No parece muy apetecible que un ginecólogo te introduzca en la vagina una sonda en forma de s conectada a una fuente de electricidad, pero en ocasiones el fin justifica los medios. O así al menos lo han debido de pensar 23 de las 25 mujeres que han participado en un estudio liderado por el médico estadounidense Red Alinsod y que se ha publicado en la revista Lasers in Surgery and Medicine.
El trabajo ha evaluado la eficacia de un procedimiento -la radiofrecuencia transcutánea o a través de la piel- que se utiliza habitualmente en estética y también en el manejo del dolor. Sólo que, en este caso, se pretendía analizar si podía también suplir una disfunción de la que se habla mucho menos: la anorgasmia o incapacidad para llegar al clímax o la dificultad para lograrlo en poco tiempo.
Lo que se hace es aplicar calor en un tejido a través de la corriente eléctrica lo que, escribe Alinsod, eleva la temperatura de la zona -hasta entre 40ºC y 45ºC-, estimula los fibroblastos y endurece la piel "caída". De ahí su éxito en procedimientos estéticos en varias zonas, a las que en los últimos años se ha incorporado la vagina. La laxitud vulvovaginal es un efecto común en las mujeres según se van cumpliendo años, así como una consecuencia de la maternidad.
El ginecólogo estadounidense vio un filón en esa posibilidad e incluso patentó su aplicación específica para esta zona, creando la herramienta ThermiVa. Pero ahora ha querido ir más allá con el estudio de una nueva aplicación. Según explica en el estudio, hasta un 35% de las mujeres pueden padecer anorgasmia o tardar demasiado en llegar al clímax, lo que tiene "importantes efectos en la calidad de vida".
Entre las alternativas disponibles hasta ahora, comenta el autor, se encuentra la terapia psicológica, la hormonal e incluso la inyección de plasma rico en plaquetas, todas ellas con un resultado "modesto".
No ha sido el caso de la radiofrecuencia transcutánea utilizada por el ginecólogo. En sólo tres sesiones de 25 minutos de duración cada una, la gran mayoría de las participantes en su estudio -23 de 25- han notado un efecto positivo en su capacidad para llegar al orgasmo. De hecho, se redujo el tiempo hasta lograrlo en un tercio.
Fortalezas y debilidades
Además, señala el estudio, mejoró su sensibilidad en la vulva y el clítoris. Todo esto lo averiguaron con un cuestionario relativo a la sensibilidad sexual que las participantes cumplimentaron tras someterse al tratamiento. Aparte de la disminución del tiempo hasta el orgasmo, hubo otras observaciones.
Así, nueve de las participantes declararon tener orgasmos más intensos tras la terapia -que se aplica sin anestesia- mientras que 16 no mejoraron en ese sentido. También 20 de 25 afirmaron tener más lubricación vaginal y todas se mostraron en general satisfechas con el procedimiento.
Eso sí, los propios autores destacan que el estudio tiene ciertas debilidades. Por ejemplo, la mayoría de las participantes tenían entre 40 y 50 años, por lo que habría que ampliar el rango de edad evaluado antes de optar por la aplicación masiva del procedimiento.
También señalan que muchos de los resultados no se han podido medir de forma objetiva, sino que se han basado en el testimonio de las pacientes.
Por último, creen que sería imprescindible un experimento en el que se analizara la eficacia de ThermiVa en comparación con placebo, un aparato similar que no elevara la temperatura ni usara la electricidad, pero que engañara a pacientes y médicos. Sería la mejor forma de confirmar los resultados de este experimento piloto y, quién sabe, de acelerar su llegada al mercado y mejorar la satisfacción sexual de miles de mujeres.