Pongámonos en situación. Estamos en una playa. Como cada día desde que comenzaron las vacaciones, está tan abarrotada que es imposible sentir la más mínima brisa, mientras en el cielo un sol de justicia aprieta sin compasión. Todo parece indicar que la temperatura está por encima de los 40º y nuestro único pensamiento gira en torno a cómo conseguir una tregua ante ese sofocante calor.
De repente, a lo lejos, divisamos a un vendedor ambulante de bebidas, que trata de avanzar abriéndose paso a codazos entre la multitud, cargado de la típica nevera portátil azul que, para nuestra sorpresa y regocijo, lleva cargada de mojitos. “Mi salvación”, pensamos mientras levantamos el brazo, con la esperanza de que nos divise desde la distancia y se acerque para ofrecernos una fresquísma bebida que nos ayude a superar las altas temperaturas con un poco de dignidad.
Esta escena, con mayor o menor dramatismo, es un ejemplo de lo que podemos encontrar a lo largo del verano en cualquier playa de las que disfrutamos en el amplísimo litoral español. Y, en principio, nada parece indicar que, en tal contexto, tomar una bebida refrescante, y con algo de alcohol, como el mojito, pueda ser una mala idea. Sin embargo, no es la mejor opción. Veamos por qué.
El riesgo conocido: intoxicaciones
El mojito que se vende en las playas es un producto que, por mucho que nos guste su sabor y la agradable sensación de frescor que nos deja en el cuerpo, no posee ninguna garantía en relación con su composición ni con la calidad de sus ingredientes. Por ejemplo, el pasado año la Guardia Civil y la Guardia Urbana de Barcelona realizaron una operación conjunta que les llevó a requisar más de 200.000 unidades de esta caribeña bebida.
El problema no eras solo de índole legal, ya que se comercializaban sin ningún tipo de licencia, sino también de salud pública. La operación concluyó con el análisis del hielo, las hojas de menta y un polvo verde -utilizado para dar color a la bebida- por parte del Departamento de Química y Medio Ambiente del Servicio de Criminalística de la Guardia Civil. Los resultados revelaron la existencia de la Escherichia coli, una bacteria procedente de aguas fecales que puede provocar diarreas o gastroenteritis, y en sus cepas más peligrosas, derivar en enfermedades graves y mortales.
Son muchos los factores que convergen para hacer de estos mojitos una mala opción. En este negocio, ni la temperatura ni las medidas de conservación de los productos que se ofrecen al público son las adecuadas, tal y como apuntan los expertos. “No hay ningún tipo de control sobre el producto, las temperaturas de conservación son inadecuadas, no hay zonas de manipulación que se desinfecten, no se higienizan los vasos, no sabemos en qué condiciones se ha hecho el hielo… Son circunstancias todas ellas que favorecen la proliferación de bacterias”, señalaba Lluís Riera, director de la consultora de seguridad alimentaria Saia.
Esta investigación confirmaba los datos publicados por El País en 2017, cuando el laboratorio MIcroBac analizó diversos productos vendidos en la playa de la Ciudad Condal. “El mojito está a una temperatura de 15,6 grados y en cualquier local autorizado lo exigible es que se sirva a entre tres y cuatro grados”, afirmó entonces Carmen García Anglada, directora del laboratorio.
Con estos antecedentes, todo parece indicar que la actividad de estos vendedores contraviene el marco legislativo sobre la higiene de los alimentos, como, por ejemplo, el Reglamento europeo 852/2004 relativo a los productos alimenticios. Esta normativa, actualmente en vigor, exige el cumplimiento de una serie de parámetros microbiológicos, un control de temperaturas y un mantenimiento de la cadena de frío, tanto en establecimientos estables como de fuera de un establecimiento comercial permanente, como es el caso de los vendedores ambulantes.
El peligro oculto: deshidratación
Pero más allá de los datos anteriores, existen diversos motivos para decir 'no' a los cócteles que se venden en las playas. De hecho, tampoco habría que recurrir a las bebidas alcohólicas de cualquier tipo aunque las traigamos de casa ya que, como tales, no son la mejor opción cuando nos encontramos en un contexto de temperaturas altas, como las que solemos disfrutar (o sufrir) en verano.
En primer lugar, beber alcohol facilita la deshidratación, ya que posee propiedades diuréticas. Canto más se bebe, más necesario se hace ir al baño, de tal forma que, en realidad, su consumo no ayuda a hidratar el cuerpo.
En segundo lugar, combinar la deshidratación que produce el alcohol con un excesivo calor puede generar un sobrecalentamiento de nuestro cuerpo, es decir, podemos sufrir un golpe de calor. Para prevenirlo, además de evitar el consumo de alcohol, es interesante estar atentos ante la aparición de determinados síntomas, como el enrojecimiento de la piel o la aparición de náuseas, dolor de cabeza y mareos.
En tercer lugar, el consumo de alcohol puede alterar nuestra percepción de la realidad, así como el funcionamiento de los sentidos, por lo que es probable que si bebemos demasiado alcohol no seamos conscientes, por ejemplo, de estar tomando demasiado el sol o de los peligros de lanzarnos al agua.
Con esta información, solo cabe afirmar que ni el alcohol en general, ni los mojitos en particular, son una buena ayuda para mantener el cuerpo hidratado en los calurosos días de playa.
De hecho, existen numerosas alternativas saludables, que ofrecen mayores garantías en relación con los efectos que pueden generar en nuestro organismo y que, además, nos ayudarán a combatir el calor con más eficacia que cualquier bebida alcohólica.
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