Actualmente los consumidores están mucho más informados sobre los productos químicos que pueden contener los alimentos, la ropa o cualquier producto cotidiano usado en el hogar durante el día a día. Algunas de estas sustancias se han vinculado a diferentes enfermedades o problemas de salud, con más o menos evidencia científica al respecto. De hecho, muchos de estos productos se han relacionado falsamente con importantes patologías, tales como el autismo o el cáncer, entre otras.
Como sucede con cualquier tipo de sustancia química, cuyo origen sea natural o artificial, la dosis puede ser la diferencia entre la toxicidad o el beneficio de usarla. En otras palabras, en una dosis determinada puede ser necesaria y muy beneficiosa para el organismo humano, mientras que una dosis excesiva puede ser tóxica e incluso letal. Un claro ejemplo es el agua: consumirla cuando se tiene sed es beneficioso, pero de 8 a 10 litros al día, como sucede en los casos de potomanía, puede ser muy perjudicial.
Repasaremos algunos ejemplos de sustancias químicas que se han ligado con los términos "tóxico" e "inseguro", pero que en realidad no representan un peligro para la salud humana de forma habitual.
Aspartamo
El aspartamo es un edulcorante artificial que en su momento llegó a relacionarse con un aumento del riesgo de sufrir cáncer. Sin embargo, los estudios que llegaron a tal conclusión se realizaron con ratas, en las cuales se detectaron cánceres sanguíneos como la leucemia o el linfoma.
Dichos estudios no se realizaron de forma correcta, y las dosis de aspartamo utilizadas superaban con crecer a una dosis habitual. Así mismo, las diferentes autoridades alimentarias a nivel mundial, como la Foods & Drugs Administration (FDA) de los Estados Unidos, o la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) de Europa, han corroborado que el consumo de aspartamo es totalmente seguro.
Sacarina
De nuevo, otro estudio realizado en ratas llegó a relacionar el consumo de sacarina con el cáncer. De hecho, en la década de 1980 se llegó a obligar a los productos con sacarina que llevasen una etiqueta que advertía que "habían demostrado causar cáncer en animales de laboratorio".
Una vez más, el estudio fue desacreditado, tras comprobar que las ratas son propensas a desarrollar cáncer de vejiga sin precisar el consumo de sacarina, mediante un mecanismo diferente a los seres humanos.
Además, se han realizado múltiples estudios al respecto que buscaban comprobar la relación entre sacarina y cáncer, y ninguno ha logrado sugerir tal relación. Por ello, durante el pasado año 2016, el Programa Nacional de Toxicología eliminó la sacarina de su lista de ingredientes causantes de cáncer.
Aluminio
Durante la década de 1990, un correo electrónico viralizó la preocupante relación entre el aluminio de los desodorantes y el cáncer de mama. De hecho, dicha relación llegó a respaldarse en una investigación preliminar, pero posteriormente se ha llegado a demostrar que es falsa.
Tanto el Comité Científico sobre Seguridad del Consumidor de la Comisión Europea, como la Sociedad Americana del Cáncer han concluido que no existe tal vínculo entre cáncer de mama y desodorantes con aluminio, tras revisar la evidencia científica al respecto.
Hasta ahora, se sabe que el organismo humano solo es capaz de absorber mínimas cantidades del aluminio presente en los desodorantes, y no sería suficiente para ser peligroso.
Parabenos
Los parabenos, lejos de ser peligrosos, habrían demostrado prevenir la formación de bacterias dañinas en el maquillaje. Sin embargo, un pequeño estudio publicado en el año 2004 sugirió que los parabenos, cuya función en el maquillaje es la de meros conservantes, se habrían relacionado con el cáncer de mama.
Actualmente sabemos que la metodología para realizar dicho estudio fue defectuosa, dado que el trabajo buscó evidencias de parabenos en el tejido de cáncer de mama ya existente, sin identificar de donde procedían dichos parabenos, ni si habían causado o contribuido mínimamente al desarrollo del cáncer.
Por otro lado, también existe la preocupación de que los parabenos puedan alterar el sistema hormonal de forma similar a los estrógenos. Sin embargo, los parabenos comúnmente presentes en el maquillaje son mucho más débiles que los estrógenos corporales humanos.
Finalmente, la Foods & Drugs Administration (FDA) de los Estados Unidos no ha encontrado ninguna evidencia científica de que los parabenos de los productos cosméticos tengan ningún efecto sobre la salud humana.
Glutamato monosódico o MSG
El glutamato monosódico o MSG, el cual se habría relacionado con el conocido "síndrome del restaurante chino" sería más seguro de lo que suele pensarse. En dicho síndrome se han catalogado síntomas como entumecimiento y palpitaciones, como las que sufrió un investigador durante el año 1968 tras comer en un restaurante chino.
Sin embargo, este aditivo también se encuentra en carnes procesadas, patatas fritas y verduras enlatadas. Durante la década de 1990, la FDA encargó una revisión al respecto, concluyendo que el consumo de glutamato monosódico es seguro, y que solo provocaría síntomas en aquellos individuos que lo consumen en exceso con el estómago vacío.
Así mismo, durante el pasado año 2017, la Autoridad Europea sobre Seguridad Alimentaria (EFSA) llevó a cabo una reevaluación sobre este y otros aditivos, concluyendo que tomar hasta 2 o 3 gramos diarios sería totalmente seguro, habiendo detectado casos del "síndrome del restaurante chino" en dosis de 4 o 5 gramos diarios.
Sulfatos
Finalmente, los sulfatos, sustancias que pueden encontrarse en los típicos champús o geles de baño, no serían peligrosos como muchos suelen pensar. De hecho, la etiqueta "sin sulfatos" ha cobrado protagonismo entre muchos de estos productos como símbolo de seguridad.
En la década de 1990 se pensaba que los sulfatos eran carcinógenos debido a una teoría sin evidencia científica. A día de hoy se sabe que, como sucede en muchas otras sustancias, sí es cierto que hay individuos más sensibles al uso de los sulfatos, los cuales podrían provocar sequedad e irritación. Pero no existe ningún otro peligro, según la evidencia científica actual.
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