El síntoma más relacionado con el golpe de calor es el aumento de la temperatura corporal por encima de los 40 grados, la piel enrojecida o las náuseas. Pero hay otros signos que pueden hacer el peligro más reconocible, incluso cuando todavía no se han alcanzado temperaturas ambientales extremas, como las que hemos vivido con esta tercera ola de calor.
Lo ha demostrado una investigación en 51 personas jóvenes sometidas a ejercicio físico de baja intensidad. Es lo que se conoce como deriva cardiovascular, un aumento progresivo de la frecuencia cardiaca que se asocia al calor y que puede aparecer con temperaturas ambientales tan bajas como 34 grados y antes de que la corporal comience a aumentar.
El estudio ha sido publicado en la revista Journal of Applied Physiology y ha sido liderado por Rachel M. Cottle, del departamento de Kinesiología de la Universidad Estatal de Pensilvania, en Estados Unidos.
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El experimento ha consistido en someter a los individuos a condiciones de temperatura y humedad controladas en una cámara ambiental, realizando ejercicios no intensos como andar.
La idea es que los límites ambientales para evaluar los efectos perjudiciales de las altas temperaturas se han establecido respecto a la temperatura corporal en jóvenes sanos, sin evaluar otros efectos o individuos.
Esto es importante porque estos límites son inferiores en individuos vulnerables, como personas mayores o que tengan alguna afección cardiaca. Los veranos cada vez más largos y calurosos, efecto del cambio climático, inciden directamente en mayor riesgo de morbilidad y mortalidad en estas personas.
Los golpes de calor, en cambio, se suelen asociar al ejercicio deportivo de alta intensidad. Su peligro en los últimos años, sin embargo, está siendo cada vez mayor en personas obligadas a trabajar a pleno sol o mayores que no tienen medios de refrescarse.
La importancia de este estudio reside en que no hace falta notar un calor extremo para interpretar la deriva cardiovascular como un signo de peligro ante el que hay que actuar rápidamente.
Como ha señalado Rachel Cottle en declaraciones a Nature, "si de repente notas que tu ritmo cardíaco aumenta rápida y progresivamente, entonces eso podría significar que tu temperatura corporal comenzará a aumentar".
Calor interno vs calor externo
Los resultados examinados por Cottle y su equipo evidencian que el comienzo de la deriva cardiovascular precedió en el tiempo al punto de inflexión de la temperatura corporal en que empieza a ser peligrosa.
Esto, además, fue independiente de la manipulación de las condiciones ambientales de temperatura y humedad realizadas durante el experimento.
Los datos sugieren que, "incluso en los adultos jóvenes", el incremento del ritmo cardíaco característico de la deriva cardiovascular "precede al punto en el que el estrés térmico se torna 'incompensable' durante una actividad ligera", apuntan los autores.
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Según el sistema de Monitorización de Mortalidad Diaria, MoMo, del Instituto de Salud Carlos III, las altas temperaturas registradas en 2022 se relacionaron con 5.876 defunciones.
Estas cifras se ven superadas por los cálculos realizados por la Fundación para la Investigación del Clima del CSIC, que estima que hubo 12.054 muertes por la ola de calor.
En número similar arrojaba un estudio publicado en Nature Medicine sobre la ola de calor que asoló Europa en 2022. En todo el continente hubo 61.000 muertes relacionadas con el calor, de las que 11.324 correspondían a España, el segundo país europeo con mayor mortalidad tras Italia (18.010 muertes).
Sin embargo, el número de muertes cuya causa es un golpe de calor es mucho menos. Los datos provisionales de 2022, publicados por el Instituto Nacional de Estadística, referían 122, de las que 83 se registraron en un solo mes: agosto. Con todo, el número total creció un 159% respecto al último año antes de la pandemia.
Precisamente, este jueves se ha informado de una nueva muerte por golpe de calor: un hombre marroquí de 42 años en Cartagena. A principios de verano otras dos personas fallecieron por golpes de calor: dos agricultores que trabajaban en las provincias de Sevilla y Ciudad Real, respectivamente.