El crack de la bolsa de Wall Street en octubre de 1929 desencadenó una crisis económica histórica, anticipando una década de penurias que culminarían en un conflicto global. Los estadounidenses que nacieron en esa época quedaron marcados por el resto de sus vidas más profundamente de lo que sospechábamos hasta ahora: el estrés y la privación que experimentaron sus progenitores imprimieron en sus células una predisposición a nivel genético de sufrir un envejecimiento acelerado y una mayor incidencia de enfermedades crónicas.
La clave está en la epigenética, el conjunto de marcadores bioquímicos asociados al ADN de cada individuo que activan la expresión de unos genes y suprimen otros en función de las circunstancias vitales que experimenta. Según un nuevo trabajo publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) y realizado con más de 800 personas nacidas entre 1929 y 1939, aquellos originarios del 'Dust Bowl' -los estados agrícolas golpeados tanto por la crisis como por la sequía, que inmortalizó John Steinbeck en Las uvas de la ira- tienen células con un perfil epigenético más envejecido que aquellas que nacieron en otros lugares.
"Lo que experimentamos en nuestros primeros nueve meses puede llegar a afectarnos toda la vida", resume Lauren Schmitz, investigadora de la Universidad de Wisconsin–Madison (EEUU), en declaraciones a la revista Nature. Esto se debe tener en cuenta a la hora de diseñar políticas de salud pública y asistencia social, argumenta. El recorte de derechos sociales en términos de bajas de maternidad y paternidad, o la derogación del aborto en algunos estados que obliga a llevar a término embarazos no deseados aunque sea en condiciones de precariedad, estaría condenando a la desigualdad sanitaria a personas que no han nacido aún.
"Considero que, como sociedad, podemos estar de acuerdo en que experimentar una recesión económica cuando ni has nacido todavía no debería determinar cuántos años de vida vas a tener", subraya Schmitz. La relación entre privación de los padres y los marcadores de envejecimiento acelerado en las crías ha sido probada en animales de laboratorio. En humanos, las grandes tragedias del XX han permitido realizar otros estudios generacionales. Aquellos nacidos durante el Holocausto o la Gran Hambruna de posguerra en los Países Bajos han demostrado tener marcadores epigenéticos diferentes a los de sus hermanos nacidos en otro momento.
Reloj epigenético
Uno de los descubrimientos más relevantes en la ciencia de la longevidad ha sido el del 'reloj epigenético': el envejecimiento no es un proceso estrictamente lineal y cronológico para todos, sino que se rige por la activación de determinados marcadores celulares que responden a su vez a las condiciones ambientales. Con unos correctos hábitos de vida, el reloj epigenético se puede retrasar para que nuestra edad biológica sea más joven de lo que indica el DNI. Pero, por otra parte, la etapa embrionaria es especialmente vulnerable para adquirir modificaciones que serán perjudiciales décadas más tarde, dada la altísima tasa de replicación celular.
La maternidad fue especialmente cruenta en la década de los 30 en EEUU, señalan los autores. Las familias de agricultores desplazados de sus granjas en Kansas, Colorado, Texas, Oklahoma y Nuevo México apenas contaron con ayudas, el paro alcanzaba un histórico 25% y se desconocían las necesidades de suplementación durante el embarazo que hoy se aplican. En base a los análisis genéticos de ancianos en las residencias realizados por el proyecto NHS y sus datos demográficos, determinaron que los más desfavorecidos al nacer tenían menos probabilidades de vivir más allá de los 75 años.
Así, la epigenética se 'cobraría' en la tercera edad las deudas contraídas por la privación in utero, explican: esos marcadores celulares incorporados al nacer fomentarían la aparición de enfermedades ligadas a la edad, como cardiopatías y cáncer, y en última instancia, una muerte prematura. Sin embargo, la ausencia de datos exhaustivos sobre la época impide todavía determinar cuál de los 'jinetes del apocalipsis' -la nutrición deficiente, el estrés social, los contaminantes provocados por la crisis medioambiental u otros aún desconocidos- fueron los desencadenantes de este mecanismo biológico.