Hablar sin cuidado en tiempos de pandemia también puede costar vidas
Cabría preguntarse hasta qué punto nuestro comportamiento como médicos en las redes sociales ha tenido influencia en la confianza de la población con lo sanitario.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el Ministerio de Información británico desarrolló campañas publicitarias. Una de ellas, Hablar sin cuidado cuesta vidas, trataba de evitar que espías enemigos escucharan conversaciones sobre información sensible y que se difundieran rumores que minaran la moral de la población.
Recientemente y ante las dudas de un sector de la población sobre la vacunación contra el virus SARS-CoV-2 el Gobierno de España abrió la web informativa vacunacovid.gob.es. Incluso se planteó el uso de canales informativos en redes sociales, entre otras, WhatsApp. Cabría preguntarse si este es el medio más adecuado para generar confianza. Por un lado, la opinión pública –en el mundo entero, no solo en España– parece estar polarizándose y dividiéndose en torno a las cuestiones de la pandemia y la vacuna y, por otro, hasta que punto se puede confiar en aplicaciones de mensajería instantánea gratuitas cuyo modelo de negocio parece pasar necesariamente por la monetización de datos de sus usuarios.
En los últimos meses parecen haber aumentado en varios millones los nuevos usuarios de otras aplicaciones, como Signal y Telegram. ¿Podría estar teniendo lugar un éxodo masivo de usuarios de WhatsApp? Hay que recordar que en 2014 Facebook compró la aplicación por 19.000 millones de euros y que desde el inicio de 2021 WhatsApp informa sobre la obligación de aceptar unos nuevos términos de usuario que parecen conferirle a la aplicación –y a Facebook– derechos adicionales sobre los datos de los usuarios que preocupan a muchos.
La principal novedad que los usuarios deberán aceptar desde el pasado 15 de mayo afectará a las conversaciones de WhatsApp Business, en las que la compañía sí podrá rastrear la manera en que las cuentas comerciales interactúan con empresas y negocios y podrá compartir esa información con Facebook. En el caso de los residentes del Espacio Económico Europea la compañía exige la aceptación expresa de sus condiciones y políticas, y su uso legal y aceptable, que incluyen entre otros respetar los derechos de privacidad y evitar la publicación de falsedades, declaraciones erróneas o afirmaciones engañosas.
Como doctor en medicina me gustaría reflexionáramos hasta que punto tenemos responsabilidad los profesionales sanitarios con arreglo a la información que hemos compartido durante estos últimos meses sobre aspectos científicos de la COVID-19 que afectan a la opinión pública sobre a pandemia.
El Juramento Hipocrático y la Declaración de Ginebra de 1948 son consustanciales a nuestra profesión. Se enmarcan en la promesa del Médico: "Ejercer la profesión con conciencia y dignidad, conforme a la buena práctica médica; guardar y respetar los secretos que se me hayan confiado; compartir mis conocimientos médicos en beneficio del paciente y del avance de la salud; y no emplear mis conocimientos médicos para violar los derechos humanos y las libertades ciudadanas". La libertad y la igualdad, valores esenciales de la Declaración Universal de los Derechos Humanos forman parte de los Principios de la Bioética Internacional actual: Respeto a la Autonomía, No-Maleficencia, Beneficencia y Justicia en la verdad, la privacidad, la confidencialidad, no ofender y proteger.
La Medicina no es ajena a la evolución tecnológica de la comunicación humana y a la aceleración de la misma gracias a Internet y las Redes Sociales (RRSS). Las recomendaciones éticas de organizaciones médicas nacionales e internacionales, recogidas en Código de Deontología Médica de la Organización Médica Colegial (2011), y en el marco legislativo vigente sobre el buen proceder de los profesionales sanitarios en las RRSS, siguen el principio de que no podemos eludir la responsabilidad inherente a nuestro comportamiento en RRSS si en las mismas nos presentamos como médicos.
Creo necesario señalar la importancia de tomar conciencia sobre algunos riesgos posibles al respecto, porque también los profesionales sanitarios pueden contribuir a hablar sin cuidado. La difusión de la información en RRSS, con sus miles de millones de usuarios, es global. Un mensaje o hilo que se inicie en un grupo local puede propagarse también de forma exponencial, lo que se conoce como la viralización en RRSS.
Con ayuda de la consultora española The Cocktail Analysis realizamos una encuesta de 5 preguntas a 608 personas. Un 65,2% le da más credibilidad a la información que leen en redes sociales sobre SARS-CoV-2 en perfiles sanitarios, que, en otro tipo de fuentes, y un 37% la aceptaría como verdadera sin contrastarla. Un 30,1% compartiría esa información y un 41,4% afirma haber recurrido a perfiles en redes sociales de médicos y personal sanitario para informarse sobre SARS-CoV-2.
Parece claro que nuestra responsabilidad como sanitarios es máxima cuando compartimos información con nuestro círculo más próximo; un 81% afirmó que, si un conocido suyo es profesional sanitario, se cree más su opinión sobre SARS-CoV-2 que la de cualquier otra persona. Por último, lo que denominamos valor cero ("totalmente en desacuerdo") también tiene una relevancia digna de análisis porque implicaría un descreimiento en los profesionales sanitarios.
Por otro lado, el propio diseño con fines comerciales de los algoritmos de las RRSS perpetua lo que se conoce como el "sesgo de confirmación"; al compartir una información no contrastada su difusión será exponencial en miles de millones de usuarios. En el caso de la salud pública hemos visto ejemplos recientes con las terapias alternativas o las campañas de desprestigio de las vacunas.
En este mismo sentido y también dentro de la pandemia por la COVID-19 habría que reflexionar sobre nuestro papel a la hora de difundir y dar credibilidad a las recomendaciones sanitarias (disminuir los contactos sociales, mantener la distancia de seguridad, uso de mascarilla facial e higiene de manos y vacunarse) en un momento en el que la medicina se ha convertido en el que algunos han denominado, enfáticamente, "reservorio de la verdad". De nuevo apelar a la responsabilidad; cuando un médico hable sobre temas médicos en la red y en virtud de su formación, ya que su opinión será́ tenida en cuenta como referente.
En la otra cara de la moneda, parece que existe un porcentaje relevante de la población que de alguna forma rechazan categóricamente el rol de los sanitarios como fuente de valor. Aunque este aspecto debería ser objeto de un estudio y análisis en profundidad cabría preguntarse hasta que punto nuestro comportamiento en las RRSS ha tenido influencia en la confianza de la población con lo sanitario. En el caso de la profesión médica tanto el nivel de responsabilidad que se exige como las expectativas que la sociedad tiene son muy elevadas, por lo que los propios profesionales deberían tenerlo en cuenta, ya que incluso la posibilidad de convertirnos en enfermos no debe hacernos olvidar que seguimos siendo médicos. Tal y como señalaba Gregorio Marañón en su libro "Vocación y ética y otros ensayos": "[El médico] debe sentarse junto al enfermo con decencia y dignidad, en la postura de ser retratado", según aconsejaba Galeno.
El Internet "europeo" debe poder proteger a todos sus usuarios y sus datos: eso es defender los valores democráticos y los derechos fundamentales, en cuyo terreno han de arbitrarse las alternativas científicas y tecnológicas y las nuevas amenazas de control de la población que van emergiendo. Se debe garantizar el respeto a la libertad, la igualdad y la dignidad de los ciudadanos y eso en la era de la información concierne también a la seguridad, integridad y la privacidad de los datos. Nos jugamos mucho más que la confianza en las vacunas.