La idea no es nueva pero las circunstancias sí lo son. Israel ha retomado la posibilidad de permitir un contagio masivo de la población como modo de acelerar su inmunidad dado que ómicron parece incontrolable. "La tormenta sucederá, no podemos evitarlo", ha indicado el primer ministro israelí, Naftali Benet. El país, uno de los más acelerados en la vacunación (ahora están estudiando un segundo refuerzo, es decir, una cuarta dosis), está viviendo el mayor incremento de contagios en los últimos meses.
Muchos han visto la posibilidad lanzada por Benet como un refrendo de la visión que adoptaron los países más escépticos con la pandemia adoptaron al principio de la misma. Reino Unido, Estados Unidos, Brasil y Suecia coquetearon con esta idea, asumiendo que la Covid era similar a una gripe. Pronto se reveló que el SARS-CoV-2 era más transmisible y virulento, y que esta estrategia era un error: las infecciones se multiplicaron, los sistemas sanitarios se pusieron al límite y muchas personas murieron.
Durante el año y medio posterior, la estrategia a seguir ha sido la de conseguir un equilibrio entre la minimización del impacto en salud y la continuidad de la actividad económica y social. Vacunas, confinamientos, toques de queda y pasaportes Covid tienen ese objetivo. Solo unos pocos países han planteado una visión 'cero Covid', con medidas estrictas para cortar de raíz la propagación del virus, como Corea del Sur, Japón o Australia.
La irrupción de ómicron a finales de noviembre ha sido un revulsivo que plantea, según algunos, un cambio de paradigma. Primero, porque es más transmisible: si cada contagiado podía llegar a infectar hasta a 3 personas con la cepa original y 7 con delta, ese número puede llegar a 10 con la nueva variante, indica el periodista especializado en salud Talha Khan Burki en un artículo en The Lancet Respiratory Medicine. Los récords de contagios que estamos viviendo dan fe de ello.
Segundo, porque todo indica que la enfermedad que genera es más leve. Se multiplica rápidamente en las vías respiratorias superiores (nariz, boca, garganta) pero no en las inferiores (pulmones), lo que reduce el riesgo de neumonía. Las hospitalizaciones no están creciendo al mismo nivel que en las anteriores oleadas y la mayoría de síntomas que los médicos están observando son los de un resfriado común.
A esta levedad estaría contribuyendo también la inmunidad alcanzada por la población a través de las vacunas y la propia enfermedad tras casi dos años presente en nuestras vidas. De hecho, es el alto nivel de vacunación de Israel lo que hace plantearse la posibilidad de un salto adelante en la gestión de la pandemia: tiene una red debajo si la acrobacia sale mal.
España, con el 79,8% de la población vacunada con la pauta completa, es uno de los países más avanzados en la inmunización. El impacto de ómicron está siendo más que notable, con nuevos récords de contagios a diario en la última semana, lo que de momento no se ha traducido, afortunadamente, en un incremento proporcional de hospitalizaciones.
Lo que sí ha crecido es la presión en la atención primaria, con larguísimas colas de personas a las puertas de los centros de salud a la espera de un test que certifique la enfermedad para proceder a la baja o el aislamiento. Los propios médicos están apuntando lo absurdo de la situación: paralizar el primer nivel asistencial por simples resfriados.
¿Hay que cambiar el paradigma?
Por eso algunos plantean que es el momento de un siguiente paso en la gestión de la pandemia, pues el balance entre el riesgo (la enfermedad grave o muerte) y el beneficio (la economía) ha cambiado. Sin embargo, los especialistas consultados por EL ESPAÑOL son muy escépticos con el planteamiento israelí y creen que todavía no ha llegado el momento de probar una estrategia radicalmente opuesta a la actual.
"Es sumamente arriesgado", sentencia el epidemiólogo Joan Caylá. "Esta infección no es un simple resfriado. Si infecta a mucha gente, como está pasando ahora en España, la inmensa mayoría irá bien pero habrá un porcentaje con pulmonías, que se complicarán, algunas irán a UCI y acabarían en muerte".
Ahí está la cuestión. Los ingresos están siendo menores de lo que se esperaría antes de la llegada de ómicron, pero eso no quiere decir que estemos fuera de peligro. De hecho, la ocupación hospitalaria y la de UCI están en riesgo medio y alto, respectivamente, según el último semáforo Covid elaborado por Gobierno y comunidades autónomas.
En la sexta ola ha ingresado el 2,2% de los contagiados, una cifra menor que el 3,8% que lo hizo durante la quinta y, sin duda, mucho más baja que el 7,3% de infectados que acabaron en el hospital entre la segunda y la cuarta oleada del virus. Pero esto implica que la gente sigue ingresando en los hospitales y que los récords de contagios que hemos vivido en los últimos días aumentarán la presión sobre las clínicas. Por ejemplo, entre Nochebuena y el fin de semana se notificaron 200.000 nuevos contagios: eso implicará 4.400 nuevos ingresos. El riesgo de colapso hospitalario sigue siendo real.
En comparación, Israel maneja datos de nuevos casos y hospitalizaciones mucho menores. Según el portal de la Universidad de Oxford Our World in Data, la incidencia española sextuplica a la israelí: 1.366 casos diarios por cada millón de personas frente a 200. El país de Oriente Próximo tiene 13 ingresos semanales por cada millón de habitantes, por 165 en España, cifra que supera el ritmo de nuevas admisiones de Dinamarca y Reino Unido, otros países afectados por ómicron.
El porcentaje de positivos entre los tests realizados es otro indicador para medir la pandemia: da cuenta de la cantidad de transmisión que se está detectando. La OMS recomienda que la cifra sea menor al 5%. Israel lo cumple con un 2,5%. España tiene un 18,8% de positividad, lo que implica que hay más contagios de los que se están detectando. Y eso implica, a su vez, que habrá más hospitalizaciones.
Las medidas antiCovid tomadas desde Salud Pública tienen un objetivo: evitar el colapso hospitalario y que no se pueda atender a todas aquellas personas que lo necesiten. Como dice el especialista Salvador Peiró, las medidas actuales deberían enfocarse a "enlentecer la transmisión" para que no haya un tapón en el sistema. "Hacer que la ola dure más" pero que no alcance un pico crítico.
La estrategia de contagio masivo no es nueva: cuando no había vacuna del sarampión y un niño la contraía, se solía juntar a los niños de los vecinos para que se contagiaran y se inmunizaran, pues la enfermedad no es grave a esas edades. Con SARS-CoV-2 se vio que no era viable, pues "la probabilidad de complicaciones del sarampión es mucho menor", recuerda Joan Caylá.
El epidemiólogo admite que este virus "es muy complicado, este tipo de pandemia es algo que no habíamos visto nunca". Por eso cree que, tanto en España como en el resto de países, "queda mucho todavía" para plantear que el contagio masivo sea más beneficioso que perjudicial.