La irrupción extraordinaria de polvo en suspensión procedente del Sáhara e impulsado por la borrasca profunda Celia, que provoca precipitaciones en forma de barro, ha catapultado a España a la primera posición en el ránking de mala calidad del aire según el portal de The World Air Quality Project. Esto implica una elevada concentración de material particulado, denominado PM10 y PM2.5 por su pequeño tamaño, al que se suman otros contaminantes como el NO2 o dióxido de nitrógeno presente en las grandes ciudades y polígonos industriales.
El material particulado o 'PM' puede consistir en fragmentos sólidos o líquidos de polvo, cenizas, hollín, partículas metálicas, cemento o polen que se dispersan en la atmósfera. Su diámetro varía de los 2,5 a los 10 micrómetros (µm), de ahí su denominación numérica. La recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) marca el umbral en los 45 μg/m3 24 de media diaria por metro cúbico de aire para las PM10 y de 15 μg/ m3 de media diaria para los PM2.5. A partir de los 50 μg/m3 se considera la peor calidad de aire respirable.
Con la llegada de la calima, sin embargo, se ha llegado a registrar en el sureste peninsular de concentraciones de PM10 de hasta de 1.000 μg en lugares como Alicante y Murcia. Al comenzar el martes, Almería, Salamanca y Ávila encabezaban el ránking con concetraciones superiores a los 800 μg e incluso rozando los 900, lo que da la medida del deterioro de la calidad del aire. La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) pone especialmente en alerta al sureste, zona centro y noroeste peninsular por la presencia de partículas finas de polvo en suspensión.
La problemática de las partículas es su facilidad para atraversar los filtros respiratorios -nariz, faringe y laringe-, y pueden quedarse retenidas en los tramos altos del sistema respiratorio (tráquea y bronquios). Las PM2,5, más pequeñas todavía, penetran en zonas más profundas, alcanzan los bronquiolos y quedan depositadas en los pulmones. Por último, las PM0,1 ultrafinas alcanzan los alveolos en los que se realiza el intercambio de gases y de ahí al torrente sanguíneo.
Por tanto, estos episodios presentan una peligrosidad específica para grupos de riesgo y personas sensibles, como son los pacientes que sufren enfermedades cardiorrespiratorias o alergias graves. Para la población general, se recomienda reducir las actividades prolongadas y enérgicas al aire libre. Sanidad insta a vigilar la aparición de síntomas como tos, irritación de garganta, falta de aire, fatiga excesiva o palpitaciones.
Además, se recuerda a las personas con asma o enfermedades respiratorias que sigan cuidadosamente su plan de medicación. Ante un episodio de contaminación severa del aire, advierten las autoridades sanitarias, las personas con problemas del corazón pueden experimentar palpitaciones, dificultad en la respiración o fatiga inusual. Según el departamento para la Calidad del Aire de Madrid, "la población más vulnerable" incluye a "las personas con las afecciones ya comentadas, las embarazadas, los/las menores de seis años y las personas mayores de sesenta y cinco años".
"Niños y niñas pueden ver aumentada su exposición en comparación con los/las adultosas debido a que realizan un mayor número de inspiraciones por minuto y a que dedican más tiempo a juegos o actividades que requieren esfuerzo físico. Además todavía no han alcanzado la madurez pulmonar y presentan mayor frecuencia de enfermedades agudas del sistema respiratorio, lo que los hace más vulnerables. Las personas de edad avanzada tienen un riesgo incrementado por la mayor posibilidad de padecer una enfermedad subyacente", explican.
Los efectos a largo plazo de la polución del aire se relacionan con una mayor incidencia de enfermedades respiratorias, cardiovasculares y de cáncer de pulmón. Solo en la Unión Europea, se calcula que son responsables de 660.000 muertes anuales, superando la mortalidad provocada por el tabaquismo.
El peligro oculto: bacterias aéreas
Un estudio publicado en 2020 reveló que los desiertos emiten cada año 5.000 millones de toneladas de polvo, diminutos granos —de entre media y varias milésimas de milímetro— que forman auténticas autopistas aéreas de partículas en torno al planeta. A los granos se adhieren los microorganismos, un ‘aeroplancton’ enormemente abundante y diverso. En un gramo de polvo aerotransportado hay unas 10.000 bacterias.
El polvo y sus inquilinos viajan miles de kilómetros y después caen, en seco o con la lluvia o nieve. Del Sahel a los Pirineos pueden tardar tres días; en cruzar el Atlántico, una semana. Los más pesados caen antes; los virus, en los granos más pequeños, llegan más lejos. Los científicos aseguraban que “no es un fenómeno alarmante” desde el punto de vista de la salud humana, pero sí “un toque de atención para levantar la cabeza y mirar también hacia arriba”.
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