Ni cerveza fría ni los frutos secos que suelen acompañarla. Fuera el pan y la carne roja. Si sigues inmerso en la operación bikini, probablemente hayas eliminado de tu dieta todos los alimentos que podrían provocar, según los consejos que podemos leer en numerosos artículos y publicaciones en redes sociales, que una prominente barriguita o unos muslos rechonchos estropeen tu posado en la playa este verano.
No son, sin embargo, el tipo de recomendaciones que el pediatra e investigador en medicina de la Universidad de Indiana Aaron Carroll hace en su libro The Bad Food Bible: How and Why to Eat Sinfully (en español, algo así como La Biblia de la comida mala: cómo y por qué comer pecaminosamente). Carroll asegura que se decidió a escribir el manuscrito "sorprendido por la cantidad de anuncios que proclaman que ciertas comidas son malas basándose en estudios escasos".
Llevando la contraria a esos otros consejos nutricionales, este experto nos invita a volver a introducir en nuestra dieta alimentos generalmente prohibidos, no sin olvidar que la moderación y las circunstancias de salud de cada persona son dos factores claves a tener en cuenta a la hora de elegir la dosis y frecuencia de su consumo.
Las grasas no son el enemigo
Uno de los asuntos que Carroll ha analizado, basándose en las investigaciones existentes, es la satanización de las grasas. Estos nutrientes esenciales para el organismo nos proporcionan energía y tienen un papel importante en la formación y reparación del tejido muscular, la protección de los nervios y la absorción de vitaminas y minerales, entre otras funciones.
Las recomendaciones del estadounidense no pasan por alabar los productos procesados o ricos en grasas saturadas, sino por señalar las bondades de alimentos como los aguacates, los frutos secos y el salmón e invitarnos a incluirlos en nuestro día a día. Estos consejos se sustentan en las conclusiones de trabajos como el publicado el verano pasado en la revista The Lancet, en el que participaron 135.000 personas de 18 países y que demostraba que una dieta baja en lípidos no contribuía a la pérdida de peso ni a la disminución del riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.
Como refrendaba también dicho estudio, el azúcar y los carbohidratos refinados que el cuerpo convierte rápidamente en glucosa son mucho más perjudiciales y los auténticos aliados de la obesidad y la ingesta excesiva de comida. No obstante, Carroll asegura que tomar azúcar en pequeñas cantidades o darse un capricho de vez en cuando son costumbres que no van a afectar negativamente a nuestra salud.
Por otro lado, el investigador rompe una lanza en favor de los endulzantes artificiales. Después de revisar diversos estudios, no ha encontrado evidencias suficientes para afirmar que estos produzcan ganancia de peso. Advierte que no hay que tener cuidado con aquellos que consideran observaciones basadas en personas con obesidad que toman bebidas light, ya que estos indican que ambos factores están asociados, pero no permiten concluir que los refrescos y sus ingredientes son la causa de su condición.
Alcohol y café, en su justa medida
Otros productos que este científico defiende son el alcohol y el café. Si bien no dice en ningún momento que sean benignos en cualquier cantidad, afirma que, en cantidades moderadas, tienen efectos positivos en el organismo. El primero, por ejemplo, contribuye a reducir la incidencia de problemas cardiovasculares, siempre que no se padezca ningún trastorno del corazón que obligue a eliminarlo totalmente de la dieta. Es algo que contradice las últimas evidencias científicas, pero que a sus lectores les gusta leer.
En el segundo caso, Carroll advierte en su libro que "es hora de que la gente deje de ver el café como algo que tiene que limitarse o evitarse", pues se trata de una sustancia saludable —"mucho más que otras bebidas que tomamos habitualmente"— que él mismo incluye a diario en su desayuno. Una comida, la primera del día, que este experto no considera la más importante de la jornada.
En los primeros capítulos, el autor habla también de algunos alimentos controvertidos como la carne, los huevos y la sal. En resumen, advierte que sus perjuicios han sido exagerados y que, de nuevo, su consumo con moderación es necesario para mantener una buena salud.
Diferentes trabajos, como el publicado hace unos años por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer, una división de la OMS, han puesto de manifiesto los riesgos de comer carne roja, especialmente la procesada. Sus autores la relacionaban con el riesgo de desarrollar tumores y refrendaban las recomendaciones de limitar su ingesta. Teniendo tanto sus conclusiones como las de otros de otros expertos, Carroll indica que tomar este alimento todos los días sí es perjudicial, pero que incluir en la dieta un par de raciones a la semana no nos hará daño. De hecho, será mucho más sano que sustituir este alimento por otros ricos en carbohidratos.
Huevos y una pizca de sal
En cuanto a los huevos, el investigador asegura que tampoco hay que satanizarlos, siempre que se combinen con una dieta equilibrada y ejercicio físico y que no exista un problema de salud subyacente. Los niveles altos de colesterol, asegura, son causados en gran medida por factores genéticos. Además, el cuerpo humano produce esta molécula porque es necesaria para fabricar ciertas vitaminas, hormonas y algunas partes de las células.
Asimismo, Carroll indica que, si una persona tiene una presión arterial normal, utilizar sal en pequeñas cantidades para aderezar las comidas no va a afectar negativamente a su salud. De hecho, algunos estudios han demostrado que una dieta demasiado baja en sodio puede tener un efecto perjudicial en el organismo.
Pero este experto no solo alude a la inocencia de algunos alimentos, sino también a los exagerados beneficios que se les han asignado a ciertos productos, como la leche. Advierte que esta no es tan nutritiva como tradicionalmente hemos creído, influidos, según Carroll, por la industria. Más allá de la infancia, asegura que no necesitamos los lácteos, aunque tampoco los considera un enemigo o algo perjudicial.
En resumen, lo que este pediatra recomienda es escapar de los alimentos procesados, mantener una dieta lo más variada posible basada en productos frescos y combinarla con ejercicio físico. La clave no está en pensar que la comida es peligrosa ni en infundir miedo sobre ciertas comidas, sino en enseñar a las personas a seleccionar los alimentos con cabeza.