En la provincia de Valladolid, hay muchos sitios que merecen el desvío. Como el restaurante La Botica de Matapozuelos o las bodegas de la Ruta del Vino de Rueda. Se trata de una zona vinícola, cultural y de naturaleza, pero la gastronomía es otra de sus puntas de lanza.
Y entre muchos restaurantes, también destacan sus propuestas dulces. Muchas que no esperarías encontrar en una zona tan tradicional. Y es lo que nos pasó al descubrir la que hoy nos ocupa, una pastelería y confitería de diseño en un pueblecito de apenas 800 habitantes. ¿Su singularidad? Que se encuentra en el meandro más grande de un río de Europa, el del Duero, en plena Reserva Natural de Riberas de Castronuño Vega de Duero. Bienvenidos a Xokoreto, un espacio, que merece la pena el viaje.
¿Qué hace una pastelería como tú en un sitio como este?
Es lo que se puede preguntar cualquiera que lo conozca. Pero la vida y los triunfos son de los valientes. Así lo fue José Ignacio Colinas Rodríguez, más conocido como Catacho, que dejó el bar de copas donde trabajaba para meterse a hacer un curso de pastelería en León.
Aquello cambió el rumbo de su vida, le hizo encontrar su pasión y aferrarse a ella. En 2013 abría su primera pastelería y lo hacía en el pueblecito de Castronuño, famoso porque es la zona donde todos se desvían para admirar la solemnidad del enorme meandro que forma el Duero a su paso por allí.
Y lo hizo lanzándose a la piscina, con una aventura que arrancaba de otra forma, con un espacio muy pequeñito en el centro del pueblo, en el que solo se podía comprar y llevar. En 2021, dieron un paso adelante, creciendo en espacio y cambiando de ubicación, a una zona en la que por las ventanas, se admira el impresionante paisaje reclamo del pueblo.
"Si en el otro espacio me calificaron de loco, cuando abrí en este enclave, directamente lo hicieron de trastornado" ríe al recordar Catacho, creador y CEO de Xokoreto. "Castronuño es un pueblo muy pequeño, de unos ochocientos habitantes. No se entendía una pastelería así en un sitio tan pequeño."
Por fortuna, "hace dos años quisimos dar un paso más allá y ampliar la oferta, dando la posibilidad de la gente viniera a desayunar o a comer helado artesano. Y no solo un helado de vainilla o chocolate, sino algo diferente, cogiendo productos muy nuestros como el queso, el vino o la lavanda de una explotación cercana", nos sigue contando.
Con esta especialización en mente, quedaban que los clientes aceptaran el espacio en sí. "Lo bueno es que no vivimos solo de los habitantes del pueblo, sino del turismo, de toda la gente que viene a visitar la zona", afirma. ¿La sorpresa? Que cuando empezaron, apenas tenían una o dos personas esperando a ser atendidas y en poco tiempo, cuadruplicaron su venta y llegaron a tener colas de más de media hora para comer un helado o desayunar.
Dulces de siempre, de temporada y helados
Y fueron sus dulces y estos helados los que los hicieron famosos. Sus vitrinas, siempre a rebosar, están llenas de bollería tradicional, pequeños y deliciosos postres individuales, tartas -ojo a la de queso- bizcochos, galletas... De estas últimas, las cookies de chocolate y las de limón y jengibre son todo un portento.
Y por supuesto, dulces de temporada. Porque trabajando como lo hacen, era necesario que incluyeran entre su propuesta algo adaptado a cada época del año. De buñuelos de viento a coronas de San Blas, pasando por roscones de reyes y hasta pan de muertos por el día de todos los santos.
Lo mejor, si los visitas en estos meses, es llevarte a casa alguno de los turrones de su línea especial 'Wine Selection', otras de sus grandes creaciones. Del Verdejo de Javier Sanz viticultor, con el vermú Corito o con un tinto de la D.O Cigales de Félix Salas. Todos ellos igual de sorprendentes.
Una pastelería de diseño e innovación en el mundo dulce
Lo que se vende en Xokoreto es importante, pero también lo es el lugar donde se ubica. Todo tiene un porqué. "Hicimos una inversión grande en la pastelería, porque estamos en un espacio único y queríamos que éste, también fuera también un espacio único", recuerda.
Cuando entras a Xokoreto, si cierras los ojos, podrías estar en una pastelería de cualquier gran ciudad y no en la de un pequeño pueblo de Valladolid. El nombre hace alusión a la palabra chocolate en japonés. Te recibe un almendro, porque muy cerca de aquí comienza la senda de los almendros y un mostrador curvo representando la forma del meandro.
Hasta su logo habla del lugar donde están, con una forma curvada, que es la propia curva del río y la pata posada de la garza real, la reina de la Reserva Natural Riberas de Castronuño Vega de Duero. A todo ello, suman una sala de catas, en la que acogen a productores de la zona y a la que han llamado Ardea, que es el nombre científico de las garzas.
Por si fuera poco, Catacho también se sedica a la pastelería creativa. En 2017 se coronó con el premio a la Mejor Torrija Innovación con un refresco de torrija. En el 2019 quedó segundo con un árbol, el torrijo, un árbol cuyo fruto era como un pistacho, que cuando lo abrías tenía una esterificación de torrija dentro. Y no es lo único, porque este 2023, se volvió a coronar como Mejor Torrija Innovación.
Y lo hizo con un trampantojo, las Tringles. Dentro de un bote de las conocidas patatas fritas, metió una torrija en forma de patata frita crujiente, aunque en este caso no estaba frita sino horneada. Fue todo un éxito.