Cualquiera que haya sufrido un cáncer o haya vivido uno de cerca conoce bien el significado del término angustia. La "aflición, congoja, ansiedad" -como define la Real Academia Española esta sensación- está presente en bastantes partes del proceso que constituye la enfermedad pero especialmente en dos: el momento del diagnóstico y el que se conoce como "las pruebas": ese día que hay que acudir al oncólogo para saber si el tratamiento que ha aplicado contra la enfermedad ha sido eficaz o no.
Si el resultado es positivo, la angustia dará paso a la euforia -"entusiasmo o alegría intensos, con tendencia al optimismo"- hasta la próxima revisión y, si no, el oncólogo probará otro tratamiento o combinación de los mismos. Es lo que se llama terapia de segunda o tercera línea y, cuando eso ocurre, tanto médico como paciente saben que se ha empezado a jugar contrarreloj.
Así funcionan las cosas desde que esto ocurre: la medicina ofrece una alternativa, el paciente la prueba durante tres o seis meses -según la duración prevista- y, al finalizar, se vuelven a hacer pruebas, que dirán si esta vez se ha acertado. Si no lo ha hecho, el tumor habrá crecido y la medicina lo tendrá más difícil. Sencillamente, puede llegar un momento en que no de tiempo a probar nuevos tratamientos porque el paciente haya fallecido.
Ganar la carrera
Para ganar al paso del tiempo en esta lucha contra el cáncer existe ahora una nueva esperanza, descrita en un experimento publicado en la revista Science Advances. En realidad, es un nuevo uso para una técnica en ebullición, que ha generado enormes expectativas en el campo de la oncología.
La biopsia líquida -o el análisis de células cancerosas que circulan por la sangre- surgió como alternativa para mejorar el diagnóstico de las recaídas y saber que éstas han sucedido antes de las famosas pruebas que se establecen cada tres o seis meses y que se van espaciando con el tiempo.
Lo ideal -a lo que se aspira, pero que aún no ha ocurrido- es que sirviera también para diagnosticar el cáncer antes de que se pueda localizar en una prueba de imagen.
Lo que han demostrado ahora investigadores de la Universidad Nacional de Singapur es que la biopsia líquida también puede servir para predecir la eficacia de los tratamientos, y hacerlo en un tiempo récord: tan sólo dos semanas.
Se trata de probar en unas gotas de sangre extraídas del paciente si una quimioterapia es eficaz y es una estrategia que se añade a otras, como los ratones avatar, en ese intento de ayudar al oncólogo en esa lucha contrarreloj. En otras palabras, es una forma de probar fármacos en un paciente sin que el enfermo se entere, de momento.
Pros y contras
Los científicos del país asiático han desarrollado toda una plataforma tecnológica que permite conseguir su objetivo pero, como destaca la jefa del Laboratorio de Genómica del Vall d’Hebron Instituto de Oncología (VHIO), Ana Vivancos, a EL ESPAÑOL, la eficiencia dista de ser la deseada. Sólo en un 50% de los pacientes participantes en el estudio se consiguió aislar células circulantes derivadas del tumor y fue en esos en los que se pudieron testar los medicamentos. "Tendría que aumentar esa cifra al menos al 70%", destaca la investigadora que, no obstante, no duda en calificar el avance de un "paso importante" que "acerca a la clínica" el nuevo uso de la biopsia líquida.
Otro aspecto del procedimiento que tendría que mejorar, según Vivancos, es conseguir que sirviera para probar más de un fármaco a la vez. Además, este proyecto debería probarse en más pacientes que en los que se ha testado en este estudio, 55 mujeres afectadas de cáncer de mama.
Uno de los autores del estudio, Chwee Teck Lim, explica a EL ESPAÑOL que el proceso ya se está analizando también en cáncer de pulmón. "Aunque acabamos de empezar, los resultados parecen prometedores", apunta.
Teck Lim también aclara que "leer" las células de tumor circulantes en la sangre con la tecnología que han desarrollado es "muy fácil" y lo puede hacer "cualquier técnico de laboratorio que sea entrenado para ello".
Con respecto al precio, el científico asiático, comenta que no es caro "una vez que se tiene el molde de base" ,que permite producir "literalmente, centenares de ellos". Es, precisamente, este soporte físico el avance de todo el proceso más destacado por Vivancos, que señala que el problema económico lo supondría el no poder reciclar el chip donde se deposita la sangre del paciente con otro enfermo "por el riesgo de que se mezclaran ambas muestras". "En este caso, el coste de los fármacos no supondría un problema", concluye la investigadora del centro catalán.