Este domingo se cumplirá un año del fallecimiento de una de las leyendas de la fotografía de moda, Bill Cunningham. Tenía 87 años y durante casi la mitad de su vida recorrió en bicicleta las calles de Nueva York -concretamente del barrio de Midtown- en búsqueda de la mejor fotografía de street style. Pasó por numerosos medios pero fue en The New York Times donde desarrolló el grueso de su trabajo. Y fue tal el prestigio y respeto que consiguió que incluso la dama de hierro de la moda y directora de Vogue, Anna Wintour llegó a decir: “Si Bill fotografía una tendencia, sabes que en seis meses estará de moda en todo el mundo. Él ve cosas de las que ni yo ni mi equipo nos damos cuenta”.
Se dice de él que era una persona humilde y un profesional intachable. Y así fue precisamente como se le retrató en el documental de Richard Press Bill Cunningham New York (2010), una grabación en la que queda patente que Cunningham era mucho más que un fotógrafo. Considerado el precursor del street style, fue un cronista visual que llegó a convertir la fotografía de moda en su propia rama de antropología cultural.
Su pasión por la moda le vino desde muy pequeño, "en la iglesia no podía apartar los ojos de los sombreros de las mujeres", relata el fotógrafo en el documental. De hecho, comenzó su andadura en el mundillo como diseñador de sombreros hasta que se dio cuenta de que era, a través del objetivo, la mejor forma de explicar su visión de la moda. Ese ‘algo diferente’ que tan atractivo le resultaba y que, incansablemente repetía, no se encontraba en la pasarela sino en la calle:
El mejor desfile de moda es la calle. La calle me habla. Yo no decido nada y para que eso pase tienes que estar ahí. A mí no me dicen que se van a llevar las faldas por la rodilla. Lo veo. Aquí no hay atajos. Tienes que quedarte en la calle y que la calle misma te lo diga.
Buscaba siempre la diferencia. Pero pese a que prefería el street style, Cunningham nunca se perdió un desfile. Era un imprescindible de la Semana de la Moda de Nueva York. Recordaba todas y cada una de las colecciones que había visto y, fiel a su ética y compromiso, nunca se cortó a la hora de decir lo que opinaba sobre ellas en pro de la moda. Vivía por y para la fotografía, era una auténtica biblioteca andante y por eso consiguió ser -sin buscarlo- uno de los mejores.
EL HOMBRE DE LA CHAQUETA AZUL
Para todo aquel que no trabajase en moda, Bill Cunningham no era más que un señor con chaqueta azul que paseaba en bicicleta. Pero para el sector esa chaqueta se convirtió en todo un símbolo. Mas que bolsillos, no tenía nada de especial. No era de marca -le costó tan solo 20 dólares en el Bazar Hôtel de Ville de París-, pero sin duda alguna, demostraba su peculiar personalidad.
Las chaquetas se rompen y se arruinan. Me gustan las cosas simples y con los pies en la tierra. Soy toda una contradicción, porque luego me encantan todas esas señoras con los vestidos de ensueño.
Por eso, el pasado septiembre durante la Fashion Week de Nueva York posterior a su muerte, los fotógrafos le rindieron un cariñoso homenaje luciendo todos la misma chaqueta azul.
Prueba de que pese a que ya no esté, el legado de Bill Cunningham sigue (y seguirá) inspirando a todo el sector de la fotografía y la moda que, durante más de 40 años, disfrutaron de su experiencia y gran visión de estilo.