Aunque hoy sabemos de sobra que los comportamientos de estilo de vida poco saludables están asociados con un mayor riesgo de sufrir diversas enfermedades crónicas y morir, esto no fue siempre así.
Los primeros estudios para medir esa relación de manera estandarizada se enfocaron en tres parámetros: el seguimiento de la alimentación mediterránea, el número de años practicando el hábito de fumar y el índice de masa corporal.
Después, a lo largo de este siglo, los expertos han trabajado con múltiples índices.
Buscando el índice ideal
En mayo de 2024, el grupo de la científica iraní Elaheh Dehghani, de la Universidad de Ciencias Médicas de Teherán, seleccionó cinco herramientas:
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Cuestionario de estilos de vida saludables. Contempla la dieta equilibrada, el respeto por los horarios de comida, la reducción del consumo de tabaco y alcohol, la mejora de los hábitos de descanso y aumento de la actividad física.
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Índice de estilo de vida de los adolescentes. Está basado en el consumo de agua, la actividad física, la protección solar, las relaciones sociales, la búsqueda de aire limpio, los hábitos alimenticios, los comportamientos de riesgo y los hábitos de ocio.
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Índice de estilo de vida vegetariano. Evalúa el consumo de los siguientes componentes de la dieta: granos enteros, legumbres, soja, sustitutos de la carne, verduras, frutas, nueces y semillas, agua y fuentes fiables de vitamina B-12. También tiene en cuenta la actividad física.
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Cuestionario de estilo de vida saludable para supervivientes de cáncer de mama. Incluye hábitos dietéticos, entorno (por ejemplo, exposición a contaminantes), fisiología, conducta responsable con la propia salud, manejo del estrés, relaciones sociales y crecimiento espiritual.
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Índice de Estilo de Vida Saludable. Tiene en cuenta cinco parámetros: tabaquismo, actividad física, dieta, consumo de alcohol y duración del sueño.
De todos estos instrumentos, el último destaca por su amplia aplicabilidad y por haber sido evaluado en múltiples estudios con diversas poblaciones. Ha demostrado ser útil tanto en la investigación como en la práctica clínica para evaluar y mejorar los hábitos.
Uno de los primeros intentos de aplicarlo data de 2001. Ese año, los investigadores Andrew Steptoe y Jane Wardle, del Departamento de Epidemiología y Salud Pública del University College London, sustituyeron el concepto de “factor” por el de “comportamiento”.
Steptoe y Wardle determinaron así once conductas de salud para siete actividades: ejercicio regular, consumo de alcohol, inclusión de la grasa en la dieta, consumo de fibra, agregación de sal en la comida, empleo del cinturón de seguridad y utilización de protección solar.
Estos comportamientos fueron usados para evaluar el estilo de vida de los participantes, variando desde el valor 0 (ninguna conducta saludable) hasta el 11 (todos los comportamientos saludables).
Avalado por la OMS
El pasado mes de julio, y basándose en la Investigación Prospectiva Europea sobre Cáncer y Nutrición (EPIC, por sus siglas en inglés), la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió un documento donde se afirma que el índice de estilo de vida saludable es capaz de medir el riesgo de diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, cáncer y mortalidad prematura.
En el estudio se afirma su utilidad tanto en su forma estándar, dando igual peso a cada componente del estilo de vida, como específica. En este último caso, la relevancia de cada ítem se ajusta según su relación con una situación médica particular, como diabetes, enfermedad cardiovascular o cáncer. De ese modo, el índice es más personalizado y puede ofrecer una evaluación más precisa para cada tipo de dolencia.
Los autores del informe realizaron una comparativa de diferentes parámetros, como la razón de riesgo, medida que compara el riesgo de una enfermedad entre dos grupos; el índice C de Harrell, que evalúa la capacidad de un modelo para predecir correctamente los resultados, y las fracciones atribuibles a la población, la proporción de casos de una enfermedad que podrían evitarse si se eliminara un factor de riesgo específico.
Atentos a los resultados
Los resultados reflejan que el valor alto de este índice está asociado con un menor riesgo de diabetes de tipo 2, enfermedades cardiovasculares, cáncer y mortalidad prematura. Se valoran los siguientes parámetros:
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Tabaquismo. Hay tres posibilidades: la persona evaluada nunca ha fumado, es exfumadora o fuma actualmente.
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Ingesta de alcohol. Cantidad diaria consumida.
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Actividad física. Nivel activo, moderadamente activo o inactivo.
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Índice de masa corporal.
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Alimentación. Puntuación basada en la adherencia a la dieta mediterránea.
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Calidad del sueño. Considerada como un factor importante para evaluar la relación entre el estilo de vida y los resultados de salud.
Si, como indica el estudio, el índice de estilo de vida saludable es una herramienta valiosa para evaluar el impacto combinado de múltiples comportamientos, debería ser utilizado en tres estrategias:
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Promoción de hábitos saludables: no fumar, moderar el consumo de alcohol, seguir una dieta equilibrada, realizar actividad física regularmente y mantener un peso corporal adecuado.
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Implantación de políticas de salud pública: los resultados pueden guiar la formulación de recomendaciones más precisas y específicas para prevenir enfermedades crónicas.
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Evaluación personal: cualquier individuo y los profesionales de la salud pueden utilizar el índice como una herramienta para evaluar y mejorar los hábitos de vida.
Porque como escribió William Shakespeare:
“Nuestros cuerpos son nuestros jardines; nuestras decisiones, nuestros jardineros”.
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** Este artículo se publicó originalmente en The Conversation.