La gripe aviar -H5N1- ha azotado Europa de norte a sur, con millones de aves de corral sacrificadas y un refuerzo de vigilancia medioambiental y veterinaria por las especies salvajes que pudieran transmitirla. Sin embargo, lo que verdaderamente hiela la sangre de los expertos son los contagios de pájaro al ser humano: es extremadamente difícil que el virus salte a nuestra especie, pero si lo hace, la mortalidad alcanza hasta el 53%, explicaba a EL ESPAÑOL Raúl Rivas, catedrático de Microbiología de la Universidad de Salamanca.

Afortunadamente, los dos casos de contagio en trabajadores registrados en España durante el otoño no han revestido gravedad, pero hay otra casuística que inquieta a los virólogos y epidemiólogos. Consistiría en que la zoonosis -el proceso por el que un virus animal muta hasta volverse patogénico para el ser humano- no fuera directa, sino que tuviera otras especies intermediarias que fueran modelando su capacidad para adaptarse a nuestro organismo.

Así, la principal hipótesis sobre el origen del SARS-CoV-2, el coronavirus causante de la pandemia de Covid-19, es que los mamíferos vendidos en el mercado de animales vivos de Wuhan -perros mapache, civetas o zorros- fueran los intermediarios para el hombre de un virus que se encontraba originalmente en murciélagos. Una situación con un riesgo de salto zoonótico similar se vivió hace pocos meses en una granja peletera que cria visones en A Coruña (Galicia). El informe sobre el incidente aparece recogido en la revista Eurosurveillance.

[Más allá del murciélago: los animales en los que podrían surgir los próximos coronavirus]

Los investigadores, liderados por Montserrat Agüero del Laboratorio Central de Veterinaria del Ministerio de Agricultura, e Isabella Monne del Instituto Zooprofiláctico Experimental de las Venecias, describe un brote epidémico en una explotación con 50.000 animales en la localidad de Carral. Se sospechó de la gripe aviar, pero la elevada mortalidad entre los visones americanos afectados, que alcanzó el 4,3% frente al 0,3% habitual, obligó a buscar nuevos sospechosos como el SARS-CoV-2.

Finalmente, se determinó que era una variante altamente virulenta del clado 2.3.4.4b de la gripe aviar, el mismo que azota a Europa. Sin embargo, esta variante poseía mutaciones en el gen PB2 que, al igual que ha sucedido con las variantes más contagiosas de la Covid, es indicativa de una mayor capacidad infectiva. En concreto, se relaciona con el salto del virus de las aves a los mamíferos: su última aparición, apuntan los autores, había sido en un gato salvaje examinado en Países Bajos en marzo de 2022.

Esa mutación, denominada T271A, es de interés para la Salud Pública, porque ya fue identificada en la variante del virus de gripe porcina (H1N1pdm) que provocó una pandemia en humanos en 2009. Los 12 trabajadores fueron sometidos a una "semi cuarentena" de diez días y, aunque en un par de casos dieron síntomas compatibles con los de la gripe, las pruebas PCR descartaron que el virus hubiera saltado al ser humano.

El hecho de que llevasen mascarilla obligatoria por los protocolos de prevención contra la Covid-19 en granjas de visones, un reservorio del virus, es destacado como factor importante de prevención. La enfermedad tuvo síntomas angustiosos para los visones: pérdida de apetito, hipersalivación, depresión, sangrado por el hocico o temblores. Todos los animales fueron sacrificados en tandas de 150 o 200 en aplicación de los protocolos de Sanidad Animal.

La principal pregunta es: ¿cómo se infectaron los visones? Estos pequeños carnívoros se alimentaban de productos de granjas avícolas de la zona, pero no se encontraron aves contagiadas en las explotaciones de la zona. Por el contrario, sí se encontró la variante en 25 alcatraces y dos gaviotas que se recogieron muertos o enfermos en las costas coruñesas. La hipótesis es que los animales entraron en contacto por las jaulas abierta y accesibles a las aves que podrían estar interesadas en los comederos de los visones. 

Esta es una de las hipótesis refrendada por la viróloga holandesa Marion Koopmans, que se ha hecho eco del trabajo en sus redes sociales. "Estamos jugando con fuego", advierte la jefa del Departamento de Ciencia Vírica del Centro Médico Erasmus en Róterdam y una de las expertas que recibió el encargo de rastrear el origen de la pandemia de covid para la Organización Mundial de la Salud (OMS).