Reservar en un restaurante, a estas alturas, debería ser algo muy normal. Eliges compañía para ir a comer o cenar; eliges restaurante y procedes a reservar por la página web del restaurante donde, normalmente, introduces tus datos y una tarjeta de crédito como garantía en caso de cancelación -recordándote que tienes 24h para proceder a su cancelación- y se te remite un correo confirmando que todo está correcto. Hasta aquí todo debería ser normal. El cliente obtiene su reserva y el restaurante tiene planificada su ocupación y sabe del espacio del que dispone. Hasta aquí, sería el escenario ideal tanto para el cliente (sujeto activo) y el restaurante (sujeto pasivo).
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Al restaurante le defino como sujeto pasivo, porque -y lógicamente está pendiente de la última decisión del cliente, que es el sujeto activo- él decide y hasta el último momento nos tiene en sus manos. Y cuento esto, porque en la actualidad existe un problema muy serio con las reservas, y máxime si la capacidad del restaurante es pequeña y muy limitada.
Entramos a exponer el problema de las reservas y lo que se denominan los no shows: aquellas reservas que se han efectuado con antelación y llegado el día no solo no se presentan, sino que además, cuando se va a cobrar la penalización por no acudir al restaurante (esa mesa ya no se puede cubrir, excepto extrañas casualidades), la tarjeta no tiene fondo y no puedes resarcirte por el daño producido.
La educación, que es el gran problema de los no shows, se tiene como otra serie de valores, o no se tiene, y ese es desgraciadamente el nudo gordiano de este problema
La casuística es tan grande que podríamos escribir y escribir solamente sobre este tema. En el fondo existe una práctica habitual: empezando la semana se planifica el fin de semana y se efectúan reservas en varios restaurantes y, al final, entre todas las opciones elegimos uno, al resto no vamos y, evidentemente, no cancelamos.
Está claro que este problema, que es de mala educación, está generando un conflicto muy serio en la hostelería y desde dentro nos encontramos indefensos. Además de generar pérdidas importantes que suponen muchas veces a restaurantes pequeños el beneficio de ese día.
¿La solución? Sinceramente, es muy difícil. Podemos exigir tarjeta como garantía, tarjeta de prepago y luego descontar de la factura, confirmar telefónicamente y volver a reconfirmar en el mismo día (que además de tedioso, a la gente cumplidora es lógico que le aburra y se pregunten, pero bueno, si ya reserve…, qué pesados), pero al final de todo dependemos de la empatía y de la buena educación de nuestros clientes.
Aclarar que la inmensa mayoría de los clientes son amables, educados y responsables pero, como sucede en general en la vida, este pequeño reducto de maleducados, hacen que vayamos de cabeza y nos veamos obligados a efectuar unos controles que al final resultan agotadores y pesados, y además con resultados nada favorables, porque la educación, que es el gran problema de los no shows, se tiene como otra serie de valores, o no se tiene, y ese es desgraciadamente el nudo gordiano de este problema.
La solución real para combatir sería mediante los distintos programas de reservas. Crear un sistema que detecte la reserva sistemática en otros restaurantes, e impedir hacer más reservas, con independencia. Sería conveniente por todos los restaurantes exigir un pago previo por reserva para descontar de la factura final del cliente y crear listas de clientes que les sea imposible reservar cuando sistemáticamente se comprueben que tiene no shows sistemáticamente.
Estás posibles soluciones, evidentemente, con la picaresca muy dada en nuestro país, se podrían saltar, claro, está, con nombres y cuentas diferentes. Sin embargo, asumimos soluciones proactivas para evitar este problema y seguiremos hablando del mismo problema…
Por último, matizar que los restaurantes, cuando un cliente anula con la antelación debida y nos permita gestionar el espacio, estamos súper agradecidos. Así lo demostramos dando las gracias a aquellos que, sabiendo que no van a poder asistir, nos llaman y anulan, y nos permiten actuar y, a la vez, permiten a otro cliente en lista de espera poder acudir a esa mesa, a veces tan necesaria para cuadrar los números de nuestras economías.
El debate está servido, muchos no estaréis de acuerdo con estas reflexiones y pensaréis que exageramos y no es para tanto. Otros seguramente reflexionéis y ante el próximo fin de semana, si tenéis algún problema, llamaréis al restaurante y nosotros de corazón os estaremos muy agradecidos.
Y recordar hacer gala de buena educación es uno de esos valores de los que estamos más necesitados todos hoy en día y, como todo, si se práctica nos hace un país grande.
Gracias si habéis llegado hasta aquí por vuestra paciencia.