Imagen de un vial de la vacuna de AstraZeneca contra la Covid.

Imagen de un vial de la vacuna de AstraZeneca contra la Covid.

Salud

La retirada de la vacuna de Astrazeneca dispara la conspiranoia: "Da alas a la 'secta' de los antivacunas"

La retirada de la vacuna por parte de la Comisión Europea está siendo utilizada por movimentos antivacunas para extender la desinformación.

8 mayo, 2024 02:52

El 6 de febrero de 2021, España recibió las primeras dosis de la vacuna de AstraZeneca contra la Covid. Un mes después se suspendía cautelarmente la vacunación con ella. Este martes 7 de mayo, la Comisión Europea ha retirado su autorización de comercialización. Los antivacunas han aprovechado para difundir desinformación.

Además, vinculan el anuncio de retirada del suero con la aceptación por parte de la compañía ante un tribunal británico de que puede causar trombos. "Os lo dijimos", advierten orgullosos.

Pero es muy probable que usted recuerde todo el debate acerca de los potenciales efectos secundarios de esta vacuna, que dejó de utilizarse poco tiempo después y que las administraciones y los científicos investigaron a fondo estas reacciones graves.

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¿Por qué los antivacunas proclaman como una victoria la retirada de una vacuna que lleva tres años sin usarse?

La decisión de la Comisión Europea se produce tras la petición de la propia AstraZeneca de suspender su producto el pasado 5 de marzo.

Según el laboratorio farmacéutico, hay un excedente de vacunas disponibles, lo que "ha provocado una disminución en la demanda de Vaxzevria [que así se llama la vacuna], que ya no se fabrica ni suministra".

Entre ambos hechos, el diario británico The Telegraph publicaba, el pasado 28 de abril, que AstraZeneca había admitido "por primera vez" que su vacuna podía provocar efectos secundarios como el síndrome de trombosis con trombocitopenia.

Lo hacía en el marco de un juicio contra la compañía tras la demanda de medio centenar de personas en Reino Unido por sus efectos secundarios, que incluyeron la muerte y la incapacidad de varias, y pedían 100 millones de libras en compensación.

La realidad es que este síndrome, junto a otros graves como el de fuga capilar y el de Guillain-Barré, ya fueron incluidos en la ficha técnica y el prospecto del producto en 2021 como reacciones muy raras, es decir, que ocurren en menos de 1 de cada 10.000 casos.

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"Se ha observado con una frecuencia muy rara, un síndrome de trombosis con trombocitopenia (STT), en algunos casos acompañado de hemorragia, tras la vacunación con Vaxzevria", expone la ficha técnica.

"Esto incluye casos graves que se presentan como trombosis venosa, incluyendo localizaciones inusuales como la trombosis de senos venosos cerebrales, trombosis de venas esplácnicas, así como trombosis arterial, concomitantes con trombocitopenia. Algunos casos tuvieron un desenlace fatal. La mayoría de estos casos ocurrieron dentro de las primeras tres semanas después de la vacunación. Las tasas de notificación tras la segunda dosis son menores comparadas con las observadas tras la primera dosis".

En España se reconoció, ya en mayo de ese año, 20 casos y 4 muertes asociadas a esta vacuna. Por poner estas cifras en contexto, en ese momento ya se habían administrado 5 millones de dosis.

En total, se han administrado algo menos de 10 millones de dosis de la vacuna en España y cerca de 70 en el Espacio Económico Europeo.

Según un cálculo de la consultora Airfinity a partir de un estudio realizado por el Imperial College London, la vacuna de AstraZeneca habría salvado 6,3 millones de vidas en todo el mundo en 2021.

Tras las conclusiones de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, la inoculación con Vaxzevria fue abandonada antes de 2022 y no ha habido actualizaciones a las nuevas variantes, como sí ha ocurrido con las de Pfizer y Moderna.

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"Se quedó como opción en el grupo de entre 60 y 70 años porque no se habían observado reacciones adversas en ellos", explica Jaime Pérez, presidente de la Asociación Española de Vacunología, AEV. "Los mayores de 70 ya se habían inoculado con vacunas de ARN"

También se ofreció a quien se había puesto una primera dosis completar la pauta con esta vacuna o elegir la de ARN mensajero "porque se vio que la enfermedad tromboembólica aparecía de forma muy poco frecuente en la segunda dosis". Pero ya en el verano de 2021, "con la llegada masiva de vacunas de ARN, se dejó de usar".

Pérez explica que los efectos secundarios graves se daban en los primeros 14 días, por lo que cualquier persona que se vacunó en su momento puede estar "absolutamente tranquila" ahora mismo.

También recuerda que retirar de la comercialización medicamentos es algo habitual, "como cuando se descataloga cualquier producto".

Justifica que dejara de usarse, a pesar de la incidencia muy baja de las trombosis graves, porque no se logró revelar el mecanismo por el que la vacuna podía dar lugar a estos eventos. "Hubo varias hipótesis pero ninguna se confirmó".

¿Por qué algo reconocido, documentado y acotado desde hace tres años es expuesto ahora como una victoria moral de los antivacunas?

¿Por qué solo reconocen el dato malo pero obvian tanto el bajo porcentaje de casos graves como el número de muertes evitadas por el suero, así como el hecho de que se retiró de la circulación hace más de dos años?

Sesgo de confirmación

"Es como una secta: estás tan metido que terminas autojustificándote", explica el psicólogo Carlos Sanz Andrea. "Han ido aceptando que son diferentes, que son especiales, que conocen una información que el resto desconoce, incluso enfrentándose a familiares y amigos que les ha hecho encerrarse más en sí mismos y volcarse en foros, grupos de Telegram, etc. Es el mecanismo del nosotros contra ellos".

Sanz describe el proceso por el que una persona acaba envuelta en esta 'secta'. "Comienza con un estado de vulnerabilidad. Mucha gente en la pandemia perdió la pareja, el trabajo, la confianza en las autoridades sanitarias, etc. Siempre hay una vulnerabilidad y una indecisión, no saber qué hacer".

Entonces, ve en redes sociales o enviado por un familiar o un amigo una noticia falsa o descontextualizada "que simplemente coincide con lo que quieres pensar".

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Ahí entran dos factores. El primero, la reactancia o la tendencia a rechazar a la figura autorizada. "Es típico de los niños, que les decimos que no toquen algo y sienten la necesidad de hacerlo para afianzar su libertad".

El segundo es el sesgo de confirmación, es decir, creer solamente la información que confirma nuestras creencias.

Por eso se fían de las informaciones sobre la retirada de la vacuna pero no aquellas que hablan de sus efectos beneficiosos.

"Los antivacunas buscan los perjuicios: si hay algún caso de miocarditis entre 50.000 vacunados. Muchas veces recurren al VARES [el sistema de notificación de reacciones adversas en EEUU, similar al europeo EudraVigilance], donde se puede reportar cualquier cosa porque es un análisis de datos en bruto y lo distorsionan a su favor".

Vulnerabilidad, reactancia y sesgo de confirmación culminan, explica el psicólogo, en otro sesgo más el de "coste hundido, que es una ilusión muy convincente".

Sanz pone el ejemplo que daba el fallecido recientemente Daniel Kahneman: la 'mano caliente' de los jugadores de baloncesto, que tras anotar varios puntos seguidos se sienten en racha. "Pero estadísticamente no tienen ni más ni menos posibilidades de acertar".

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Se trata de una ilusión de continuidad y coherencia que hace cada vez más difícil salir de ese círculo vicioso. Por eso los antivacunas de 2024 están más convencidos que los de 2020.

Para Jaime Pérez, en cambio, la retirada de la vacuna de AstraZeneca es una prueba de que el sistema funciona.

"Sí que es verdad que la reiteración continuada de mensajes negativos ya conocidos como si fueran nuevos puede ser un arma para los movimientos antivacunas", apunta. "Pero debería ser al contrario: nos dice que, aun en una situación pandémica terrible, no se usaron vacunas que provocan eventos adversos graves aunque fueran muy poco frecuentes".