Los británicos han despedido este 19 de septiembre a la reina Isabel II en un funeral de Estado al que han asistido más de 2.000 invitados, entre miembros de casas reales y líderes políticos de todo el mundo. Un hecho histórico, que ha tenido lugar en la Abadía de Westminster donde la emoción ha sido el sentimiento reinante.
Carlos III (73 años) no ha podido reprimir las lágrimas, y en un momento de la ceremonia fúnebre, ha roto a llorar rompiendo el protocolo que dicta que se deben contener los sentimientos en público. Han pasado 11 días desde que falleciera la monarca británica, y hasta hora, en todos los actos que habían tenido lugar a raíz de su muerte, el recién proclamado rey se había contenido. No ha podido más y ha tenido que ser consolado por su esposa Camilla (75), la reina Consorte. Carlos esta mañana decía adiós para siempre a su madre.
Los hijos de Guillermo (40) y Kate (40), George (9) y Charlotte (7), quienes han dado muestras de un exquisito comportamiento durante todo el funeral a pesar de sus cortas edades, también han roto a llorar. Enternecedora ha sido la imagen de la hija mediana de los príncipes de Gales que lo hacía de manera desconsolada, llevándose incluso las manos a la cara. Ambos bisnietos mantenían una relación muy estrecha con Isabel II.
Los príncipes de Gales con sus hijos se habían trasladado hace escasos días cerca de Windsor para estar cerca de la monarca por sus problemas de salud; y George y Charlotte habían abandonado su antiguo colegio para comenzar curso escolar en un nuevo centro, más cerca de su bisabuela. Caprichos del destino, el mismo día que los niños empezaban el colegio Isabel II fallecía.
Aunque las lágrimas que han llamado la atención, mejor dicho la lágrima, ha sido la que ha derramado Meghan Markle (41). Se ha producido a la salida de la abadía cuando trasladaban el féretro con los restos de la monarca a Windsor para ser enterrada junto a su esposo, el duque de Edimburgo. La esposa de Harry de Inglaterra ha limpiado su mejilla con los guantes que portaba en sus manos.
La relación con la soberana británica en el último tiempo había mejorado aunque seguía existiendo cierta tensión. Aunque Harry era el nieto preferido de Isabel II, el megxit los había distanciado. Días antes de su muerte, el hijo pequeño de Carlos y Diana había rechazado la invitación de su abuela a pasar unos días en Balmoral.