Dormida en lo más profundo del código genético de unas pocas familias de España se encuentra una enfermedad capaz de matar en cuestión de meses. No hay manera de saber cuándo despertará o si llegará a hacerlo, pero en el momento en el que lo hace existen pocas esperanzas: de momento no se conocen ni tratamiento ni cura. Eso sí, es posible que esta situación cambie en los próximos años y que las primeras soluciones surjan en nuestro país. La enfermedad lleva el nombre de insomnio familiar fatal (IFF) y la mitad de todos los casos que se producen en el mundo se encuentran en España, repartidos entre tres zonas: País Vasco, Navarra y la Sierra del Segura, en Jaén.
Si bien al País Vasco y a esta escarpada zona de Andalucía les separan casi 700 kilómetros, a todas las personas que cuentan con esta enfermedad en sus genes, en teoría, les unen lazos familiares entre estas regiones. "Parece ser que la enfermedad apareció hace siglos en una familia del este de Europa que migró a Italia y de ahí algún descendiente se desplazó hasta el País Vasco. Se dice que a Jaén llegó otro descendiente que no se tiene muy controlado y que dio comienzo a la enfermedad en este lugar", comenta Joaquín Castilla, profesor de investigación Ikerbasque que trabaja en el centro de investigación CIC bioGUNE y presidente de la Fundación Española de Enfermedades Priónicas. Ahora mismo, con el movimiento de familias también hay casos en otras ciudades como Segovia o Barcelona.
Descendiente de este primer portador del gen de Jaén era, supuestamente, Sergio, un paciente de IFF natural de la Sierra del Segura, provincia en la que falleció hace siete años. Juani, su mujer, cuenta a EL ESPAÑOL que todavía no han encontrado ninguna relación con familias del norte de España, aunque sí que han realizado algunos árboles genealógicos. "Sabemos que este gen lo trajo a la familia el padre de mi suegra y ella murió por esta enfermedad: en total, eran diez hermanos, cinco fallecieron por esta enfermedad y otro porta el gen, pero no ha desarrollado la enfermedad. En la generación de mi marido ya ha muerto él, con 38 años, y otro primo suyo con 25 años", enumera Juani, que no sabe —ni quiere saber— si su hijo también ha heredado este extraño gen.
Esta jienense, que participa ahora en la Asociación de Insomnio Familiar Fatal de Jaén, recuerda que cuando su marido enfermó no tuvo demasiada ayuda fuera de su familia. "Sergio comenzó a encontrarse mal en enero y falleció en octubre. Empezó con depresión, visión doble y luego llegaron las pérdidas de memoria, se descoordinaba, andaba de un modo extraño y, finalmente, dejó de andar", recuerda. "En sus últimos momentos no paraba de coger infecciones, pasaba mucho tiempo con 38,5 grados de fiebre". Aunque el IFF tiene muchos síntomas que comparten los pacientes, son muy variables.
Insomnio y muerte neuronal
El Insomnio Familiar Fatal es una enfermedad rara y genética, que hereda el 50% de la descendencia de las personas afectadas, sin saltarse generaciones. Las personas que la portan llevan una mutación en el gen de la proteína priónica —presente en todas las células del cerebro y otros órganos— que hace que se pliegue de manera anormal. Con esta nueva forma es capaz de expandirse por el cerebro y hace que se pierdan neuronas especialmente de los núcleos del tálamo y del tronco central. El IFF es una enfermedad priónica más, como el síndrome de Creutzfeldt-Jakob o la enfermedad de las vacas locas, que dio lugar a una crisis en la década de 1980 en Europa.
Aunque estos pacientes realmente padecen insomnio, esta no es la causa por la que terminan muriendo: en realidad, fallecen porque se produce una muerte neuronal continua en el cerebro. "Es una enfermedad neurodegenerativa, llega un momento en el que mueren tantas neuronas de las zonas del encéfalo que controlan funciones vitales que el individuo es incapaz de gestionar algunas tan importantes como la cardíaca o la respiratoria", explica el investigador del CIC bioGUNE.
La zona de España en la que más casos se producen es el País Vasco, pero también destacan por su incidencia Navarra y Jaén. "En las últimas dos décadas se han producido unos 70 casos y la mitad, más o menos, se ha dado en el País Vasco", cuenta Castilla. "Todos los años tenemos casos. Ahora mismo hay una persona que ha comenzado con los síntomas, otros dos ya llevan un tiempo con ella y calculamos que antes de que acabe el año se puede producir otro caso". El IFF se considera una enfermedad ultrarrara —tiene una incidencia menor a un paciente por cada millón de personas— y no se sabe a qué edad puede manifestarse: hay casos registrados desde la adolescencia hasta la tercera edad.
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"La razón de que los síntomas varíen mucho entre pacientes es que el proceso por el que la proteína priónica se acumula es un poco arbitrario. El prión mal plegado se acumula y produce cambios en las proteínas que están al lado; de esta manera avanza, pero la ruta que recorre tiene cierta aleatoriedad, no es exacta en todos los pacientes", detalla Castilla. Por esta razón, algunos pacientes tienen unos síntomas más centrados en el insomnio, otros en el movimiento o en la ataxia; depende de si se extiende más por unas regiones que otras, como el tálamo, el hipotálamo o el cerebelo.
El marido de Juani también padeció el insomnio que caracteriza a esta enfermedad, pero ella recuerda que parecía dormir en algunos momentos: "Por las noches yo no dormía, como le costaba mucho, no quería molestarle y estaba pendiente de él. Le veía tener espasmos y hacía los movimientos con los que parecía que estaba soñando; luego tenía alucinaciones, no llegaba a la fase de descanso total", dice Juani. Intentaron que conciliara el sueño con relajantes, pero, en vez de ayudarle, le alteraban. Fue su cuñada la que le advirtió después de un tiempo observando síntomas: "Esto es la enfermedad de mi madre, me dijo".
Espacio de apoyo
Los diez meses de enfermedad de su marido fueron de total incertidumbre, el IFF avanza a mucha velocidad y no sabía si de un día para otro su marido no andaría, no comería o, incluso, si estaría con ella. "Cuando íbamos al médico me ponía peor: la mayoría no sabía decirte qué tenía, por la cantidad tan pequeña de casos que hay", explica Juani. Finalmente, consiguieron identificar la enfermedad cuando a través del neurólogo realizaron un test genético. Eso sí, los problemas no sólo tuvieron lugar por la falta de conocimiento sobre la enfermedad, también por la lentitud de las ayudas económicas públicas.
Sergio acababa de terminar de trabajar en la temporada de la aceituna cuando empezaron los síntomas y Juani tuvo que dejar de trabajar para poder dedicarse a cuidarlo. Ella pidió ayudas por la incapacidad de su marido, pero en muchas ocasiones le fueron denegadas: "En una ocasión llegaron a decirme que mi marido estaba para trabajar, pero ya se notaba que no podía andar como antes". Juani consiguió recibir la ayuda por dependencia, pero el pago finalmente llegó 20 días antes del fallecimiento de su marido. Recuerda de esta época que, si no es por su familia, no habría tenido ayuda.
Por esta razón y por el hijo que la une con Sergio —y que no sabe si ha podido heredar ese maldito gen—, Juani ha comenzado a participar activamente en la asociación de IFF tras la muerte de su marido: recoge apoyo económico para la investigación y visibiliza. Ahora la asociación de Jaén y la Fundación de Enfermedades Priónicas de Joaquín Castilla son espacios en los que las familias pueden decir que llevan la IFF en su genealogía, pero esto no siempre ha sido así. "Muchas familias no quieren contarlo, no sé si por miedo o por qué será. Al principio, mi propio marido tampoco quería hablar de ello", explica Juani.
El futuro sin IFF
"A la gente le cuesta hablar cuando cree que tiene algo que esconder, pero desde la fundación hemos observado que cuando damos visibilidad la gente se sube al carro y cuenta su caso. No se gana nada escondiéndolo", expone Castilla. El investigador comenzó este proyecto en 2010 después de volver de Estados Unidos y conocer el caso de Cristina, la niña con el IFF registrado más temprano —comenzó a los 12 años y murió cuatro años después—. "Ahora, la fundación de España es conocida en todo el mundo por todo lo que hacemos y las farmacéuticas quieren desarrollar aquí tratamientos para las enfermedades priónicas".
Juani y el doctor Castilla se conocen por las reuniones que celebran todos los años; la primera cuenta que últimamente ve al investigador muy ilusionado con un proyecto. En su laboratorio Joaquín Castilla y su equipo han desarrollado un modelo animal —un ratón— que desarrolla de manera espontánea la enfermedad priónica. El objetivo de este modelo es recrear de manera fiel el proceso de la enfermedad para que los científicos puedan estudiarla, observar cómo evitarla y elegir las mejores herramientas para abordarla.
Sin embargo, la joya de la corona es una terapia génica que todavía está en desarrollo y para la que necesitan un fuerte apoyo económico. Se trata de una molécula que esperan que bloquee el proceso por el que se acumula la proteína priónica mal plegada: "Queremos introducir una proteína que engañe al organismo e interfiera en el mecanismo priónico. Esta proteína se intercala y es imposible que haga un mal plegamiento por lo que bloquea el avance de la proteína modificada que provoca la enfermedad. ¿Cómo la llevamos hasta la zona donde se produce la enfermedad? Con nuevas herramientas basadas en vectores virales que tienen una capacidad enorme de producir estas proteínas bloqueadoras durante mucho tiempo".
Joaquín Castilla termina su conversación con este periódico de una manera muy positiva: cree que en tres o en cuatro décadas se podrá erradicar el insomnio familiar fatal. Al ser una enfermedad que todavía no tiene cura o tratamiento, muchos miembros de las familias afectadas optan por no realizarse el test para saber si tienen el gen o no. Si el resultado fuera positivo quizás no podrían quitárselo de la cabeza, piensan. Sin embargo, Castilla anima a que estas personas recurran a la selección de embriones cuando quieran tener descendencia: "La enfermedad desaparecería si no nacieran más niños con la mutación y esto se puede lograr eligiendo los embriones que no la tienen antes de implantarlos".
El doctor Castilla reconoce que algunas personas que duermen mal y son hipocondríacas le han sugerido sin fundamento que podrían padecer IFF, pero es prácticamente imposible si se desconocen antecendentes familiares: "Hay muchas enfermedades en las que el insomnio es una característica, ¿por qué los más hipocondríacos se identifican con esta que es la más mortal y extraña? Sin duda, el doctor Google no nos ayuda".