Es 1986. España celebra que, junto a Portugal, ha entrado en la Comunidad Económica Europea. Mientras, el mundo observa conmocionado como un 28 de abril un fallo en el reactor de la central nuclear de Chernóbil causa un desastre que tendrá gravísimas consecuencias. Estados Unidos también tiene problemas. Uno grave; preocupa más a Reagan que el terrorismo. Ha aparecido en el mercado una nueva forma de cocaína, más barata y más mortífera. El crack ha llegado a las calles.
La epidemia del crack cruzó fronteras. No sólo asoló los barrios de Estados Unidos. Sus estragos se dejaron ver en todos los países y, aunque costó, el conflicto parecía zanjado. Pero no, con las drogas se ganan batallas, pero no la guerra. Como dijo en una ocasión el psiquiatra Frank Gawin, que durante años estudió el problema de las adicciones en la Universidad de Yale, la única manera de vencer sería que "Dios rediseñara el cerebro humano".
Las palabras del profesor caen como un jarro de agua fría, máxime cuando el Observatorio Europeo contra las Drogas y la Adicción advierte en su último informe que el crack está experimentando un aumento preocupante. De hecho, le dedican un apartado especial, algo que no se veía en los últimos años. "El consumo de crack puede estar aumentando y se observa ahora en más ciudades y países. Esto es especialmente preocupante, ya que esta forma de la droga está especialmente asociada a problemas sociales y de salud", explican.
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Concretamente, en el documento se detallan tres países en los que se ha detectado un aumento del consumo de crack: Bélgica, Irlanda y España. Así es, nuestro país se coloca la medalla de bronce en esta triste realidad.
Las explicaciones
El observatorio europeo apunta a una posible hipótesis para explicar este fenómeno: "El aumento de la privación económica de la pandemia de Covid-19 entre los consumidores vulnerables de drogas de alto riesgo y la disponibilidad de pequeñas dosis baratas de crack pueden haber contribuido a un mayor consumo".
Si bien Josep Rovira, director del área de drogas y salud de la asociación Bienestar y Desarrollo, aporta un dato a EL ESPAÑOL que descarta esta opción, por lo menos en nuestro país. "El consumo de crack ha sido durante muchos años algo residual, pero nosotros llevamos viendo un importante avance entre 2016 y 2018".
Rovira explica que desde el nacimiento de su asociación, 2009, trabajan con población que consume cocaína de forma inhalada, es decir, crack, pero que es en 2016 cuando se dan cuenta de un repunte que se mantiene hasta nuestros días.
Sin embargo, en informes anteriores del observatorio europeo, no hay una mención tan explícita al crack como la actual. Por ejemplo, en el de 2021 se puede leer de soslayo una: "Entre otros aspectos preocupantes asociados a la pandemia, en algunos países podría observarse un aumento de la disponibilidad y el consumo de crack".
Para aclarar el repunte, los expertos del observatorio europeo aluden también al bajo precio del crack. Rovira, de nuevo, desde su experiencia tumba esta teoría: "El acceso a dosis de cinco euros no es una cosa de ahora. Tal vez en algunos países europeos sí, pero en España (matiza que su asociación trabaja en Cataluña y que habla desde lo que ve allí) las dosis a ese precio era lo normal".
Tapar la angustia
¿Qué está pasando entonces? "Esto es fruto de la sociedad en la que vivimos, llena de angustia, que es algo que no toleramos. Vivimos en un momento de malestar en incremento y, como no sabemos lidiar con ello, lo tapamos en forma de consumo". Esta es la teoría que aporta Pedro Gómez Linares, psicólogo especializado en el tratamiento de adicciones. Para apoyarla, apunta al uso abusivo de las benzodiacepinas, medicamentos destinados al tratamiento del estrés y la ansiedad. Si decimos lexatin o lorazepam, probablemente, el lector entenderá de qué hablamos.
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"Los psicólogos que trabajamos en el ámbito de adicciones tenemos un montón de trabajo", esgrime, además, este experto sobre el estado de la situación y resume todo con una frase lapidaria: "Esto sí que es una pandemia".
Lo es. Los problemas del crack pasan por muchas vertientes. La primera, que ataca a los más vulnerables. "Esta droga es una sustancia que se asocia a un perfil de paciente o un perfil de usuario de bajos recursos", indica Javier Porto, director de la red de clínicas CCAdicciones.
Estas personas son, precisamente, las que tienen más dificultades para dejar la adicción, por el contexto que les acompaña y el complicado acceso a medios. Funestamente famosa fue la frase de Whitney Houston cuando, en una entrevista, Diane Sawyer le preguntó si fumaba crack: "El crack es barato. Gano demasiado dinero como para consumir crack. Eso es de pobres".
El perfil de paciente tiene que ver, sobre todo, con el bajo precio de la sustancia, que en unos minutos es capaz de producir el famoso subidón, uno que, al parecer, es capaz de atrapar muy rápidamente. "El crack es una sustancia que favorece que se produzca la adicción, pero también hay que mirar en el contexto y en la persona. Es decir, la adicción catalogada como enfermedad por la Organización Mundial de la Salud (OMS) viene a decir algo así como que es una enfermedad en la que la persona está predispuesta a tenerla y el ambiente dispone a que la tengas", aclara Porto al respecto.
La mochila de traumas
Esto, quizás, se entienda mejor con una historia personal. Bill Clegg era un exitoso agente literario de Manhattan. Vivía en un piso de ensueño y compartía su vida con un director de cine. No obstante, esa no era su única relación. Echados a la espalda varios traumas infantiles, un conocido de la familia aprovechó su vulnerabilidad juvenil para iniciar algo íntimo con él. No fue su cama lo único que le abrió, también las puertas al crack, que tras una calada le llevó a un abismo que culminó dejando a un lado los trajes de Gucci por harapos y buscando un baño cualquiera para darle a la pipa. Su historia de caída y redención está descrita en el libro Portrait of an addict as a young man.
Si el enganche rápido es la segunda vertiente, la triada la cierra la vinculación del crack con otras sustancias, como la heroína. "El consumo de estimulantes como el crack o la cocaína inyectada se asociada a veces a un consumo de heroína para mitigar la estimulación y el fuerte craving (el deseo de consumo)", apunta Josep Rovira.
Sus palabras están ratificadas por el propio observatorio europeo, que en un informe de 2019 describe: "Los consumidores parecen encontrarse en una situación de mayor marginalidad. Muchos pacientes de crack declaran consumir heroína como droga problemática secundaria".
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La heroína es probablemente el opioide más famoso. Como ocurrió en el 86 con el crack, Estados Unidos afronta ahora un grave problema con la crisis de los opioides, que no sólo abarcan a la cocaína. También los hay de curso legal y prescritos por médicos, como el fentanilo. En España, no obstante, la cosa dista de ser así. "En Europa no tenemos esa epidemia", declaraba hace poco a este medio Luis García-Larrea, director de la unidad de Integración Central del Dolor en Humanos del Centro de Neurociencia de Lyon.
Cómo salir
Las cifras oficiales también instan a la calma. El observatorio europeo estima que tan sólo un 0,27% de la población española tiene un problema de alto riesgo con el consumo de opioides.
Javier Porto, por su parte, llama a la calma también con los datos del crack. "Un repunte no quiere decir necesariamente una tendencia al alza". Ojalá sea así, porque el crack es la única droga, entre las principales analizadas por el observatorio, que causó entre 2014 y 2017 un aumento progresivo de ingresos en hospitales centinela (centros específicos para el seguimiento de enfermedades concretas).
Dicho dato ya no está actualizado, pero sí el de muertes inducidas por drogas. Turquía, Bélgica y España se llevan la palma. Nuestro país, con más de 6.000 y con una inclinación al alza.
Mientras llega ese milagro para rediseñar el cerebro, la solución, como apunta Pedro Gómez Linares, es pedir ayuda. "Nadie sale de esto solo". No lo dice apenado, sino dando un atisbo de esperanza para todos aquellos que estén en esta situación.