Desde hace años se sabe que el consumo de antidepresivos en general puede y suele afectar a la esfera sexual: falta de líbido, orgasmos sin placer alguno, e incluso sensación de entumecimiento genital. Más del 50% de los pacientes informa sobre estos efectos adversos, aunque algunos de los antidepresivos más modernos ya no afectan a dicha esfera sexual.
Sin embargo, como ha publicado recientemente The New York Times, existe un pequeño grupo de pacientes que, incluso al dejar de tomar este tipo de medicación, sigue sufriendo problemas sexuales graves que persisten años después de abandonar el tratamiento con los antidepresivos más comunes y conocidos, los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina o ISRS.
De hecho, como ejemplo, la etiqueta del conocido Prozac (Fluoxetina) ya advierte que los problemas sexuales secundarios a su toma pueden persistir incluso tras suspender el medicamento. Y tanto las autoridades sanitarias de Canadá como las de Europa han reconocido que estos fármacos pueden provocar problemas sexuales a largo plazo. Sin embargo, actualmente la evidencia científica no ha hecho más que empezar a descubrir cómo de graves y duraderos pueden ser estos problemas de disfunción sexual. Hablar de sexo, incluso en la consulta médica, sigue siendo un tema tabú.
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Por otro lado, esta disfunción sexual cronificada sigue siendo controvertida entre los psiquiatras, muchos de los cuales señalan que la misma depresión puede frenar el deseo sexual. De momento los ensayos clínicos no han seguido a los pacientes tras suspender los medicamentos para poder determinar si su problemática sexual se debe a la medicación, o a la misma depresión.
Según expertos como Anita Clayton, jefa de psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Virginia (Estados Unidos) y líder de un grupo de expertos que se reunirá próximamente en España para definir formalmente esta afección, "se trata de una depresión recurrente; hasta que se demuestre lo contrario, eso es lo que es" en relación a la posible disfunción sexual secundaria a los medicamentos. La Dra. Clayton ha publicado algunos estudios que demuestran que los ISRS tienen efectos secundarios sexuales generalizados, y aboga por cambiar de fármaco o una combinación diferente de los mismos cuando se empiecen a notar estos efectos.
A mediados de la década de 2000, estos potenciales efectos sobre la sexualidad por parte de los ISRS eran conocidos; de hecho se llegaron a recetar a varones con eyaculación precoz con el objetivo de atenuar su respuesta sexual y evitar dicho problema. Pero los problemas de sexualidad persistentes tras suspender la medicación no tienen tanta evidencia científica tras de sí, aunque ya se informó de algunos casos en el año 2006.
Un uso disparado
En décadas posteriores, el uso de los ISRS se ha disparado, incluso en adolescentes. Actualmente se recetan para síntomas de depresión, ansiedad, e incluso síndrome del intestino irritable, trastornos alimentarios y síntomas premenstruales. Sin embargo, los investigadores aún luchan por comprender cómo funcionan realmente los ISRS y por qué producen estos problemas sexuales generalizamos.
Se sabe que los ISRS se dirigen hacia la serotonina, un importante mensajero químico cerebral o neurotransmisor, que también actúa en otras localizaciones del organismo. Esta molécula participa en el embotamiento de la respuesta sexual, incluyendo el reflejo del orgasmo que se origina en la médula espinal. Además, la serotonina también afecta a los niveles de estrógenos, lo que a su vez puede tener efectos sobre la excitación.
Sin embargo, cabe recordar que la misma depresión también embota el deseo sexual. Se sabe que, entre los hombres con depresión que no reciben tratamiento farmacológico, el 40% sufre una pérdida de excitación y deseo sexual, y el 20% sufre problemas para alcanzar el orgasmo. Así mismo, cabe recordar que otras afecciones comunes como la diabetes o las enfermedades cardiovasculares también pueden causar problemas sexuales.
El problema es que los ensayos farmacológicos rara vez analizan lo que sucede cuando se suspenden los fármacos. Estos ensayos se basan en conocer la efectividad del fármaco y su seguridad, a corto y largo plazo, pero no se fijan en qué sucede cuando se deja de tomar el medicamento y si dichos efectos adversos persisten a largo plazo. Y, de hecho, es bastante difícil estudiar esto: por desgracia muchos pacientes nunca dejan de tomar la medicación.
Dada esta falta de datos, los expertos siguen afirmando que "la disfunción sexual persistente por ISRS es una hipótesis, no un fenómeno probado", como comenta el Robert Taylor Segraves, profesor de psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad Case Western Reserve, el cual ha estudiado los efectos de los antidepresivos sobre la sexualidad. Según un estudio reciente realizado en Israel, aproximadamente 1 de cada 216 hombres que suspendieron los ISRS precisaron medicación posteriormente para la disfunción eréctil, una tasa tres veces superior a la población general.
Pero estos síntomas no son únicos para los antidepresivos, dado que hay otros fármacos que causan problemas similares: Finasterida, que se usa para tratar la caída de cabello, o la isotretinoína, un medicamento para el acné, también pueden provocar entumecimiento genital y otros problemas sexuales tras suspender la medicación; algo que podría tener un mecanismo biológico común según los expertos.
A todo ello cabe añadir que cada vez son más los adolescentes que comienzan a tomar medicamentos antes de que su sexualidad se haya desarrollado por completo. Como ejemplo, una encuesta realizada a 6.000 personas LGTBI jovenes sugirió que aquellas personas que habían dejado los antidepresivos tenían hasta 10 veces más probabilidades de reportar "entumecimiento genital persistente".
De momento es un tema que se continúa investigando, dado que a lo largo de los años muchos profesionales han sugerido que estos problemas de disfunción sexual eran psicológicos, señalando que es "excepcionalmente improbable" que los fármacos causen dicha disfunción años después de dejar de tomarlos.