Todos los ojos están puestos en él y sustituir a Isabel II no parece tarea fácil. Mientras el Reino Unido llora la muerte de su reina eterna, su primogénito da sus primeros pasos como jefe de Estado. Por el momento a Carlos III (73 años) le está acompañando la polémica, pues en dos de los actos que ha presidido ha sido protagonista de sendos arranques visibles de mal humor, que no han gustado ni a la opinión pública, ni a sus súbditos.
Aunque en público se ha mostrado cariñoso con el pueblo británico, agradeciéndole sus condolencias, en su faceta institucional se presenta como una persona mucho más seria y firme ante algunas situaciones imprevistas. La reina consorte, mientras, ha tratado de frenar ese carácter impulsivo sin llegar a conseguirlo del todo.
Las imágenes del monarca pidiendo con vehemencia que le retiraran un tintero el día de su proclamación o su terrible enfado al mancharse con una pluma mientras firmaba en el libro de invitados en el castillo de Hillsborough durante su visita a Irlanda del Norte han dado la vuelta al mundo.
EL ESPAÑOL se ha puesto en contacto con tres expertos profesionales para analizar lo que esconden estos gestos sobre el verdadero carácter de Carlos III, algo que podría condicionar el rumbo del reinado que ostenta. De momento, parece diferenciarse bastante del de su madre.
Moisés Ruiz, experto en liderazgo político y profesor de la Universidad Europea, considera que Isabel II le ha puesto el listón muy alto con su entrega y profesionalidad a lo largo de más de 70 años portando la corona.
"Una de las virtudes de la Reina es que sabía estar en el sitio correspondiente, estaba dónde debía estar y también colocaba a su entorno donde ella consideraba. Entonces, Carlos ha tenido un perfil discreto, un perfil bajo y yo diría que el suyo es un liderazgo por hacer o un liderazgo por descubrir", confiesa.
Moisés es claro respecto a una cuestión, el nuevo monarca "ha heredado el trono, pero no los afectos. El carisma no se hereda, ni la confianza, ni el cariño. Todo eso se lo tiene que ganar y de momento Carlos III no va en esa línea, sino en una línea de distanciamiento". Destaca que no es lo mismo ser rey, que es algo que te corresponde por dinastía, que ser líder. El afecto y el cariño del pueblo, a su juicio, es el que consolida la monarquía y evita que sea algo irrelevante.
Este medio también ha consultado a otros dos expertos en el análisis de los gestos para que interpreten exactamente lo que revelan de su carácter. Sonia El Hakim, Presidenta de la Asociación Española de Comunicación No Verbal y directora del Máster en Comunicación No Verbal y Habilidades Directivas de la Universidad Europea Miguel de Cervantes, cree que los dos polémicos momentos del rey Carlos que tanto han llamado la atención dicen lo mismo: "Es una persona impaciente, es decir que no tiene paciencia ante los problemas que le van surgiendo. También reflejan que se trata de una persona irritable y, aún más importante, que tiene falta de autocontrol. El momento de la pluma cuando dice: 'No soporto esta maldita cosa', refleja ira", asegura.
El Hakim plantea qué pasará cuando surjan problemas más graves si pierde el control por estos problemas menores: "¿Qué hará entonces? Al final esta baja tolerancia a la frustración es lo que no debe tener una persona que aspira a ser líder. Él tendrá un liderazgo formal, no lo dudo, pero no natural. A lo mejor a nivel formal sí que está preparado para ser Rey, pero a nivel de características personales le viene un poquito grande las responsabilidades que va a tener que asumir. Nos ha dejado claro que la comunicación hierática que tenía su madre a él no le caracteriza".
En el mismo sentido de pronuncia Javier Torregrosa, director de investigación y formación, comunicación no verbal científica y comportamiento humano. Basándose en un análisis de neurociencia facial determina que la personalidad de Carlos III tiene dos características: "La hipersensibilidad, la fragilidad y su falta de resistencia, tanto física como de carácter. Una personalidad muy alejada de la de su madre, que era mucho más fuerte y menos susceptible. También destaca su falta de control emocional ante las situaciones que le pudieran contrariar".
El experto, además, comparte con este medio lo que significan algunos de los gestos que se pueden ver cuando se queja de las manchas de tinta que le ha dejado la pluma que utiliza para firmar. "Carlos golpea la mesa con su mano izquierda. Es importante destacar que es su mano izquierda, que está dominada por el hemisferio derecho del cerebro, que es el encargado de los actos espontáneos y no controlados. A partir de aquí podemos saber que está en una situación de cierto descontrol. Luego la mete en el bolsillo, este gesto está etiquetado como una microdisimulación. Lo realizamos cuando estamos incómodos por alguna circunstancia y no queremos exponernos".
La expresión de su rostro cuando intenta limpiarse y pronuncia la frase: "Odio esta maldita cosa", da buena nota de su fuerte carácter. "Este es uno de los gestos más llamativos. Su labio superior se eleva y las cejas bajan, gesto inequívoco de asco combinado con ira. Además, sus manos están en lo que etiquetamos como una posición de cuchillo abierto con tensión, y su significado es agresividad. Está muy enfadado, con asco y poco controlado hasta este momento", concluye Javier.