No hay ninguna duda de que cualquier órgano es importante para el funcionamiento de nuestro cuerpo. Sin embargo, uno de ellos sobresale por encima de todos, el cerebro, el llamado "órgano rey". Es por esto que en cuanto aparece un tumor cerebral los síntomas se presentan en general de una forma rápida y brusca, como sucede en el caso del glioblastoma.
Los gliomas, que atacan al cerebro y a la médula espinal, se dividen en dos tipos: los denominados "de bajo grado" y los de "alto grado". A su vez, estos últimos se clasifican en tipo III y IV, siendo ambos los gliomas más agresivos. El glioblastoma pertenece al grado más alto de todos, por lo que presenta un pronóstico desfavorable de esperanza de vida.
En el caso de este tumor afecta más al cerebro que a la médula espinal. Se forma a partir de céulas conocidas como "astrocitos", que proporcionan apoyo a las neuronas y son esenciales para el adecuado funcionamiento del tejido del sistema nervioso. Así, se trata de un tipo de cáncer agresivo que puede ocurrir a cualquier edad, aunque las probabilidades aumentan entre los 50 y los 60 años.
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Su incidencia es de entre 4 y 5 casos por cada 100.000 habitantes, lo que supone un 1,4% del total de casos de cáncer diagnosticcados. Sin embargo, estas cifras representan el 54% del total de los gliomas. Y en cuanto a su letalidad, estamos ante el tumor cerebral que más muertes produce y el más frecuente del sistema nervioso. A pesar de décadas de intensa investigación, su compleja biología sigue sin entenderse del todo y los tratamientos existentes no han conseguido un incremento significativo de la supervivencia.
Síntomas tempranos
Aunque los síntomas de los gliomas varían según el tipo del que se trate, suelen presentarse de forma rápida y brusca. El más común de todos ellos es la cefalea. Sin embargo, cuando tenemos este dolor frecuente de cabeza no lo relacionamos normalmente con la presencia de un tumor cerebral. Y es que los glioblastomas provocan un aumento de la presión en la cabeza, que se traduce en náusea, vómitos y somnolencia.
De hecho, la falta de sueño es uno de los síntomas más indicativos de la presencia de esta enfermedad. Y además, se trata de un comportamiento que la propia persona es capaz de reconocer. No suele suceder igual con otros síntomas como los cambios en la personalidad que pueden producirse en estos casos.
Al tratarse de un tumor cerebral, cualquier tipo de problema neurológico debe mantenernos alerta. Así, la pérdida de fuerza o de sensibilidad en alguna parte del cuerpo se pueden considerar signos a tener en cuenta. Otros síntomas focales también son la dificultad para hablar y los problemas de déficit en el campo visual. Aunque depende de dónde se localice exactamente el glioblastoma, también pueden aparecer convulsiones o hemorragias en los pacientes.
Factores de riesgo
Como sucede con la mayoría de los tumores cerebrales aún se desconoce la causa exacta del glioblastoma. Además, no se han llegado a identificar suficientes factores de riesgo. Aun así, sí que podemos tener en cuenta algunos rasgos que aumentan la probabilidad de padecer este cáncer maligno.
Entre ellos, la edad es una de las cuestiones a valorar, sobre todo en los adultos de entre 50 y 60 años. De una manera apenas perceptible, se encuentra más veces en hombres que en mujeres. Sin embargo, esta enfermedad se puede dar a "cualquier edad", como aseguraba el doctor de la Unidad de Neurooncología del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid, Juan Manuel Sepúlveda, en declaraciones a Europa Press.
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Dejando a un lado los síntomas comunes, este glioma presenta factores de riesgo reconocidos como los antecedentes familiares o los síntomas genéticos. Aunque todos estos factores no dejan de ser posibles síntomas que aumentan el riesgo de que aparezca un cáncer de este tipo. Pero "esto no significa que la persona padecerá la enfermedad", como explica Cristina Aranda, responsable del departamento médico del laboratorio Gebro Pharma, a la revista Saber vivir .
Un tumor sin cura
Pese a estar hablando de el tumor cerebral más letal, un estudio publicado en la revista PNAS lograba averiguar cómo el glioblastoma consigue invadir el tejido sano sin mayor resistencia. El objetivo de esta investigación era desactivar la función antitumoral que poseen los "pericitos".
Sin embargo, todavía es pronto para apuntar hacia una cura de esta enfermedad. La cirugía es el primer tratamiento al que se recurre cuando se diagnostica este tipo de glioma. Así, una extirpación quirúrgica más amplia se asocia con mejores resultados. A continuación, se aplica la quimioterapia y la radioterapia de forma conjunta. Aunque su uso siempre se decidirá teniendo en cuenta factores como la edad del paciente y las características moleculares del tumor.