La margarina se presentó originalmente como una alternativa saludable a la mantequilla, con la excusa de que es de origen vegetal y por contiene menos grasas saturadas. Así, se popularizó a raíz de la cruzada contra este tipo de lípidos considerados como los principales sospechosos de la enfermedad cardiovascular. Pero ahora sabemos que la relación es mucho más compleja.
Sin embargo, la creación del químico Hippolyte Mége-Mouriés en 1869 tenía por objetivo ser "más barata" y más fácil de conservar que la mantequilla, no ser más saludable. Posteriormente se publicitó como alternativa preferible al no contener grasas animales y tener una vida útil más prolongada. Ahora sabemos que ni es más sana, ni es una buena opción de consumo diario.
La realidad es que, durante su proceso de elaboración, la margarina fomenta la aparición de grasas trans, algo que ya se descubrió en la década de los 80. Estas grasas alimentarias han demostrado ser las peores para la salud, capaces de aumentar el colesterol LDL o "malo", además de reducir el colesterol HDL o "bueno". Se producen en gran medida durante el procesado de algunos alimentos, como es el caso de la margarina.
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Las grasas trans se han relacionado con el aumento del riesgo de sufrir enfermedad cardiovascular y morir a causa de ella, como advierte la Organización Mundial de la Salud. Aunque existen muchos otros factores a tener en cuenta, los niveles elevados de colesterol LDL y niveles reducidos de HDL se relacionan con un aumento de la acumulación del colesterol a nivel arterial, aumentando el riesgo de sufrir enfermedades cardio y cerebrovasculares.
Si además potenciamos estos parámetros mediante el consumo de grasas trans, colaboramos a aumentar el riesgo no solo de estos eventos fatales, sino también de sufrir obesidad y diabetes tipo 2. El consumo de grasas trans no solo se ha asociado con la mencionada dislipemia sino también con un mal funcionamiento de la barrera arterial o endotelial, mayor inflamación crónica, oxidación y arteriosclerosis en general.
Existen grasas trans en la naturaleza, como es el caso de alimentos de origen animal como lácteos o carnes rojas. Sin embargo, los niveles de grasas trans naturalmente presentes son ínfimos en comparación a las cantidades producidas en el procesado de alimentos como la margarina, donde la solidificación de aceites daría lugar a estas grasas trans. También es posible encontrar este tipo de grasas en alimentos procesados fritos y bollería.
Actualmente no son pocos los expertos que desaconsejan totalmente el consumo de grasas trans, como es el caso de la doctora Shae Datta, del Centro Langone de Conmoción Cerebral de la Universidad de Nueva York. "A menudo escuchamos que las grasas trans no son buenas para el corazón y los vasos sanguíneos. Lo mismo se aplica para el cerebro".
"Los estudios, como el trabajo publicado en la revista Neurology, sugieren que los adultos mayores que tienen mayores niveles de grasas trans en sangre, como el ácido elaídico, también serían los que más probabilidades tendrían de desarrollar demencia", prosigue la especialista. "Es mejor limitarse a consumir aceite de oliva y mantequilla de verdad"
Por su parte, como no podía ser de otra manera, los cardiólogos también desaprueban el consumo de la margarina, como es el caso de la Dra. Harmony Reynold, cardióloga de la NYU Langone Health. "La margarina parece una gran idea, pero resulta ser tan mala como la mantequilla. Un estudio encontró que por cada cucharada de margarina diaria, la probabilidad de morir durante la mediana edad aumenta un 6%".
"El aceite de oliva es mejor opción, y por cada cucharada de aceite de oliva la probabilidad de morir se reduce un 4%", confirma también Reynold. "Teniendo esto en cuenta, les digo a mis pacientes que utilicen aceite de oliva siempre que sea posible, incluso para cocinar huevos o tostadas. Cuando solo buscamos el sabor de la mantequilla, es mejor usar principalmente aceite de oliva y mínimas porciones de mantequilla como saborizante".
Además de la OMS, otras organizaciones como la Asociación Americana del Corazón (AHA) también aconsejan reducir el consumo de grasas trans. No más del 25-30% de la ingesta calórica diaria en forma de grasas, que las grasas saturadas no superen el 10%, y las grasas trans sean menos del 1% de las calorías diarias.
Actualmente muchos productores alimentarios han mejorado sus procesos de elaboración de margarinas y otros productos para reducir los niveles de grasas trans de los mismos, como también evidencian los estudios. Sin embargo, tanto mantequilla como margarina aportan un exceso de grasas en general -y grasas saturadas en particular- que son totalmente innecesarias para la salud.