La pandemia del coronavirus es, sin duda, la mayor experiencia colectiva a la que nos hemos enfrentado los humanos en lo que llevamos de siglo XXI. Eso sí, todavía no podemos darla por terminada: no sólo porque el virus no ha desaparecido —y tiene pinta de que todavía conviviremos con él más tiempo, aunque su letalidad será mucho menor—, sino que sus consecuencias van a tener un peso muy importante en el carácter de la política, la economía y nuestras propias relaciones en los próximos años.
En este sentido, en los últimos meses la salud mental se ha colado en el debate público casi de manera forzosa: esta pandemia ha disparado la incidencia de este tipo de patologías. Sin embargo, sigue siendo un área de nuestro bienestar muy desconocida. Según Rosa Molina, psiquiatra del Hospital Universitario Clínico San Carlos de Madrid, "en las últimas décadas se ha concedido al cerebro una atención quizá desmedida" y, por eso, presenta su nuevo libro Una mente con mucho cuerpo (Paidós, 2021), para recordarnos, precisamente, que la mente excede a este órgano.
"Nuestra mente no sólo es el cerebro, también se manifiesta en el cuerpo. Además, cuando conectamos con otras personas se genera una mente colectiva que modifica la plasticidad del cerebro de los participantes", explica la experta. Siempre hemos observado al cerebro como el gran ordenador que controla los sistemas del cuerpo como si fueran herramientas, pero lo que quizás ignorábamos es que esos sistemas también se comunican con el cerebro. Nuestro propio cuerpo es una buena herramienta para modular los problemas que surgen en la mente y —quién sabe— encarar algunos retos del mundo tras la pandemia.
Ante este auge del interés por la salud mental, ¿qué nueva visión quieres aportar con tu libro?
Empecé a escribir este libro en la pandemia y ya se estaba viendo este auge. Lo quería enfocar desde un punto de vista muy mental, pero un caso clínico que atendí en Urgencias me hizo cambiar de opinión. El paciente era un chico que estaba teniendo pensamientos de hacerse daño a sí mismo y en este caso se observa claramente cómo lo psíquico se expresa en el cuerpo de manera continua. Este chico se autolesionaba porque no sabía gestionar sus emociones de otra manera.
Lo que ofrece este libro es un recorrido por la mente a través del cuerpo, aunque pueda parecer paradójico. La mente y el cuerpo son inseparables. Con el libro, además quiero concienciar sobre la salud mental, contribuir a eliminar el estigma que existe sobre ella y recordar que nuestra mente se expresa en nuestro cuerpo: mucho de lo que sucede en él es el resultado de nuestras emociones, nuestros miedos…
Siempre hemos pensado en el cerebro como un órgano principal que controla otros como si fueran herramientas…
Esta visión ya está superada. De todas formas, en el día a día caemos mucho en ese dualismo y separamos lo físico de lo mental. Somos conscientes de que la mente va más allá de nuestro cerebro y, de hecho, muchos autores hablan de que la nuestra es una mente extendida: no acaba en nosotros, sino que se expande a otras personas o, incluso, a la tecnología y está más interconectada de lo que, en apariencia, vemos.
Los médicos y los psiquiatras también cometemos este error. A veces un paciente consulta un dolor gástrico y le dicen que la causa es psicológica, como si no fuera real o no tuviera importancia. Los psiquiatras pedimos a los otros médicos que descarten otras patologías antes de que nos deriven un paciente. Estamos muy especializados y cometemos este error; en realidad, es muy difícil señalar el límite de qué corresponde a uno o a otro porque estos aspectos están súper interconectados.
¿Cómo puede terminar una causa psicológica —como el estrés— originando un problema físico en el cuerpo?
Precisamente, el estrés es el mejor ejemplo de la relación entre el cerebro y el cuerpo. Si pudiéramos grabar con una cámara lo que sucede en el cuerpo cuando lo padecemos veríamos un montón de cambios bioquímicos. Suben los glucocorticoides —hormonas del estrés—, los vasos sanguíneos se contraen… Estos cambios llevan a situaciones que se pueden observar en cosas cotidianas como las ganas de ir al baño cuando un examen nos tiene muy preocupados. Lo experimentamos en el día a día, pero no somos conscientes. En casos más graves, hemos llegado a ver convulsiones provocadas por altos niveles de estrés.
¿Y estos episodios de estrés podrían llegar a ser responsables de enfermedades más graves como el cáncer?
Ese es un campo muy estudiado. No podemos decir que haya cánceres cuyo único desencadenante sea mental, pero podemos afirmar con datos científicos que este aspecto juega un papel importante: un 20% o un 30% de lo ocurra con ese cáncer sí que puede tener que ver con ello. La salud mental está en todo lo físico: desde un infarto hasta, por ejemplo, la Covid. Depende de la patología su impacto es mayor o menor, pero siempre es un modulador. No hay nada que sea 100% biológico o 100% psicológico.
¿Qué hábitos de vida saludable recomiendas para la mente y, por tanto, para el cuerpo?
¡Me van a decir que para qué han llamado a una psiquiatra para esto! Sin embargo, los hábitos saludables son los que son: alimentación saludable, ejercicio físico y dormir bien. Lo que es bueno para el corazón es bueno para el cerebro. Ahora bien, yo añadiría dos aspectos más: cuidar el aspecto social, relacionarnos; y conectar con nuestras emociones y aprender a verbalizarlas. Un buen vocabulario emocional nos ayuda a regular e identificar lo que nos pasa.
Con respecto al ejercicio físico, ¿cómo cambia nuestra mente?
De una manera impresionante y fascinante. Se observan cambios en los neurotransmisores que, a su vez, estimulan nuestras capacidades cognitivas —el lenguaje, la atención, la memoria, la función ejecutiva—, todo lo mejora. Nos hace liberar endorfinas, lo que llamamos "el subidón del corredor". El deporte es el mejor ansiolítico, mejor que cualquier pastilla. No se ha inventado nada mejor y lo tenemos en nuestra mano, pero claro en algunos cuadros no podemos recomendar a un paciente que se vaya a correr.
En el libro hablas de una conexión entre el ejercicio y la habilidad con las matemáticas…
Sí, entraría en esa parte de las habilidades cognitivas. Los estudios científicos han demostrado que las personas que hacen deporte tienen un mejor rendimiento cognitivo en aspectos como la capacidad matemática o del lenguaje que las personas sedentarias. De hecho, la inactividad se ha relacionado en estudios de imagen con la reducción de algunas áreas del cerebro como el hipocampo, que está asociado a la memoria.
En cuánto al aspecto social, la pandemia ha generado que muchas personas tengan miedo a relacionarse o a encontrarse en ambientes sin mascarillas que están ahora mismo permitidos, ¿qué crees que deberían hacer?
Exponerse. Si estas situaciones nos generan malestar significa que nos tenemos que exponer todavía más y aprender a tolerarlo. Puedes estar en un grupo de amigos y estar aburrido o sentir ansiedad, pero tomar contacto con ello va a ser lo que haga que esas emociones se reduzcan. Cuando enfrentamos nuestros miedos nos damos cuenta de que, en realidad, no eran tan grandes. Ese es el fundamento de aprender a enfrentar el miedo.
¿Qué opinas de la relación a través de redes sociales?
Que es preocupante. El contacto de redes es muy adictivo, genera dopamina inmediata y perdemos la esencia de lo que disfrutamos con el contacto físico. Es como las adicciones, las redes sociales funcionan como una droga: nos podemos sentir atrapados por ellas y dejar de disfrutar de lo que disfrutábamos antes de las relaciones en directo. La gente que se engancha a la cocaína deja de disfrutar con las cosas con las que antes disfrutaba y su esencia no le lleva a quedar con sus amigos, le lleva a consumir cocaína. De todas formas, mi sensación es que vamos a ir a una época de menor conexión online a más conexión offline.
Si sólo pudieras dar un consejo a alguien para que mejorase su salud mental, ¿cuál sería?
Qué pregunta más difícil. Además, los psiquiatras y los psicólogos siempre decimos que no damos consejos. Una buena palabra es conectar. Estar presentes con nosotros mismos, conectar con las demás personas, indirectamente abarca muchas cosas.