Se ha ido el último heredero de la saga familiar de Zalacaín, el mítico restaurante de Madrid que conquistó por primera vez las tres estrellas Michelin en España. El cocinero Javier Oyarbide falleció este pasado viernes 5 de enero a la edad de 58 años, según pudo saberse por Miguel Garrido, presidente de la Confederación de Empresarios de Madrid, que compartió el pésame a través de su cuenta personal de X.
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La trágica noticia llega cuatro meses después de haber dicho adiós a otra de las grandes figuras de Zalacaín: Benjamín Urdiain, al frente de la cocina del restaurante hasta 2002 y presidente de honor de la Asociación de Cocineros y Reposteros de la Comunidad de Madrid (ACYRE), moría el martes 15 de agosto a los 84 años.
Javier, hijo de Jesús Oyarbide y Consuelo Apalategui (los fundadores de Zalacaín), se puso al mando de este local y del restaurante Príncipe de Viana junto a su hermano Iñaki (fallecido en 2015) tras la muerte de sus padres. A su lado también abrió el ya clausurado restaurante IO, situado cerca del Estadio Santiago Bernabéu, una propuesta más informal donde servían platos basados en las recetas de su abuela.
Referentes del mundo gastronómico como Alberto Chicote también dedicaron unas palabras para despedir a Oyarbide. "No puedo más que expresar mi pena, fue para mí un referente desde que trabajé en Zalacaín. Era yo un chaval y tuve la oportunidad de entrar a trabajar en ese gran templo y de conocer a Benjamín, a Iñaki, y a Javier. Miembros de esa familia, al fin y al cabo Benjamín también lo era, que dio la vuelta a la restauración española. Le voy a echar de menos escribía el chef y presentador madrileño en su Instagram.
Asimismo, la Academia de Gastronomía de Madrid rindió homenaje a Oyarbide con el siguiente mensaje: "Se nos ha ido un grande de la gastronomía y una persona auténtica y maravillosa. Hoy Benjamín Urdiain te recibirá con su Bacalao Tellagorri de vuestro Zalacaín en el cielo”.
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Luis Suárez de Lezo, presidente de la Academia, completó el adiós con este otro texto en su perfil de X: "No sólo era un gran cocinero y un profesional muy relevante de la historia reciente de la gastronomía española, también era una persona generosa, cariñosa y buenísima con sus amigos".