Una de las imágenes más características de la reina Margarita II de Dinamarca (83 años) es sujetando con majestuosidad un pitillo. Sus padres, Federico IX de Dinamarca e Ingrid de Suecia, le instaron a fumar tras proponerle una primera calada y, de los 17 a los 83 años, la exsoberana tuvo una adicción perenne a la nicotina. De hecho, la llamaban popularmente La reina del cenicero.
Sus problemas de salud a raíz de la operación de espalda sufrida el año pasado provocó que recapacitara sobre sus hábitos y paulatinamente se fue despidiendo de los pitillos.
No es la única figura entre los royals europeos que ha tenido vicios como cualquier mortal. EL ESPAÑOL ha descubierto entre los diferentes linajes otros hábitos confesables… o no.
Sin duda, entre las familias reales los que más páginas han acaparado en cuanto a escándalos y vicios son los Windsor. Mientras vivió, la princesa Margarita de Inglaterra -tía carnal de Carlos III (75)- se lo pasó en grande haciendo lo que le dio la real gana. A pesar de que su padre, Jorge VI, muriera de una dolencia relacionada con el tabaco, eso no evitó para que la princesa empezara a fumar en la adolescencia. Durante años, empalmó hasta tres cajetillas diarias de Chesterfield, por lo que llegó un momento que decidió pegar cajas de cerillas a los vasos para que le resultara más fácil encender los pitillos mientras hincaba el codo con güisqui Famous Grouse.
En las fiestas a las que solía acudir se decantaba por la ginebra. Sus escandalosas fiestas en la isla privada de Mustique fueron legendarias desde que su propietario, Colin Tennant, III barón Glenconner, le construyera una mansión para su uso y disfrute. En vida sufrió de hepatitis, tuvo varios infartos cerebrales y sufrió de depresiones profundas.
Su sobrino nieto, el príncipe Harry (39), también fue una de las presas favoritas de la prensa sensacionalista de su país durante su adolescencia al coquetear con alucinógenos como la ayahuasca y, tal y como confesó en sus memorias, también le dio a la cocaína y la marihuana, que usó para combatir diferentes episodios depresivos. Con 16 años, su padre le concertó una cita con el centro de desintoxicación Featherstone Lodge, ubicado al sur de Londres. ¿Quién no ha olvidado la famosa portada del diario The Sun cuando en 2005 apareció disfrazado de nazi con sus colegas en una fiesta alocada en Las Vegas? Aquello fue un escándalo monumental.
Su progenitor, el rey Carlos III de Inglaterra (75), tiene obsesión con sus manos, ya que le encanta que estén en contacto con la naturaleza, especialmente, con la tierra. En cierta ocasión, uno de los españoles que solía frecuentarle dijo a EL ESPAÑOL que sus dedos son los de "un campesino". Además, se las limpia varias veces cada hora porque no soporta tocar objetos que no le resultan cotidianos.
Las aficiones por las mujeres están a la orden del día en diferentes cortes, algunas de las cuales, tienen hijos secretos o ilegítimos reconocidos. Es el caso de Alberto II de Bélgica (89) que mientras estuvo casado con Paola de Bélgica mantuvo una relación con la baronesa Sybille de Selys Longchamps (82) con quien tuvo una hija, Delphine Boël (55), que en 2020 fue reconocida como hija y que actualmente tiene el apellido Sajonia-Coburgo-Gotha.
En Suecia, Carlos XVI Gustavo (77) tuvo que lidiar con la biografía El monarca reticente de Thomas Sjöberg, donde se desvelaba que sentía una pasión inusitada por prostitutas, participaba en orgías y que entre sus amantes figuraba Camilla Henemark, vocalista del grupo Army of Lovers. Además, hace unos años, uno de los hobbies favoritos del monarca sueco era invertir en bolsa donde ganó importantes cantidades de dinero.
Obviamente, dentro del epígrafe de los infieles, Juan Carlos I (86) merece una mención especial, pero a estas alturas de la película el pueblo ya es consciente de sus escapadas a casa ajena.
[El día que la emérita Sofía descubrió que Juan Carlos le era infiel con Bárbara Rey]
Con respecto a la relación de los royals con las drogas, algunos dieron mucho de qué hablar en su época. Por ejemplo, la zarina Alejandra era adicta al opio. Su médico, el doctor Eugenio Botkin, se lo recetaba hasta aburrir. También habría que destacar que despidieron al anterior especialista de la esposa del zar Nicolás II porque aquel la trataba normal cuando ella, que era hipocondríaca, quería que la tratasen como una enferma.
Luis Fernando de Orleans, hijo de la infanta Eulalia de Borbón y primo de Alfonso XIII, fue una de las figuras más incómodas en la Belle Époque ya que era un cocainómano e incluso tuvo trapicheos con contrabando de drogas. En la corte española, las reinas Amalia y María Luisa eran adictas a fumar puros. En el caso de esta última su obsesión llegó hasta tal punto que incluso fumaba mientras paría.
La Casa de Wittelsbach tuvo muchos quebraderos de cabeza con Alejandra de Baviera, que siempre pensó que se había tragado un piano de cristal cuando era pequeña. Sus padres veían que caminaba de forma extraña por los pasillos de palacio porque cada vez que iba a entrar por una puerta lo hacía de lado, ya que creía que el piano iba a chocar contra la pared. En cierta ocasión, se quedó dormida y un médico trajo un piano. Al despertarse comentó: "Ale, ya lo he vomitado". La princesa también sufría Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) porque estaba obsesionada por la limpieza y, como consecuencia, se iba a dormir muy pronto porque dedicaba bastantes horas a este ritual.