Representa una línea moderna, expresiva, audaz, por parte de una bodega considerada tradicional, que no quiere decir anclada en el pasado, sino que cuenta con un público fiel que reclama los vinos que les gustan desde siempre, y que no pueden defraudar.
Este nuevo vino es un guiño a otro tipo de público, tanto en el diseño de las etiquetas, como en contenido en el interior de la botella. El vino se llama Rayo y la bodega es Olarra, ubicada en pleno Logroño y perteneciente, claro, a la denominación de origen calificada Rioja.
Bodegas Olarra es una firma histórica, el año pasado cumplió 50 años, fundada por Luis Olarra, entonces presidente de Altos Hornos de Vizcaya, junto a otros industriales de la ciudad de Bilbao. En aquel año, 1973, el conjunto de la denominación de origen dio un salto adelante con la llegada y consolidación de nuevas bodegas, algunas procedentes de capital jerezano y otras del País Vasco.
Olarra fue una de ellas y sus propietarios fueron pioneros en la construcción de bodegas monumentales, como la que les construyó el arquitecto Juan Antonio Ridruejo, conocida como la “Gran Catedral de Rioja”.
La firma se asienta en marcas como Cerro Añón, Olarra, Añares… que a lo largo de sus años ha ido evolucionando a todos los niveles. Tras Luis Olarra la bodega pasó a manos de otros acereros, concretamente la familia Ucín; y en la actualidad al frente de la casa esta la tercera generación.
Ella está constituida por los hermanos Pedro y Luis Limousin Ucín, el primero al frente de la dirección comercial, y el segundo en la dirección técnica acompañado por Javier Martínez de Salinas, enólogo histórico de la casa; y por su primo Marcial Zapke Ucín, que dirige la administración de la firma. Tres hombres jóvenes con las ideas claras que, como es lógico, aportan modernidad a todo, pero respetando la historia.
En 1985 fundaron una bodega “boutique”, Ondarre, situada en Viana, también en la D.O.ca. Rioja, donde elaboran una colección de vinos, ligados a las diferentes parcelas. De las 200 hectáreas que controlan, reconocen 700 viñedos distintos, con los que hacen sus diferentes y originales elaboraciones. Mayor de Ondarre en tintos, y Valdebarón en blancos me parecen los más destacados.
Rayo procede de la casa madre. El concepto es curioso, con la idea de que un rayo no cae dos veces en el mismo lugar, en la finca donde lo elaboran, Viñedos el Cortijo se llama, el vino sale de las condiciones climáticas concretas de cada año, la que define cada cosecha. Esto pasa en todos los vinos, claro, en que las añadas pueden ser muy distintas; pero aquí no se busca corregir y afinar, sino que hacen la mínima intervención enológica. Lo definen como un vino sin ataduras. Y para ser sin ataduras el Rayo 2021 ha salido muy rico.
La finca tiene 8 hectáreas. Está plantada con las variedades tradicionales riojanas de tempranillo, graciano y mazuelo. El primer Rayo salió en 2019 y este es el tercero. Cada año el vino es distinto y la etiqueta es de un color diferente. En este ha tocado el rosa. El vino tiene una nariz muy expresiva, moderna, intensa, donde aparece mucho fruto rojo, recuerdos balsámicos, regaliz o palo luz. La boca tiene estructura, equilibrio y potencia; pero con tanino amable, de muy buen paso. Su P.V.P. es de 15 euros.
“Rioja en Movimiento”, proclaman, y la verdad es que se agradece, que bodegas de tanta trayectoria, apuesten también por la decidida modernidad.