A Carlos Díaz (Gante, 1964) se le iluminan los ojos cada vez que alguien con acento español cruza la puerta de Te gusta, el bar de tapas gallegas que dirige junto a su esposa Christine desde hace tres años en Gante, Bélgica. Dentro, la puerta que lleva a la cocina, también lleva a un museo-tienda del Barça en el que este belga de padres toledanos vuelca su pasión por el club de futbol en todo tipo de objetos y detalles. Su sueño: que Carles Puyol un día cruce también esa puerta.
Pimientos de padrón, pulpo a la gallega, zamburiñas...las diferentes tapas escritas en la gran pizarra que ocupa una de las paredes de Te gusta le dicen a uno en qué tipo de sitio se encuentra. Su nombre puede dar también alguna pista, la bandera de España que cuelga de la puerta delantera, también. Algo que, sin duda, le ayuda a no pasar desapercibido, aunque el bar se encuentra a 15 minutos del centro de Gante en bici, en el número 45 de la calle Victor Braeckmanlaan, no está precisamente en el epicentro de la ruta que suele tomar el turista. Aunque, para este belga, eso quizás sea lo de menos, se gana al barrio y al pueblo llevando la cocina patria a sus vecinos, aunque si cae algún español, mejor que mejor.
Esta oda a las tapas gallegas la hace en honor a su hermana, que vive en Sanxenxo y a la que visita tanto como puede, "España es como una droga para mí. "Ella se mudó a Galicia, mientras que Carlos decidió quedarse en la ciudad medieval de Gante, la ciudad donde nació después de que sus padres dejaran atrás Toledo en busca de trabajo.
De Galicia a Gante
De cocinar esas tapas se encarga su esposa Christine Criel, que chapurrea buen español sin problema alguno. "Boquerones no quedan, pero gambas sí" canta desde la ventana abierta que conecta la sala con la cocina. Ella se soltó con la gastronomía patria tras conocer a Carlos y su familia y, cómo no, con sus muchos viajes a España. Todo ello ha resultado en una entrañable mujer llena de desparpajo que tan pronto te hace unas croquetas, como unas navajas a la marinera o unas albóndigas en salsa de tomate.
"Muchos de los productos", cuenta Carlos, que atiende las mesas, "vienen de España" y son tratados con respeto, aplaudiendo sus raíces con elaboraciones tradicionales. Se ven frescos y bien presentados en la vitrina antes de ser cocinados. El pulpo hervido en su punto con pimentón (de La Vera) y aceite de oliva virgen extra y el marisco viaja desde Galicia y pasa por la plancha sin necesitar nada más. No falta la tortilla, ni la ensaladilla rusa. Y, para rematar, unas croquetas que dan la talla y recuerdan a los belgas que su receta se hace con bechamel.
A la hora de beber, los ojos del matrimonio apuntan también hacia Galicia: por supuesto, no falta el albariño, ni la cerveza Estrella de Galicia, también hay ginebra Nordés, disponen en una de las vigas de muchas de sus botellas que hacen las veces de decoración, hasta con un jarrón que soporta una vela en una mesa. Detrás, colgada de la pared de ladrillo visto, una bici que Carlos ha montado pieza a pieza estampada en rojo y azul.
Detalles no le faltan para hacerlo en un sitio tan acogedor. No podría ser de otra manera con Carlos y Christine como anfitriones, que abren las puertas de su casa -literalmente, ya que viven en el piso superior- hasta las tantas si hace falta y su simpatía abruma incluso más que los chupitos de licor café para brindar por la victoria del equipo de la selección española femenina de fútbol. El vasito de Carlos, ilustrado con el escudo del Barça, claro.
Mucho más que un club
Este bar de tapas no es lo único salta a la vista cuando uno pedalea por la esquina de la calle, anexo a su bar de tapas, se encuentra el otro espacio en el que Carlos invierte el resto de sus horas: la Barça Shop. "Antes jugaba al fútbol, pero el médico me dijo que tenía que parar, quería hacer algo con el Barça, hicimos la Peña Barcelonista de Gante, hice el coche... cuando hago las cosas quiero hacerlas bien". La pasión de este belga con raíces españolas por el Barcelona Futbol Club le ha llevado a trabajar desde hace tiempo en un museo tienda que cuenta con prácticamente todo lo que uno pueda imaginarse con el estampado blaugrana.
"Quiero que la gente del club venga para comer y ver lo qué está pasando aquí" pero por allí ya han pasado muchas caras conocidas, incluidas la de Patrick Kluivert y Ronaldinho que visitaron la tienda de paso por Bélgica y firmaron, bajo petición de Carlos, el capó de su Volkswagen Golf MK1 Cabriolet Quartett 1800, todo customizado por él con los colores y el escudo del Barça, claro.
Ese es sin duda el artículo de su tienda-museo que más llama la atención, imposible no hacerlo. Apenas lo saca a pasear, por miedo a que se raye y acabe perdiendo las firmas. También tiene una maqueta del estadio con luces de neones capaz de hacer sonar el himno del equipo, un sillón que el mismo Carlos ha tapizado con las camisetas de jugadores como Messi. En los pocos metros cuadrados (pero más que suficientes) que ocupa la tienda, el argentino está muy presente. Su rostro está impreso en un par de zapatillas deportivas que ha pintado Díaz a mano -otro de sus hobbies-, al igual que el de Maradona.
Pero son muchos más los artículos que conforman la colección de esta Peña Barcelonista de Gante y que Díaz expone en sus estanterías y vitrinas, y hasta en montones apilados por el suelo. La mirada, sobreestimulada, se va a todas partes, también a las paredes del pequeño aseo que el museo comparte con el restaurante, estampado con la bandera blaugrana y con un escudo en la puerta del equipo que indica "lávese las manos al salir" en flamenco.
Una inversión de tiempo, dinero y cariño incalculable que Díaz atesora con orgullo y que algún día espera que tenga su recompensa en forma de visita, la del exfutbolista del F.C. Barcelona, Carles Pujol. Es su mayor sueño, por el que ha escrito incluso al programa de televisión belga 'Fábrica de sueños' (De droomfabriek) para que le ayude con la tarea. Ojalá estas líneas también ayuden a que este belga de padres toledanos consiga tachar este de su lista de sueños cumplidos.