Ella fue quien acaparó todo el protagonismo en el último Baile de la Rosa con un espectacular vestido que eclipsó al resto de las Grimaldi. Una gran hazaña si tenemos en cuenta que ellas son las royals más elegantes de Europa. Alexandra de Hannover cumple 23 años en un momento de florecimiento mediático. Aunque siempre ha estado presente, poco a poco ha ido escalando puestos en popularidad y también en estilo revelándose como digna sucesora de su madre y su hermana.
Ella es la hija más desconocida de Carolina de Mónaco (65 años), su ojito derecho, y la única descendiente de su matrimonio con Ernesto de Hannover (68). Pese a su discreción, en realidad Alexandra es la única princesa real de palacio, ya que sus hermanos por parte de madre no tienen títulos nobiliarios. En cambio, la benjamina del clan ostenta el tratamiento de Alteza Real, además de ser duquesa de Brunswick y Lüneburg y princesa de Gran Bretaña e Irlanda, ocupando el puesto duodécimo en la línea de sucesión al trono monegasco.
Pese a ello, su papel institucional es casi inexistente y sólo se deja ver en actos importantes del Principado, como el Día Nacional, el Gran Premio de Fórmula 1 o la festividad de Santa Devota, acompañada de su familia. Muy protegida desde que era pequeña por Carolina, la vida de Alexandra se ha desarrollado bastante al margen del ojo público, especialmente en sus primeros años. Este ha sido su camino y sus momentos claves hasta el despertar público que está protagonizando.
1. Sus primeros años alejada de palacio
Alexandra de Hannover nació el 20 de julio de 1999 y creció a las afueras de París, en la mansión de sus padres de Le Mée-sur-Seine. Estuvo en la capital francesa hasta que cumplió diez años y entonces fue cuando se mudó al Principado, una decisión motivada por la ruptura de sus padres. Allí se matriculó en la escuela católica Francisco de Asís-Nicolas Barré, donde estudió hasta que se graduó en secundaria. Posteriormente estudiaría Ciencias Políticas y Filosofía en Nueva York. Habla cuatro idiomas: alemán, inglés, francés e italiano y es una gran lectora.
2. Apasionada del deporte.
El patinaje artístico ha sido una de sus grandes pasiones y lo ha practicado a nivel profesional, llegando a representar a Mónaco en los Juegos Olímpicos Europeos de la Juventud en 2015. En su primera entrevista, la princesa confesaba: "Aunque tuve que dejarlo un año antes de acabar mis estudios de bachillerato, quedará ahí como un aspecto clave de, su nivel de exigencia. Tenía, por supuesto, que aparecer cada día en los entrenamientos, pero había algo mejor: el saber que nadie podía hacerlo por mí. Al deporte le da igual quién seas o de dónde procedas. Debes esforzarte igual que los demás. En el deporte está claro que nada se regala". Como no podía ser de otro modo, porque le viene de tradición familiar, también le gusta la equitación y el esquí, pero también el fútbol.
3. Una difícil relación con su padre, Ernesto de Hannover
Desde que sus padres se separaron -aunque oficialmente no han llegado a divorciarse-, Alexandra ha vivido con Carolina de Mónaco y su relación con Ernesto de Hannover ha sido escasa y lejana. Se han visto poco, aunque se encuentran al menos una vez al año en Nueva York y en algún evento familiar como la boda de su hermano, Christian de Hannover (37) con Sassa de Osma (34).
Aún así, la vida de excesos y polémicas del príncipe alemán no van en consonancia con la de sus descendientes. Un detalle definitivo que escenifica la poca cercanía de la joven con Ernesto fue su conversión al catolicismo, que tuvo lugar en 2018, tras cumplir la mayoría de edad. Alexandra había sido bautizada el 19 de septiembre de 1999 en la Iglesia Evangélica Luterana de Hannover, según las creencias de su progenitor, pero educada en la fe de su madre. Este cambio de religión provocó que Alexandra perdiera su puesto en la línea de sucesión al trono británico, aunque lo cierto es que ocupaba un lugar tan lejano, el 411, que tampoco tenía demasiada importancia.
4. Sigue el legado familiar como icono de moda
Sólo tenía 12 años cuando asistió a su primer desfile de Alta Costura de Chanel acompañando a su madre y a partir de ahí su idilio con la moda no ha hecho más que afianzarse. La menor del clan Grimaldi es una invitada habitual de las semanas de la moda y asiste en solitario a los desfiles de firmas como Dior, Valentino o Mugler. Como sucede con muchas de las royals jóvenes de esta generación, de vez en cuando asalta el armario de su madre. Ella misma lo confiesa, asegurando que tanto ella como su hermana Carlota Casiraghi (35) o sus estilosas cuñadas, Beatrice Borromeo (36) y Tatiana Santodomingo (38), son un ejemplo a seguir.
"Tengo que reconocer que cojo muchas cosas del armario de mi madre. Ahora que todos nos hemos concienciado de que debemos cambiar nuestra forma de comprar invirtiendo menos y mejor, supongo que coger cosas del armario de mi madre es más sostenible. Mis cuñadas, mis hermanas o mi madre, todas tienen un estilo increíble y disfrutan arreglándose, así que nunca me falta inspiración", decía en una entrevista concedida en 2020.
Aunque no tiene redes sociales públicas, Alexandra demuestra su sentido de la moda en cada aparición pública. Es versátil y se mueve con comodidad entre los estilismos casual, los provenzales y los diseños de alta costura como el de Giambattista Valli en blanco y rojo que lució el pasado 8 de julio en el Baile de la Rosa y con el que acaparó todos los flashes.
5. Enamorada de un millonario alemán
Pese a que sus antepasadas, tanto Carolina como Estefanía (57) han tenido un pasado sentimental bastante azaroso, Alexandra, al igual que sus hermanos, lleva una vida sentimental estable y tranquila. Conoció a su novio con solo 17 años y desde entonces no se han separado. Él es Ben-Sylvester Strautmann (22), un joven que proviene de una familia de millonarios alemanes, criados en la Baja Sajonia, la misma región de la que proviene su padre, Ernesto de Hannover. Es jugador de baloncesto y está completamente integrado en la familia Grimaldi.
Pese a tener sangre real, Alexandra de Hannover sueña con poder llevar una vida lo más discreta posible: "No soy aún del todo consciente de que yo pueda tener una voz. Tampoco de mi condición de princesa, trato de no pensar en ello sin dejar de agradecer, por supuesto, lo privilegiada que he sido. Pero quiero una vida normal".