Óscar Prieto tenía 29 años cuando su vida se puso "en pausa" tras recibir la noticia de que tenía dos tumores cerebrales muy cerca del cerebelo. Estaba al principio de su carrera como abogado y acudió a su médico por un fuerte dolor en las cervicales. "Pensaba que era por el estrés del trabajo y porque pasaba muchas horas sentado". Tras una radiografía y una resonancia magnética, le pusieron nombre a su dolencia: meduloblastoma.
El pronóstico que le dieron en la consulta no fue precisamente favorable. "Me dijeron que tenía un 80% de posibilidades de no superarlo", apunta. En caso de que se curara, los médicos le advirtieron de que que no se sabía cómo quedaría tras el proceso, incluso, de que se podía quedar en silla de ruedas. Aún así, el madrileño se agarró a la esperanza que le aportaba pensar que podían tratarle. "Intentaba ser optimista".
La supervivencia a esta patología varía según la edad del paciente, indica Virginia Rodríguez, oncóloga radioterápica del Hospital 12 de Octubre de Madrid. En los niños, la supera más del 75% y en adulto la tasa es más baja, se cura entre el 50% y el 70%. Dentro del grupo de los tumores cerebrales, el meduloblastoma tiene un "pronóstico intermedio", cuenta la doctora. No es tan grave como el glioblastoma, pero su riesgo es mayor que el del astrocitoma pilocítico, el más sencillo de tratar.
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A partir de ese momento, se puso todo en marcha para atajar los tumores y entró a quirófano dos días después para extirparlos. Tras recuperarse de la cirugía, comienza un ciclo de quimioterapia y radioterapia que dura ocho meses y acaba con la enfermedad. La memoria de Prieto quedó afectada después de la cirugía y los tratamientos y tuvo que realizar rehabilitación. "No recuerdo las cosas igual y se me olvidan muchas", cuenta. A pesar de esas secuelas, el resultado está lejos del primer pronóstico que recibió y puede hacer una vida completamente normal ya libre del cáncer.
El meduloblastoma es un tumor muy poco habitual en los adultos, el 70% de los casos se diagnostican en menores de 20 años y la mayoría se produce entre los cinco y los nueve, explica Rodríguez. En el caso de Prieto, la doctora apunta a que su edad pudo jugar un papel en favor de su supervivencia. Cuanto más joven es la persona, más probabilidades hay de éxito. También es más fácil que no queden secuelas a causa del proceso. Las funciones cognitivas y motoras están plenamente desarrolladas y la toxicidad de los tratamientos son menores.
Prieto cuenta que durante el proceso para curar el cáncer estuvo muy arropado por su familia. El madrileño habla del giro que supone un diagnóstico así, que cambia la vida de manera drástica. "Todo orden desaparece y todo tu círculo más cercano se centra en ti". Aunque pueda resultar difícil, hace hincapié en la importancia de adaptarse a esa nueva situación. "Es difícil de afrontar y vives momentos muy complicados".
Después de su experiencia, este antiguo abogado decidió crear la Asociación de Afectados por Tumores Cerebrales en España (ASATE). La institución nace en 2010 con el objetivo de brindar apoyo e información tanto a los pacientes a los que le diagnostican una de estas patologías, como a quienes les acompañan. Disponen de servicios como asistencia psicooncológica, o un atlas donde se pueden consultar los hospitales públicos de España para que las personas diagnosticadas puedan conocer las mejores opciones dentro de su zona. También organizan jornadas informativas en algunos hospitales.
En un futuro, a Prieto le gustaría establecer colaboraciones entre la asociación y algunas empresas para poder disponer de una financiación propia, aunque insiste en que no todo es el dinero. "Cuando trabajas para una asociación vinculada a las personas, el hecho de ayudarlas es mucho más enriquecedor que el presupuesto", destaca el madrileño.
Prieto destaca también la importancia de la alianza entre investigación y tecnología para poder avanzar y descubrir nuevos abordajes. En la última década, la supervivencia a los cinco años del diagnóstico de un tumor cerebral ha pasado del 24% a más del 35%, según la Sociedad Americana de Oncología Médica. Rodríguez, del Hospital 12 de octubre, asegura que se está avanzando a pasos "agigantados" en disciplinas como la biología molecular. Esto permite hacer un perfil de cada tumor para poder tratarlo de la forma más personalizada posible.
A pesar de que se pudo recuperar casi sin secuelas, el madrileño no volvió a dedicarse a la abogacía, aunque antes de recibir el diagnóstico acababa de fundar un despacho propio. Explica que, al terminar con los tratamientos, las condiciones físicas son complejas y la capacidad mental disminuye debido al daño cerebral producido. "Resultaba muy difícil volver a regresar a la actividad jurídica. Es muy exigente para mí". En los últimos años ha trabajado en diversos sectores, como la energía y la inmobiliaria. Ahora se plantea volver como abogado en el sector sanitario. Le gustaría aprovechar la oportunidad que supone la Inteligencia Artificial y su regulación para ayudar a los pacientes, cuenta.