Con 15 años, la estadounidense Jennifer Mee era conocida en todo el país. La gente la compadecía por llevar cinco semanas sufriendo hipo ininterrumpidamente, lo que demostró en numerosos programas de televisión en los que participó. Es una prueba más de que el hipo es un fenómeno que fascina, según escribe el neurocientífico y psicólogo Robert Provine en su libro Comportamientos curiosos: bostezar, reír, hipar y más allá (Belknap Press, 2012, no editado en español), que recoge la ciencia detrás del hipo y aboga por una mayor investigación sobre el mismo.
A Mee le recetaron Valium y varios medicamentos más, hasta que el hipo desapareció tan misteriosamente como había llegado. Esa opción casi la convierte en afortunada, sobre todo si tenemos en cuenta algunas de las curas que la ciencia ha demostrado eficaces para acabar con este movimiento involuntario del diafragma.
Por ejemplo, la que le supuso ganar el Ig Nobel Prize -el equivalente satírico de los premios de la Academia sueca- al médico de Emergencias Francis Fesmire, que en 1990 publicó en la revista Annals of Emergency Medicine cómo había resuelto un hipo incurable con el poco convencional remedio de aplicar un masaje rectal.
Unos médicos israelíes demostraron a su vez que había otra forma de acabar con el hipo y no era otra que eyacular tras practicar el coito. Lo publicaron en la revista Canadian Family Physician. Provine escribe jocosamente en su libro que "sería interesante analizar si el mismo efecto se logra con la eyaculación proveniente de la masturbación".
A la precoz celebrity del hipo Mee no le hicieron practicar el sexo ni le introdujeron nada por el ano, pero el hipo volvería a su vida años después en otra rocambolesca anécdota que también narra Provine. La chica del hipo, como era conocida, se vio envuelta en un robo con asesinato por el que actualmente cumple cadena perpetua en una prisión de Florida. Su abogado buscó sin éxito su apelacion, alegando que la joven sufría el síndrome de Tourette, un trastorno neurológico del que el hipo habría sido síntoma precoz.
Investigación escasa
El propio Provine descubrió mientras investigaba para su libro una cura para el hipo. Lo hizo experimentando con los alumnos de piano de su mujer. Cuando alguno de estos hipaba, su esposa llamaba al científico para que pudiera grabar el fenómeno. "Hacer a la gente consciente de su hipo bloquea el proceso", explica a EL ESPAÑOL el neurocientífico, que resalta que "no se publican demasiadas investigaciones sobre esto", aunque la mayoría habla de presuntas curas. "Hay docenas de ellas, pero normalmente el número de remedios populares para una dolencia es inversamente proporcional al conocimiento que tenemos sobre la misma", destaca el investigador.
Provine se decidió a bucear y escribir sobre el hipo porque tiene una estructura "simple y estereotipada" que lo hace un sujeto de estudio fácil y susceptible de proveer datos sobre los mecanismos del cerebro y el comportamiento.
No es el único que lo piensa. Como cita en su libro, existe todo un hipólogo de referencia, un hombre que lleva décadas estudiando el hipo -algo a lo que ha ayudado que su mujer lo sufra de forma recurrente- y que ha publicado no sólo estudios sobre el asunto, sino innumerables libros de anécdotas. El personaje en cuestión, el médico Terence Anthoney, ha descubierto cosas como que los hipos se agrupan en ciclos de muchos o pocos; es decir, que la mayoría de la gente sufre o menos de siete o más de 63.
¿Fetichismo sexual?
Pero también ha descubierto que incluso las personas con hipo más recurrente -el ejemplo más extremo es el de Charles Osborne, que lo sufrió durante 67 años- dejan de hipar al dormir. Obviamente, no cesan de respirar, lo que demuestra que ambos mecanismos no están relacionados.
Se trata de un dato parecido al que descubrió el propio Provine al describir su cura de la grabadora. "Demuestra que partes modernas del cerebro, las responsables de la conciencia propia, están involucradas en producir el antiguo e inconsciente acto de hipar", comenta a este diario.
Anthoney observó otro dato curioso y lo hizo en casa. Su mujer, que hipaba muchísimo, lo dejó totalmente en sus dos embarazos y lo sufría con más frecuencia días antes de la ovulación. Conclusión: el hipo es un signo de fertilidad y receptividad sexual, lo que lleva a Provine a preguntarse si habrá algún tipo de fetichismo relacionado con este sonido. "No está descrito en la literatura científica", escribe, no sabemos si en serio o en broma.
Las edades del hipo
El propio autor del libro reconoce que ha experimentado el hipo en su vida, algo que pueden decir el 100% de las personas. Si usted cree que no lo ha hecho, tiene una explicación simple: que no se acuerde. Porque el 100% de los fetos hipan en el vientre de su madre. "Aunque son infrecuentes tras el nacimiento y van declinando en frecuencia a lo largo de la vida, el hipo es uno de los comportamientos más frecuentes durante el primer trimestre de vida prenatal", subraya Provine, que destaca esto como lo más sorprendente de todo lo aprendido durante su investigación para el libro.
Pero hay algo que también intriga, y mucho, al neurocientífico y es el hecho de que aún no sepamos si el hipo tiene alguna función. "Hay distintas posibilidades: la primera, que no tenga ninguna y sea una especie de error en nuestra programación neuronal; la segunda, que tenga un papel importante y aún no descubierto en nuestro desarrollo prenatal y, por último, que tenga una función desconocida tras el nacimiento", subraya.
Lo que queda más que claro tras leer el capítulo sobre hipo del libro de Provine es que aún queda mucho que decir sobre el hipo aunque, como él mismo bromea, se lleven 23 siglos hablando sobre asunto. No es una cifra dicha al azar. En El banquete Platon cuenta como, cuando le llega el turno de palabra a Aristófanes, éste tiene que retrasar su intervención por culpa de un ataque de hipo. El médico Erixímaco le sugiere entonces que haga gárgaras o se provoque el estornudo para acabar con ello, lo que consigue. "Quizás los próximos 23 siglos nos traigan algo más de progreso", concluye Provine.