Bodegas Bilbaínas acaba de sacar al mercado, con el comienzo del año, un vino de alta gama que se llama Viña Vicuana. Botella bordelesa, pesada, con lacre, de baja producción y de la añada 2018, procede de uno de los viñedos del mismo nombre y de 12 hectáreas que la bodega posee en el término de Haro. Aparece otro vino grande en Rioja, y otro golpe de tuerca de Codorniú, la propietaria de la firma, en su más potente bodega de vinos tranquilos.
Bilbaínas es una de las bodegas más importantes de España, en producción, en viñedos y en historia. Se funda con ese nombre en 1901, pero la bodega estaba ya desde 1859, ubicada en el mismo sitio, en el Barrio de la Estación de Haro, en plena Rioja Alta. Se llamaba Savignon Freres y era propiedad de una familia francesa. Cuando surge en Francia la plaga de la filoxera, un insecto que se come y destroza las raíces de las viñas, muchos bodegueros y “negocians” o intermediarios, buscan donde abastecer a sus mercados y un buen porcentaje de ellos se fijan en España, donde “aún” no ha llegado la plaga. Luego nos caería de pleno, pero ya se había conocido los métodos para combatirla, y no fue tan grave.
El renacimiento de La Rioja afrancesada
Rioja fue la elegida por muchos de ellos como los hermanos Savignon y concretamente porque por Haro pasaba un ferrocarril que llevaba hasta Bilbao, donde desde su alhóndiga el vino cruzaba en barco a Francia y se podía distribuir. Sin embargo, fueron empresarios españoles, fundamentalmente vascos, los que invirtieron en bodegas y de allí salió un buen puñado de bodegas centenarias, como Rioja Santiago, La Rioja Alta S.A. la CVNE (Compañía vinícola del Norte de España) López Heredia – Viña Tondonia, Gómez Cruzado, todas alrededor de las vías del tren, para constituir el mítico Barrio de la Estación de Haro.
Santiago de Ugarte y su familia fundan Bodegas Bilbaínas, y en plural, porque eran muchas bodegas, además de la riojana, las había en Valdepeñas, en Aragón, Valencia… y el negocio se articulaba en función del ferrocarril. Cada una de las bodegas estaban a pie de tren, y de allí salían los vinos a granel en grandes bocoyes de madera de unos 10.000 litros que bien se vendían como estaban, o bien se trabajaban en las plantas embotelladores que tenían en Madrid, Bilbao o Valencia, donde salían las botellas etiquetaditas y tan bien puestas. Se exportaba, además, mucho; y se dice que Winston Churchill era un gran aficionado al Viña Pomal.
La empresa se fue quedando tan solo con lo de Haro y pasó a cotizar en bolsa. En agosto del 91 la CVNE lanza sobre Bilbaínas una OPA hostil que conmocionó al mundo del vino. Ambas grandes bodegas estaban pared con pared. La operación la detiene, sin embargo, un empresario vasco, José Luis Urdantilleta, que en el 94 contrata como enólogo a José Hidalgo, uno de los grandes del mundo de la enología española. Y todo cambió.
Recuerdo que a principios del 95 visité a Hidalgo y la bodega. Bajamos a los calados subterráneos que había en la parte de abajo, los más grandes de todo Haro. Daban miedo. Tres kilómetros y medio de galerías llenas de telarañas, mohos, donde envejecían barricas a oscuras. Depósitos de hierro, de cemento y poliéster. El pobre Hidalgo luchaba y consiguió con los años convertir aquello en una bodega limpia, ordenada con depósitos modernos.
El gran vino de la casa era, y sigue siendo, el Viña Pomal, marca creada en 1904, una de las más longevas; también contaban con Viña Zaco y algunas en blancos como Viña Paceta. José Hidalgo me llevó a visitar los viñedos, 120 hectáreas espectaculares, donde había fincas que se llamaban Pomal, Zaco, pero también Vicalanda y Vicuana. Algo maravilloso y completamente distinto de las lúgubres profundidades que había bajo la bodega. También me mostró el andén del tren donde cargaban y que se conserva.
La llegada de Ribera de Duero
Pero lo más importante es cuando me enseñó un vino nuevo que estaba cambiando la historia de Rioja. Se trataba de La Vicalanda; y cambiando la historia porque sorprendentemente esta poderosa denominación se estaba quedando atrás. Había surgido Ribera de Duero con unos vinos completamente distintos. La enorme mayoría de los riojanos eran vinos de color teja o más evolucionados, con una nariz donde las largas crianzas en barrica daban tonos de madera que dominaban claramente, lo mismo que los tonos de especies. En boca eran ligeros, de paso fácil, muy domados. Eran ricos, pero demasiado clásicos. En Ribera era al revés, los vinos salían con un color muy tinto, la nariz era básicamente frutal, y en boca eran poderosos, robustos, carnosos.
El impulso inicial de Ribera se debía básicamente a que Rioja le había dejado el camino libre a los vinos modernos. La Vicalanda era uno de los nuevos vinos modernos que aparecían en Rioja. En total eran tres. Dominio de Conté de Bodegas Bretón y Barón de Chirel de Marqués de Riscal. Estos tres mosqueteros supieron marcar la línea a los nuevos riojas que muy pronto demostraron su poderío.
Bilbaínas en manos de Codorniú
En 1977 Codorniú, la gran firma de Sant Sadurní d´Anoia, compra Bilbaínas e inician una nueva etapa. José Hidalgo siguió allí unos años; y concretamente en el 2005 saca un vino que se llama Vicuana, lo mismo que ahora, sólo que entonces era Vicuana a secas y ahora va con el Viña, delante. Lo recordaba y lo encontré en mis archivos, tenía parecido con este pero es distinto. Duró en el mercado tan sólo dos años hasta el 2007 en que Hidalgo dejó la casa y, junto con su colega Ana Martín, montaron Ampeloenos, una empresa de asesoramiento de vinos, que actúa por toda España con mucho éxito, y que son una garantía de calidad.
El Viña Vicuana del 2018 tiene un 80% de tempranillo y un 20% de graciano. Esta vez es la mano de la enóloga Mayte Calvo la que dirige la operación. Tiene un color vivo muy oscuro con reflejos violetas, como si fuera un vino joven. La nariz es muy intensa, con fruta roja, por un lado, dominando, aunque salen también recuerdos de moras. Aparece el monte bajo, como la jara y un ligero toque de pimienta negra. En boca es muy potente, estructurado, con tanino, a mi juicio un poco duro, lo que indica que mejorará mucho con el tiempo. Es un vino de guarda, muy serio. Su precio es de 50 euros y lo merece.
La finca Vicuana se adquirió en 1918, es decir, tiene más de un siglo de existencia y por tanto zonas de viñedo muy viejo. Es normal que en 2005 se sacara un vino que expresaba esa tierra y ahora salga otro, o los que sean menester. Bilbaínas tiene mucha fuerza.