender su casa. La ofrecían por 700.000 euros, en plena crisis, porque es un bonito chalet con jardín (sin piscina) situado en un barrio silencioso con preciosas vistas. La llegada al cargo truncó la venta. Como truncó muchas cosas en el matrimonio. Puigdemont tiene ganas de volver a su casa, una Girona que quiere a su vecino más ilustre.
Allí, muchos recuerda las largas piernas de la primera dama. Marcela Topor y Carles Puigdemont son moteros y de sus paseos sobre ruedas ha quedado la imagen de ella como copiloto. Le gusta llevar vestidos y faldas, aunque vaya en moto, lo que hace que las piernas luzcan má, recuerda un vecino, en un comentario indiscreto. Pero ya no salen.
Desde que Puigdemont, Puigdi para sus amigos, es presidente de la Generalitat, la pareja ha tenido que contenerse, tanto en sus costumbres como en su imagen. Lejos queda el día en el que Topor, emocionada en el Parlament, le estampó un morreo a su marido tras ser investido president. La pareja quiere volver a esos días.