Este año se celebra el aniversario de uno de los experimentos más vergonzosos e inhumanos realizados en nombre de la ciencia: el 45 aniversario del Estudio de la sífilis de Tuskegee, un trabajo financiado por el gobierno de los Estados Unidos en el cual se observó a individuos de raza negra con la sífilis sin su consentimiento y sin tratamiento, con el único objetivo de ver cómo se desarrollaba la enfermedad. Se les dijo que estaban recibiendo el tratamiento adecuado, pero realmente recibían un placebo. Pero éste no fue el único estudio poco ético realizado en el país norteamericano.
El estudio de la sífilis de Tuskegee
La historia de Tuskegee se remonta al año 1932, cuando 600 hombres de raza negra entraron a formar parte de un estudio. 399 de ellos padecían sífilis y 201 estaban sanos, según el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU.
El objetivo del trabajo era saber qué sucedía cuando un individuo sufre la sífilis, pero los hombres infectados no sabían que no se les estaba dando el tratamiento adecuado para tal dolencia, ni tampoco que jamás recibirían el tratamiento correcto. De hecho, el estudio se alargó durante 40 años, y la penicilina -la cura para la enfermedad- se descubrió apenas 15 años después del inicio del experimento, en 1947. Asimismo, el final del estudio se produjo en 1972 gracias a un artículo del periodista Jean Heller en The New York Times que destapó el caso.
Aún hoy en día existen consecuencias de tal investigación, pues aquellos individuos que fueron sometidos a tal experimento y sus familiares siguen sobrellevando el estigma de su participación en el mismo.
Los experimentos de Guatemala
En el caso de la prisión de Guatemala, los presos que formaron parte del estudio sí fueron infectados deliberadamente con la sífilis sin saberlo: se les infectó con prostitutas enfermas o mediante el uso de inyecciones que contenían la bacteria responsable de la enfermedad.
Por otro lado, los investigadores de Estados Unidos también infectaron a miembros de las Fuerzas Armadas de Guatemala con gonorrea y otras enfermedades de transmisión sexual.
En este caso participó John Charles Cutler, el mismo científico involucrado en el experimento de Tuskegee, y el objetivo era el mismo: estudiar los efectos de las enfermedades de transmisión sexual cuando no se recibe el tratamiento adecuado.
El experimento acabó en diciembre de 1948, pero no fue hasta 2003 cuando se hizo público, gracias al trabajo de la historiadora del Wellesley College Susan Reverby, que también había investigado sobre Tuskegee.
El estudio de la malaria en Stateville
Durante la Segunda Guerra Mundial, los presos recluidos en la penitenciaría Stateville de Illinois fueron infectados con la malaria y tratados con fármacos experimentales, algunos de los cuales tenían efectos secundarios muy desagradables y dolorosos.
En este caso a los reclusos se les ofreció la libertad condicional o dinero a cambio de participar en el experimento, el cual duró 29 años. En este caso, y a pesar de que se trataba de "voluntarios", la mayoría de los presos que participaron en la investigación eran individuos pobres y de raza negra sin un conocimiento profundo acerca de lo que estaban a punto de sufrir.
Ninguno de los tratamientos probados en la prisión pasó a la historia como remedio eficaz para la malaria, pero el trabajo sirvió para llamar la atención sobre la falta de ética de la experimentación con presos. En los juicios de Nuremberg los abogados de los acusados nazis recurrieron al caso de Stateville para intentar justificar lo que se había hecho en los campos de concentración. Aunque las diferencias eran obvias -un número de víctimas mucho mayor y el consentimiento más o menos informado de los participantes-, las premisas de ambas investigaciones eran similares.