Cuando la decepción por el aplazamiento indefinido de la vacuna de Mariano Esteban contra la Covid-19 está todavía fresca, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps) acaba de anunciar que ha dado el visto bueno, por primera vez, a los ensayos en humanos de un antígeno español contra el SARS-CoV-2.
Se trata de la vacuna desarrollada por Hipra, la empresa dedicada a la salud animal que, al principio de la pandemia, decidió poner todo su conocimiento sobre las vacunas al servicio de las personas. Y esto incluía no solo la producción de las mismas sino también su diseño desde cero.
Y eso en un país acostumbrado a que sean los grandes organismos de investigación (CSIC, CNIO, etc.) los que acaparan titulares es algo muy valioso: demuestra que hay emprendimiento científico más allá de lo público –aunque cuenta para su desarrollo con una ayuda de tres millones de euros del Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial, CDTI– y, lo que es mejor, músculo para trasladarlo a la práctica.
La empresa es una potencia de las vacunas veterinarias. Su cartera de productos incluye decenas de sueros en distintas presentaciones y para todo tipo de animales de ganadería como pollos, conejos, vacas o cerdos, por lo que tienen una gran experiencia e infraestructura para crear, testar y fabricar fármacos.
PHH-1V es el nombre de la que puede ser la primera vacuna 100% española contra la Covid-19. Está basada en dos proteínas que se corresponden a las variantes Alfa y Beta del coronavirus. Ambas se unen y se ayudan de una tercera molécula que potencia su efecto inmunizador. Es un mecanismo distinto al de las cuatro vacunas aprobadas en Europa, pero es similar al de dos que están ahora pendientes de autorización por parte de la Agencia Europea del Medicamento: las de Novavax y Sanofi/GSK. Su conservación entre los 2 y los 8 grados centígrados también proporciona una ventaja.
Así es el ensayo de la vacuna Hipra
La idea del laboratorio, en esta primera fase de ensayos, es probarla en unos 30 adultos sanos de entre 18 y 39 años que no hayan pasado la Covid ni hayan sido vacunados, para lo que contará con el apoyo de los hospitales Clínic de Barcelona y Doctor Josep Trueta de Girona (la sede de la farmacéutica se encuentra en esa provincia, en Amer).
En un principio se inocularán dosis bajas (separadas 21 días entre sí) a parte de los voluntarios para comprobar la seguridad, aumentando la cantidad hasta observar el nivel máximo de inmunidad que confiere. Según la ficha que aparece en el registro de ensayos clínicos de la Aemps, se comparará con la vacuna de Pfizer-BioNTech, Comirnaty.
La seguridad se medirá a los 7 y los 28 días de la inoculación de la primera dosis, por lo que en otoño se dispondría de los primeros datos preliminares. El nivel de inmunidad (que en esta fase del ensayo es un objetivo secundario) se comprobará a los días 21, 28 y 35 tras la primera dosis, pero también a largo plazo: a los seis meses y al año de recibir la segunda.
Como la vacuna del CSIC, la vacuna de Hipra también ha sufrido ciertos retrasos para testarla en humanos. A principios de abril, Pedro Sánchez, Carolina Darias y Pedro Duque (entonces ministro de Ciencia) visitaban las instalaciones del laboratorio catalán, confirmando las esperanzas puestas en este antígeno. Sin embargo, el propio laboratorio decidió aparcar los ensayos, pensados para junio, hasta comprobar la eficacia en animales de una nueva fórmula frente a las nuevas variantes surgidas este año.
La vacuna MVA-CoV2-S del CSIC, que contaba con la participación del laboratorio español Biofabri para su producción, se basa en un vector poxvirus (de la familia de la viruela) conocido como Modified Vaccinia Virus Ankara.
Se trata de un virus atenuado que expresa la proteína S (la que se une a las células para infectarlas) del SARS-CoV-2 para que el sistema inmune la identifique y produzca anticuerpos contra la misma. Esta estrategia ya ha sido utilizada por el CSIC para desarrollar vacunas contra el ébola, el chikungunya y el zika.
Daños pulmonares en un mono
Todo parecía ir perfectamente con esta vacuna. Las pruebas en ratones habían mostrado su capacidad para producir un alto nivel de anticuerpos. En marzo ya se publicaron resultados en una revista científica, pero los investigadores, a la cabeza de los cuales estaba Juan García-Arriaza, del Centro Nacional de Biotecnología, decidieron testarla en hámsteres y en primates no humanos. La ventaja de utilizar estos últimos es que, fisiológicamente, son más parecidos a las personas y, por tanto, sus resultados son más fiables para dar el salto al ensayo en humanos.
A finales de junio todo estaba listo y se mandó la documentación de los ensayos a la Aemps para solicitar su prueba en humanos. El Consejo de Ministros ya había autorizado en mayo 2,4 millones de euros para ello. Tras más de un mes con la documentación sobre la mesa, la agencia sigue sin emitir una respuesta.
Desde el CSIC explican que esto es normal: la Aemps revisa los datos con lupa y lo habitual es que pidan más información o algunas aclaraciones. Dada la urgencia por disponer de herramientas contra la Covid no solo en España sino en el mundo, no es tan normal ese silencio después de un mes.
Detrás de ese ghosting de la Aemps parece encontrarse el hallazgo de daños pulmonares en el macaco sujeto de experimentación. El propio centro informaba a EL ESPAÑOL que se descubrió este daño –no relacionado con el efecto de la vacuna– una vez realizada la autopsia al primate, que había sido sacrificado para analizar todos sus tejidos, pero desconoce la razón por la que la Aemps no ha emitido todavía una respuesta.
El equipo de Esteban confiaba totalmente en que la vacuna iba a tener una revisión rápida. Tanto, que La Paz, el centro donde iba a realizarse el ensayo clínico, comenzó la preselección de candidatos a la prueba, con vistas a iniciarla a principios de este mes. Como reveló este periódico, CSIC y Biofabri informaron al hospital el viernes 30 de julio que el ensayo se aplazaba de forma indefinida al no tener el visto bueno de la Aemps.
El largo camino hasta la vacuna
La carrera por la vacuna contra la Covid está llena de obstáculos. El inicio de las pruebas en humanos del suero desarrollado por Mariano Esteban y su equipo se anunció, en un principio, para finales del año pasado. Es decir, se acumulará un mínimo de nueve meses de retraso.
Como se ha visto, Hipra tampoco es ajena a estas circunstancias. En la visita que realizó Pedro Sánchez en abril a sus instalaciones, el laboratorio afirmaba poder iniciar la producción de la vacuna en octubre y comercializarla a finales de año. La proyección de Hipra era fabricar 400 millones de dosis durante 2022 y 1.200 millones en 2023.
Con el retraso de dos meses en el inicio de las pruebas en humanos parece difícil que la vacuna esté disponible antes de que acabe 2021, aunque el laboratorio ha mantenido su perspectiva. La fase III de ensayos clínicos, esa que permite solicitar la autorización para comercializar un medicamento, debe contar con miles de participantes (decenas de miles, en el caso de las otras vacunas contra la Covid) y esperar a alcanzar un número determinado de contagios (alrededor de 200) para poder presentar unos resultados consistentes estadísticamente. Pero sin duda este es el primer gran paso para una vacuna contra la Covid-19 100% española.
No es la única que está desarrollando la farmacéutica catalana. En investigación preclínica se encuentra un suero, Covarna, basado en ARN mensajero, como las vacunas de Pfizer y de Moderna, impulsada junto al Hospital Clínic, el Centro Nacional de Biotecnología (perteneciente al CSIC), el Institut de Reçerca de Barcelona y las universidades Pompeu i Fabra, de Barcelona, Libre de Bruselas y de Santiago de Compostela.
El CDTI ha contribuido con una subvención de casi medio millón de euros en su desarrollo. No obstante, los ensayos en humanos estaban pensados para el primer trimestre de este año y, por el momento, no parece que estén cercanos a comenzarse. La carrera por las vacunas es complicada y por cada una que llega al éxito hay otras que se quedan por el camino.
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