"Prefiero no tomar nada salado antes de dormir, que luego me paso la noche bebiendo agua". Ésta es una frase muy típica que todo el mundo ha escuchado o pronunciado en algún momento, ya que es conocimiento universal que la sal aumenta la sed. Pero, ¿está esta creencia realmente demostrada y respaldada por la ciencia?
Existen algunas teorías al respecto, especialmente porque sí que está más que comprobado que la toma de alimentos salados aumenta la cantidad de orina, pero la verdad es que hasta ahora ningún estudio se había centrado en describir los mecanismos que llevan a este fenómeno, que acaba de ser desmentido por un equipo de investigadores de varios centros alemanes a través de dos estudios, publicados en The Journal of Clinical Investigation.
Ahorrar agua en el espacio
Este estudio ha sido llevado a cabo en el contexto de un viaje simulado a Marte, en el que han participado 10 cosmonautas voluntarios, todos ellos masculinos.
La elección de este escenario no fue casual; ya que, si bien es cierto que poco tiene que ver el planeta rojo con la ingesta de sal, los viajes espaciales suponen situaciones en las que el agua es imprescindible y se hace necesario calcular muy bien qué cantidad debe ser llevada en la nave y cómo se debe actuar para aprovecharla al máximo.
Para comprobar si evitar las comidas saladas es una buena forma de aumentar la duración de las reservas de agua, se dividió a los participantes del estudio en dos grupos, que pasaron respectivamente 105 y más de 205 días en el entorno simulado.
La dieta de ambos grupos era idéntica, pero durante unas semanas se les administraron tres niveles diferentes de sal en las comidas, con el fin de comprobar cómo afectaba esto tanto a la necesidad de beber agua como a la cantidad y la frecuencia de la orina.
Como resultado, la orina de aquellos que tomaron alimentos más salados contenía cantidades mayores de sal; algo que es lógico, teniendo en cuenta que el cuerpo trata de eliminarla con el fin de evitar los perjuicios que supone para el organismo en dosis elevadas. Igualmente lógico también resultó que las frecuencia y la cantidad de la orina fuesen mayores en estos casos, en los que se hacía necesario orinar más para eliminar más.
Sin embargo, mucho menos predecible fue que ninguno de los participantes que tomaron dietas más saladas aumentara sus tomas de agua, demostrando que el aumento de la orina no procedía de una mayor hidratación. De hecho, bebían menos, pues se activaba en ellos un mecanismo que favorecía la retención de agua en los riñones, sin ser arrastrada con la orina, que únicamente sacaba el exceso de sal al exterior.
El nuevo papel de la urea
Este descubrimiento causó la sorpresa de los investigadores, que en base a los conocimientos de los que disponían no sabían cómo explicar esta vuelta del agua a los riñones.
Con el fin de comprobarlo, pasaron a repetir los experimentos en ratones, en los que la urea se reveló como la que podría ser la culpable de este suceso tan curioso.
Hasta el momento, esta sustancia se conocía simplemente como una forma de desechar el nitrógeno resultante del metabolismo de algunas biomoléculas importantes, como las proteínas, pero según este estudio podría ser mucho más que eso.
Para entender lo que ocurre, es necesario recordar cómo funciona el proceso de ósmosis, que provoca el flujo de agua en base a la concentración de ciertas sustancias, que debe mantenerse similar en el exterior y el interior de las células.
Normalmente, si las sales se acumulan en el interior de una célula, ésta tiende a absorber agua, con el fin de diluir este exceso, mientras que si lo hacen en el exterior, se pierde el agua, con el mismo objetivo. Ésta es la causa por la que, por ejemplo, se utiliza la sal para conservar algunos alimentos, ya que las posible bacterias que se encuentren en el medio tienden a perder agua para compensarlo y mueren deshidratadas.
Una vez comprendido esto es muy fácil entender esta nueva función de la urea, que parece acumularse en el interior del riñón, de modo que el agua debe permanecer allí para mantener el medio diluido.
Todo este proceso requiere la síntesis de mayores cantidades de urea, que necesita grandes dosis de energía para su formación, por lo que estos ratones necesitaron comer más, del mismo modo que los hombres participantes del estudio, que aseguraron tener más hambre a medida que aumentaban las dosis de sal en su dieta.
Por lo tanto, con este descubrimiento se abre un nuevo camino en el estudio de la influencia de la sal sobre el metabolismo, con todas las connotaciones que esto podrá tener en materia de salud. En cuanto a los que temen hincharse de agua si comen algo salado por la noche, quizás su problema sea más bien el hambre que les entrará mientras la urea hace su trabajo de contención en los riñones. Por si acaso, lo mejor será recurrir a una cenita ligera, sea por la causa que sea.