El número de teléfono de tus contactos, la cita con el médico o la dirección para llegar a tu próximo destino. Cada vez son más los hábitos diarios en los que recurrimos a las nuevas tecnologías para que actúen como recordatorios automáticos. Basándose en esta costumbre ya tan afianzada, los expertos concluyen que el estilo de vida tiene una gran influencia en la pérdida de memoria. Es por este motivo por lo que recomiendan tener encuentros sociales, realizar ejercicio físico e incluso hacer crucigramas.
En este sentido, el sonado caso de Chris Hemsworth demostró además que la composición genética puede ser un índice de que existe un riesgo elevado de padecer enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer. Sin embargo, y más allá del estilo de vida y la genética, hay factores que también afectan a nuestra memoria y ante los que poco —o nada— se puede hacer. A no ser, eso sí, que se opte por vivir en un lugar donde el skyline no lo conforme un hilo de rascacielos sino de árboles.
Y es que ya no es noticia vincular un alto nivel de contaminación con una mayor probabilidad de desarrollar tumores. De hecho, la OMS incluyó en la última década la contaminación ambiental como un factor de riesgo en la aparición del cáncer de pulmón. Ahora, un grupo de investigadores de la Universidad de la Columbia Británica (UBC) y la Universidad de Victoria han demostrado que los efectos en la salud de la contaminación van más allá de este tipo de cáncer.
[Este es el sencillo hábito que evita la pérdida de memoria con la edad: muy popular en España]
El reciente estudio, que se ha publicado en la revista Enviromental Health, revela que el impacto que tiene la contaminación sobre el cerebro es “brutalmente rápido”. Esta rapidez no se traduce en cuestión de semanas o días, sino en horas. Los investigadores aseguran que respirar el humo de los coches puede llegar a ralentizar la actividad del cerebro en sólo dos horas.
Menos conexiones neuronales
Los investigadores de las distintas universidades estadounidenses reunieron a un total de 25 voluntarios para exponerlos a los gases de escape de diésel y a aire filtrado durante dos horas en un laboratorio especialmente diseñado y herméticamente sellado. El objetivo no era otro que comprobar los cambios que se producen en el cerebro cuando suceden este tipo de situaciones. Para ello, se midió la actividad cerebral de los individuos antes y después del experimento mediante resonancia magnética funcional.
Los participantes, que durante la prueba realizaban ejercicio sobre una bicicleta estática, ofrecían un buen estado de salud y, sobre todo, reconocieron no ser fumadores. Aun así, los resultados del estudio demuestran que nuestra capacidad cognitiva se ve afectada cuando la contaminación entra en juego, por poco tiempo que sea.
La emisión de los gases contaminantes afecta en concreto a la actividad de la conocida como red neuronal por defecto (RND, por sus siglas en inglés). Se trata de un conjunto de tres regiones del cerebro que están interconectadas y desempeñan un papel importante en nuestra memoria. Así, conforme aparece la contaminación, el número de conexiones neuronales en esta red disminuye.
Los autores aseguran que aún es pronto como para extraer conclusiones de peso, pues demandan más investigación para conocer con precisión las funciones a las que afectan los cambios en el cerebro tras dos horas de exposición a gases contaminantes. "Es posible que perjudique al pensamiento o a la capacidad de trabajo de las personas", explicaba a la UBC la neuropsicóloga y autora principal del estudio Jodie Gawryluk.
Las hipótesis de la científica, que no ha analizado en la presente investigación, los efectos que tendrá en un futuro en el cerebro, no resultan para nada azarosas. Y es que anteriores publicaciones ya han vinculado la conectividad cerebral alterada tanto con la disminución de la memoria como con el rendimiento de trabajo. Aun así, Gawryluk se muestra cautelosa con respecto a las posibles consecuencias, ya que las alteraciones de la conectividad funcional en la DMN se ha asociado no solo a un menor rendimiento cognitivo sino también a síntomas de la depresión.
Aunque se haya presentado como "el primer estudio del mundo", en realidad no es la primera publicación que vincula la contaminación del aire con daños en la estructura del cerebro.
[Este es el terrible efecto que tienen dos horas de contaminación sobre tu salud]
Hay algunos estudios incluso que han analizado los efectos a largo plazo del aire contaminado. Tras 11 años estudiando a un total de 998 mujeres de entre 73 y 83 años de edad —sin ningún rasgo de demencia—, los autores concluyeron que las que obtuvieron una peor puntuación en las pruebas de agudeza mental se encontraban en residencias donde el nivel de contaminación del aire era mayor, según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos.
Cómo revertir el daño
Volviendo al estudio más reciente, hay que tener en cuenta que el tiempo de exposición no superó las dos horas. La buena noticia, en este sentido, es que los cambios registrados en el escáner cerebral se revertían una vez los participantes finalizaban la prueba y respiraban aire no contaminado de nuevo.
Sin embargo, no siempre se puede garantizar que el aire que respiramos está libre de gases contaminantes. Por este motivo, desde la Sociedad Española de Neurología (SEN) ya han advertido de los problemas neurodegenerativos que pueden estar relacionados con la contaminación.
Esta asociación, en palabras del neurólogo y doctor Pablo Eguia, señalan que una menor maduración funcional de las redes cerebrales se relaciona con una mayor concentración de contaminantes. Una investigación conjunta de la Universidad de Yale (Estados Unidos) y la Universidad Normal de Pekín (China) ha llegado a apuntar que tras tres años de alta exposición a contaminantes, los participantes de este trabajo tenían un rendimiento cognitivo parecido al que podría suponer el perderse un año de estudio escolar.
Otros estudios, como este publicado en The Lancet, también han revelado que aquellas personas que vivían a menos de 50 metros de una carretera tenían más riesgo de desarrollar demencia. Como señala Eguia, hay enfermedades como el alzhéimer, el párkinson o la ELA que podrían verse agravadas por procesos de neuroinflamación producidos por la contaminación.